sábado, diciembre 07, 2024
Recibí la visita de A., quien culpó a R. de mi silencio. Me dijo que rompa el encierro, que tenga amigas, y también amantes. Me trató de pobrecita, y de linda. Yo reí, pensando en mi nula vida social, y en mi vínculo con P. Seré una viejita hermética, viviré dentro de una cajita de zapatos de cristal, y no saldré jamás. Escribiré veinte libros en secreto, y si me aburro demasiado, me suicidaré. Tal vez ni siquiera llegue a ver mi rostro arruinado y arrugado. Ah, mi cuerpo joven o viejo, vivo o muerto, me genera un rechazo angustiante. Espero que nadie más me vea desnuda, ni viva ni muerta. Qué desagradable, qué vergüenza. Me siento como un monstruo terriblemente desfigurado, pero a diferencia de los cuentos de terror, la gente no se espanta boquiabierta cuando me ve. Qué comentarios más crueles deben rondar por las cabecitas ajenas. Si tan solo no hubieran quebrado mi frágil autoestima... Tengo una pena insoportable dentro de mi ser, como una pelotita saltarina anaranjada y brillante. Una pelotita de metal rugoso, que pesa toneladas, y cada vez que roza las paredes internas de mi cuerpo me hace llorar de dolor.