Lloro. Él representaba mi pulsión de muerte, mis deseos más profundos, mi odio amoroso. Estoy tan confundida, sin embargo lo comprendo. Tengo en mí tantos recuerdos felices y hermosos. Besos, abrazos, palabras afectuosas, miradas. Lo amaba, a pesar de saber que no me correspondería jamás. Lo amaba tiernamente. Lo amaba entero. ¿Por qué hablo en pasado? ¿Por qué parece que hubiera muerto? P. está lejos, más inalcanzable que nunca. Y yo muero de amor por él, vivo de amor por él; enloquezco y sano de amor por él.
Lo amo con toda mi juventud, con la niña que fui, con mi nacimiento y la muerte que me espera siempre. Amo su luz y su negrura. Amo toda su figura, su silencio que alguna vez fue habla. Nuestro tiempo juntos, nuestras horas de conversación. Ayer soñé con él, tocaba su instrumento y yo lo miraba deseosa. Lo amo inconscientemente. Estoy segura que sabe cuánto hay en mi corazón. No tuvo la intención de herirme. Lo entiendo porque lo amo. Se va porque no puede amarme también.
Solo puedo desear que esté bien. Puedo morir de pena o aceptar la realidad y desapegarme, eligiendo vivir de amor y rebosar de gratitud. Me quedaré con su perfume, con el sonido de su risa, con el tono de su dulce voz y sus brazos abrazándome con fuerza contra su cuerpo. Me quedaré con el recuerdo del hombre que me enamoró perdidamente. Hay tanto dolor en mí que no soy capaz de explicar, tantas cosas que quisiera decir. Se acerca la oscuridad de la noche, y me pide que lo abandone.