Día especial y emotivo. Mañana le contaré lo sucedido a A. Estoy contenta, y orgullosa de mí. Sin embargo, mi mente se esforzó por traer de nuevo a P. y sus palabras terminantes. Lloré. Pensé en escribirle, pero borré su número. Intenté recordarlo, pero no pude. Ahora logré calmarme.
Hoy desperté a las siete menos cuarto de la mañana, inquieta. Mañana llegará un momento ansiado durante años por mí. Quizá, buscando a P., me aferre más al sufrimiento que a la felicidad que siento sin él. ¿Lo extraño realmente? Todo era distinto cuando decía quererme, cuando me deseaba. Ahora, P. es una figura oscura que no me hace bien.
Pienso en él la mayor parte del tiempo. A veces pienso tanto que lloro, pero después de algunos minutos, vuelvo a mi estado habitual de tranquilidad. Él quiso dejarme, él me perdió. Lo acepto, está bien. Intenté todo lo que creí que podía llegar a salvar lo nuestro. Ahora debo ocuparme de mí.
Hoy todo salió bien, incluso mejor de lo que esperaba. Me quiero mucho por haber llegado a este punto, por no rendirme nunca. Estoy agradecida conmigo, agradecida por la persona que soy. Finalmente, no importa que P. haya querido alejarse de mí. Quizá no solo se salvó a sí mismo. Quizá perdí a un hombre que quería, pero gané salud mental y autoestima. Quizá no sea cuestión de olvidarlo de la noche a la mañana, como él se olvidó de mí, pero sí de tratar de conservar los momentos felices por sobre el dolor que puede generarme a veces su partida.