Recuerdo algunas palabras de una carta que le escribí a P.: En la distancia, te deseo inmensamente. El recuerdo de nuestros labios fundiéndose en la pasión hace que todo mi cuerpo te reclame. Tu tono de voz dulce y deseosa aviva aún hoy una llama imposible de apagar.
miércoles, julio 03, 2024
Sueño orgiástico y turbio: imágenes sexuales desagradables y sepultura de dos cadáveres. P. ni siquiera lee mis mensajes. Pienso que dejó de quererme y que pronto se olvidará de mí. Aún así, me aferro a una esperanza de tamaño bolsillo. Pienso en él todo el tiempo, angustiosamente. Apareció un problema que me haría permanecer en Buenos Aires, impidiendo mi fuga. Quizá, inconscientemente, busqué una excusa para poder recuperar el tiempo perdido junto a P. Oí que mi padre llamó a R. por tercera vez, y me irrité. Tomé la decisión de no asistir hoy a mi última clase. En su lugar, iniciaré las largas horas de ayuno requeridas para uno de los análisis de mañana.