No permita usted
que me enajene,
vuélvame psicótica
o al desamparo me entregue.
No deje que caiga mundana
por toboganes renegridos,
atada de pies y manos,
devorada por cuervos impíos.
Yaceré en este agujero,
seré cenizas estériles;
si algo he de ser, seré vacío,
como lo es usted en sus confines.
Palabras sin sentido,
pues no nacen de sus labios,
fallecen en mi boca,
tristemente aciagas.