Anoche, R. se contentó al verme cenar. Dijo que me quiere mucho, y yo, como siempre, me emocioné.
Hoy leí a Sylvia Plath, vi dos películas y fui a casa de S. Allí estaban también sus dos hijos, A. y L. Sonreí (lo escribo porque es memorable en días como estos). Me impido angustiarme cuando leo en la oscuridad silenciosa y mi mente se va hacia otro lugar. Me sensibilizo y huyo, como P. (al parecer no somos tan distintos). Ayer lloré más de una vez, hoy me siento impasible.
Cuando lo recuerdo, trato de imaginarlo sonriente, recostado, en paz (esto me calma sobremanera). No me aferro al deseo de verlo y besarlo dulcemente, aunque a veces sueño que reaparece, que pronuncia una sola palabra, y pienso que nada me alegraría más.
En fin, esta semana tendré un control ginecológico y luego conversaré con A. Mis ropas se impregnaron de menstruo, luego P. se fue y mi corazón, en un acto de supervivencia, decidió retener la sangre dentro de mi cuerpo. Aquí estoy, escribiendo. Me pregunto qué haré esta semana para no desbordarme.
Recuerdo que, por momentos, a S. le temblaba la voz y deseaba acompañarla en el llanto. Debo cuidar mi sensibilidad para no caer en los pensamientos catastrofistas de siempre. Siento que debo tomar esta oportunidad de aprendizaje y cambio, aunque mantenga viva la incertidumbre de no saber qué pasará con P. De nada servirá castigarme por mis equivocaciones, demonizando el pasado. Por el contrario, me siento bien conmigo misma.
Bien recuerdo los momentos en que reinaba el bienestar, el afecto y la ternura entre P. y yo. Espero que algún día podamos volver a hablar y decirle cuánto lo quiero. Extraño sus abrazos, su sonrisa y su mirada que me derretía.
Soy suya, vivo de amor por él. No podrá mi sentir ser modificado por fantasmas, cicatrices, temores paralizantes o falta de reciprocidad. Lo quiero, pues comprendo que es un hombre herido. Lo quiero, porque es fuerte y hermoso de alma. Lo quiero, porque me hace sentir viva, porque despierta en mí el anhelo de soltarle la mano al dolor.
Lo quiero, porque cuando está presente siento que seré eterna, que me invadirán pajaritos cantores y reiré entre copas de árboles verdes. Lo quiero, porque mirarlo apura un festín en mi alma, donde se reúnen los niños que fuimos, a jugar y corretear por el jardín.