A. recordaba que lo primero que hice al llegar a Buenos Aires fue verlo. Cinco meses después, seguimos abrazándonos como aquel día. Quizá lloro porque lo quiero verdaderamente. Es tan lindo que me emociona. El tiempo corre y, a pesar de todo, volvemos una y otra vez a los brazos del otro. Esta fue la sexta, ojalá sean muchas más. No existe ningún otro hombre que pueda hacerme sentir lo mismo que P. Deseo su ternura, su manera de ser, su inteligencia; todo él es sujeto de mi deseo.