viernes, diciembre 20, 2024

Mi inconsciente se parte en decenas de sueños y desvelos por la madrugada. Apenas pasé doce horas hambrienta. Quizá me golpearon brutalmente, y mi figura indefinida por aquellos golpes nocturnos. Tal vez el inicio de la lectura de Olga Orozco y un pasado mínimamente originario. O el saberlo penoso y no poder tomar otro camino que el de la angustia. Conscientemente, las letras se amontonan en renglones. Y los renglones sangran un discurso ajeno, un discurso propio, un discurso que dice y al mismo tiempo no dice nada. Deberé siempre, forzadamente, tomar el camino del silencio. Aceptar un afecto que enmudece. Las palabras se vuelven huecas al no tener receptor. Los esfuerzos, inútiles. Toda una vida que se reduce a infinitos ciclos, a más de lo mismo.