martes, julio 16, 2024

Reapareció A., llamándome hermosa. Miento al negar mi libido, solo puedo decirle la verdad a P. Aún nos imagino teniendo sexo, aún lo deseo. Él evita el tema, mientras yo necesito que su piel roce la mía con una caricia suave, que sus labios humedezcan los míos con una ternura pasional. Podría penetrarme, si quisiera. Pero me bastaría tenerlo frente a mí para sentir placer de nuevo. Placer angustioso de gemir mientras me toca, de mirar su rostro perfecto y angelical, de sentir su presencia varonil, tan fuerte y tan frágil a la vez. Angustia dudosa pues calla, sin yo saber si aún, él también me desea. Angustia, deseo deshojarme ante tanto deseo que fallece en mi sexo húmedo y mi cama tibia. Ya me aborrece el autoerotismo. Necesito besar la piel de un hombre vivo, sentir su calor sudoroso, observar su figura lejana o que me mira y abraza. Bien podría masturbarme, pero mis mejillas se humedecen. Lo deseo, lo extraño, y aún lo quiero. Mataré las palabras de A., mataré el tiempo hasta que vuelva P. Controlaré la inquietud de mi ser recién nacido antes de matarlo de inanición también. Seré paciente, esperaré ansiosa tras la puerta. Contaré las horas, miraré el cielo oscuro hasta que amanezca. Daré vueltas enloquecidas, querré dejar al descubierto mi carne lujuriosa. Querré morir, querré arrastrarme hacia el precipicio y contemplar el abismo hueco. Querré disfrazarme de fantasma. De todos modos sobreviviré, abrazada a la ilusión de que volveré a verlo. Él estará sonriente, deseoso de mí. Posará su mano en mi pierna, querrá arrancar mis ropas. Yo diré que sí, a todo, siempre.