Un fantasma, o un rostro pálido y ojeroso frente al espejo. Entre las sombras, una herida sangrante en la frente. Agitada tras pocos pasos, me detengo a inhalar hondo. Un cansancio que se apodera de mí, a causa de la falta de alimento. Mi vista, nublada. Yo, perdida, muy perdida, como entre nubes grises. Me debato entre comer o aguantar algunas horas más. Sigue manando sangre desde mi cabeza.
Se hace de día y estoy sola, finalmente. En mis oídos, canciones románticas que aceleran mi llanto. Silencio, o ruido. Pintura. Palabras que aprietan mi sien como un cuchillo oxidado. Una buena idea: alimentarme antes de que interrumpan mi solitud. Pronto escucho las voces de V. y su pareja. Yo, distraída. Me miro al espejo, pues tendré que enfrentarlos. Un par de ojos que no dicen nada, mi pelo que refleja el desorden de mi mente, no mucho más. Ah, sí, el cuello de mi camiseta está empapado de lágrimas. Tengo que cambiarme y fingir, fingir que todo está bien. Mi sonrisa forzada, primero ante él, quien, sonriente, pregunta cómo estoy. Algo en mí se quiebra, y me alejo de su abrazo rápidamente. Por suerte, no estaba R., a quien no veo hace casi diez días.
¿Y ahora? Palabras amorosas cruzan mis sienes. Él, clavado en el centro de mi pecho. Mis ojos apresuran el temor de la pérdida. Mi amor, más inquebrantable que nunca. Somos uno ahora mismo, nuestros dedos enlazados en el silencio más agónico. El cuerpo que nos pesa y duele, fundidos simbióticamente. Él, que es tan mío, y tan dueño de mi persona. Él, que se aleja, y sin embargo sigue tan enraizado como si fuera otro de mis chakras. Sus palabras que me sangran en la frente, y sus labios que me besan con una ternura casi paternal. Él, que me quiere, que hasta me adora como si fuera una divinidad. Él, que no consigue apartar mi figura de su mente, mi mirada que lo ama y mi tacto que lo cuida. Ahora, que todo parece perdido e irrecuperable, trazamos el amor en una hoja desgastada. Ah, me pregunto si seremos capaces de querernos aún en las adversidades... Parada en una esquina, observando las agujas de un reloj eternamente detenido en una letra P.