lunes, agosto 05, 2024

Tras veintidós horas sin comer, creo que me odio. Hace días evito a R., aunque no tengo ninguna razón para hacerlo. Aún no sé cómo me retiraré del psicoanálisis. P. habla de amor y yo de penetración. Se resiste a mis juegos de seducción, parecemos una pareja de casados. Hace una semana nos queríamos y deseábamos, hoy no nos aguantamos. En fin, esto siempre fue así. Él es un hombre sufriente y yo una joven deseosa. De volver a verlo, debo enflaquecer. Pienso en ello y quiero vomitar. Hoy desperté con un "buen día amor" de A., pero abandoné la conversación una hora después. Ya no me angustia la excitación solitaria. Volví a estudiar francés. No estoy leyendo últimamente, mucho menos hago yoga. Siento que a veces me abandono. La comida me aburre, o en el fondo es una excusa. Abrazada a mi pulsión de muerte, me parezco a P. Claro que es hermoso envolvernos en una nube placentera, pero él prefiere inventar problemas entre nosotros. Cuando estamos juntos, es otra persona. Me atrevería a decir que es feliz. Es amoroso, lo noto relajado y sonríe todo el tiempo. Pero no soporta estar bien, cuando se aleja se refugia en una nebulosa displacentera. ¿Por qué se aferra al malestar constantemente? ¿Por qué no puede entregarse al afecto erótico? No quiere, y ya.