sábado, diciembre 21, 2024

El tiempo todo lo oxida. Mis ojos, ciegos de negrura. Una boca o un campo de espinas, recuerdos imprecisos. Dos manos ajenas cuyos dedos se entrelazan en mi pecho. Una hoguera detenida, inmóvil; pronto un agujero de cenizas que me impide respirar. Mis dedos tiemblan, mis dientes me devoran violentamente. En mis mejillas, las lágrimas juegan resbaladizas. De momento soy un feto, y mi pena una figurita delgada y ramificada que se mueve como un títere. ¿Estoy muerta hace cuánto tiempo? Pajaritos celestes me tiran de los pelos, una caricatura retorcida. Mi cuerpo, destrozado a latigazos. O tal vez soy un perro enroscado en un charco de veneno. Me trastorno, preciso sedantes. ¿Cómo deja uno de querer saberse querido?