jueves, enero 11, 2024

La noche oscura me impulsó a despedirme de P., lo envolvió en mi sueño como una neblina y hoy también fue mi primer pensamiento en la mañana. Joaquín Sabina con su "Ruido" viene a mí.
En mi muslo derecho, las gotas caídas de mi pelo forman una mancha: un pie de recién nacido con un dedo que, deformado, se asemeja a un órgano masculino.
La angustia me invade cada día que mi madre sale de casa. Dentro de mí, persisto siendo una niña que necesita atención materna. Una pena me estruja el corazón, ya que en lugar de hablar con P., es ella a quien debería acercarme. La presencia de P. en mi vida, hasta el sábado pasado, no fue más que una distracción de mis verdaderos conflictos. Fue su afecto el que colmó mis días, y su seducción un juego que me atrapó hasta explotar mi bienestar. Hoy, igual que ayer, ya no quedan restos de aquello, sino de una distancia que nos separa y lo seguirá haciendo algunos meses más. 
Ojalá P. pueda sanar su herido corazón, al igual que yo pueda trabajar en las emociones despertadas con su alejamiento. Y si nuestro afecto permanece, ¿podremos estar juntos? ¿Y si esta es una oportunidad para unir nuestros destinos?
Tengo que salir, sola, antes de tener sesión con A. el lunes. Quizá mañana. Tengo que acudir al llamado del lago que me espera, o al del mar. Estar en contacto con la naturaleza podría aliviar mi malestar. El encierro está siendo mi refugio, en el que colapsan las distracciones, es el mecanismo que elijo siempre para cuidarme y soportar la soledad de maneras agradables. Mi rutina sigue siendo la misma que en Buenos Aires, salvo algunos días excepcionales. Siento que haberme propuesto cambiar y tener avances terapéuticos, en cuanto al viaje o al nuevo año, fue en vano; el día a día se asemeja mucho a lo que solía hacer hace tan solo un mes atrás. Ya que no he tenido más que una salida al exterior, no puedo determinar hasta qué punto ha mejorado mi nivel de ansiedad. Sé que a nivel inconsciente, evito enfrentarme a esa situación. 
Han transcurrido ya algunas horas del día, en las que he empezado a enfocarme en los conflictos que son ajenos a P. Y si bien todo mi ser lo extraña y quisiera que volviera en este preciso momento, sé que no puede, y yo tampoco. Pero comienzo a fantasear con el día en el que podamos conversar nuevamente, en el que ya no exista tal distancia emocional, ni tampoco física. El sol, iluminando mis pensamientos.