Hoy, mi psicoanalista mencionó el término trastorno obsesivo-compulsivo. Hablé de P., de mi salud y mi estudio. Algunos recuerdos sobre lo que conversamos:
A.: "Hace meses que estás pálida. Sos la única que no lo ve". Otras personas, recientemente, asociaron mi palidez a enfermedades. R. y mi madre tienen anemia. Según A., no sería grave que yo también la tuviera. Estoy ocupándome de mi salud, y sobrellevando la ansiedad que esto me genera.
En cuanto a P., hay una frase dicha por A., que me impactó: tiene miedo a vivir (miedo acentuado como pánico). Dijo que hay hombres y mujeres atractivas, pero yo no puedo ni pensar en conocer a alguien más. Una conclusión: No quiero ser feliz, sino sumergirme en el dramatismo. Mi afecto es insano, pues estoy obsesionada con él.
A. me recomendó Bodas de sangre. Estoy atada a las tragedias, al dolor y la muerte. De nuevo el bucle de pensamientos catastrofistas, tan característico en mí. Aún me imagino apuñalándome.
Es angustiante lidiar con mi mente, mi peor enemiga. Es angustiante dedicarle más tiempo al sufrimiento que al goce. Soy consciente de que debería estar cantando y riendo, pero en su lugar paso los días preocupada y llorando.
Debería estar teniendo sexo con P. Debería estar besándolo dulcemente, mientras me acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja. Deberíamos estar gimiendo, o con una sonrisa impresa en la cara.
Debería estar estudiando, debería recibirme en una semana. Debería estar contenta.
Debería alimentarme.
La rumia mental me está destruyendo. Supongo que es la causa de mi infelicidad. A. se esfuerza por llevarme siempre a la realidad, donde todo parece ser un poco menos peor. No quiero sufrir más. Quiero vivir, bien.