Es curioso que, de repente, todas mis preocupaciones aparezcan al imaginar la desnudez de P.: aquel hombre dispuesto al acecho, impidiéndome salir a la calle; y todas sus consecuencias. Mi miedo más profundo es que el hombre invisible me lastime, y mi mayor deseo es intimar con P. ¿Será mi sexualidad la mayor causa de mi sufrimiento? Mis temores aquí han disminuido considerablemente, quizá gracias a la presencia de mi madre, reduciendo mi soledad. El ángel que me desvela bien podría ser P., o mi madre, ya que desde el lunes no he tenido ni siquiera una noche de paz. Desde el alejamiento de P., me encuentro diariamente con mis pensamientos caóticos. El anhelo de volver a verlo esconde la imposibilidad de sentir el afecto de mi madre pero sí el de un hombre que me mira con ternura. Sueño con J. L. peinando mi pelo como si fuera P. En mi mente, Bebe comienza a cantar "una vez más, no, por favor, que estoy cansada y no puedo con el corazón". J. L. es el culpable de mis dificultades sexuales.
Oigo el ruido del motor de un avión que sobrevuela el cielo negro sobre mí; al parecer, una burla del clima y la compañía aérea, empeñados en recordarme que hoy tampoco viajaré a Buenos Aires. Mi reflejo en la ventana bebe una taza de chocolate caliente. Al girar a la derecha, una figura de la estatura de ÉL me hace suspirar como si fuera posible tenerlo tan cerca. Quisiera decirle a P. que lo amo, aunque hoy ni siquiera hemos cruzado una palabra. Paul McCartney entona "Let It Be", mientras las gotas de la llovizna se secan por el viento que golpea el vidrio del auto de mi padre. Me pregunto si esta noche se romperá mi racha de mal sueño y lograré descansar. Probablemente sea lo primero que le cuente a mi psicoanalista el lunes.