Con el estómago vacío y un poco revuelto, me detengo en la cama a mirar el horizonte. De nada sirve obsesionarme con una llamada que no llegará. Es ahora cuando, de repente, recibo un mensaje de A. Últimamente hemos estado hablando, especialmente sobre mi angustia sentimental. A. dice que debería llorar por una persona que me dé el cinco por ciento de lo que yo doy. No importa, son mis errores los que me atormentan. P. diría que el amor no basta. Observo moretones en mis piernas, al tiempo que recibo respuestas calmantes de A.
Me atrevería a decir que A. es mi único amigo, y se quedó conmigo a pesar de reconocerme sensible, exagerada... A. siempre supo ver, a pesar de mis defectos, la bondad de mi entregado corazón. Le guardo cariño y agradezco cada una de las veces que me escuchó y aconsejó. Me hubiera gustado, al menos una vez, que P. se quedara a conversar conmigo y me tratara como A., pero su orgullo jamás se lo permitió.
Mi sombra se sostiene en la frente, con la mirada perdida. P. está demasiado herido como para volver tan pronto. Me cuestiono si encontrará algún motivo que lo acerque algún día, o si me verá defectuosa y anulará su cariño. Es tan especial para mí que su ausencia me duele como si se tratara de infinitos puntos cortantes localizados en todo mi cuerpo. Nos reencontraremos, porque nuestra historia merece continuar. Estoy convencida de que seremos uno en los brazos del otro, y la ternura reinará en nuestros corazones felices. La pluma del destino sigue escribiendo sobre nosotros.