miércoles, diciembre 11, 2024
Soy nada, espuma, un jarrón amarronado e inerte. Soy lágrimas que recorren un rostro desfigurado por el dolor. En el espejo, un par de ojos ajenos, enrojecimiento que indicaría viveza. Soy, pero me siento no ser. Me torturan clavando agujas en mi piel, pobrecita yo... Ahora inhalo un vacío tan mío. El viento podría hacerme desaparecer. Oh, señor militar, solo existo entre oscuras sombras. No soy carne, no soy digna, no me miran. Soy un bebé de dos años, muerto por falta de atención paterna. Soy un olvidado, un eterno interrogante. Soy huellas dactilares viriles impresas en mis pezones, en mi cintura, en mi humedad clitoriana. Soy un nombre sin apellido, un torso infantil sin piernas ni brazos. Soy un hombre, un amante, una pérdida irrecuperable. No soy esta que soy, ni aquella que fui, ya no seré nunca. Soy una herida de bala en la frente, una mancha de sangre en la pared del olvido. Soy un fusil fusilado. Soy el tiempo, una criatura que llora, un ser hambriento. Soy el silencio, el grito mudo, las palabras que nadie pronuncia. No soy de nadie, ni siquiera mía. Me perdí en el bosque encantado, en la luna, en las alcantarillas. Soy un puñal apuñalado descansando en la cama. Indefensa, miro la nada. Ah, cómo quisiera ser mujer... Cómo quisiera que un par de manos arrancaran mis ropas, mis ojos, mi boca. Cómo quisiera ser un farol prendido en llamas. Cómo quisiera ser nombrada por aquella lengua y aquellos labios. Demasiado ocupada sin poder atravesar sus pensamientos. Me ahogo en su mar de nada. Me desdibujo hasta la extinción. Soy un candado, un camino prohibido, unos colmillos de temer. Ahora, entonces, soy un grano de arena, una pata de hormiga, un cabello incoloro. Una risa maligna, una voz chillona, una mirada saltona y ridícula. Soy estúpida. Me castigan con la indiferencia más atroz. Me siento morir en un reconocido abismo.