Tratando de contactar a P., imágenes blancas se me imponen, y la imposibilidad de obtener una respuesta me asfixia.
Dos seres malignos, atados con cordones, al otro lado de la puerta entreabierta de mi hogar. En el sobresalto de lo acontecido, mi pensamiento se dirige hacia P. Un cuerpo adolescente bello, unas tumbas diminutas. Observo cómo otros han sido víctimas de torturas físicas, látigos en torsos desnudos, miradas perdidas, cabezas rapadas, shock mental. Yo, indemne. Un hogar inseguro, figuras paternas desvaneciéndose del escenario. Yo, sumida en desesperación ante mi soledad, solo puedo recurrir a un hombre, solo puedo confiar en él. Automáticamente me estrello contra una pared imaginaria, o diurna, ya que ese hombre no puede socorrerme, de hecho, ni siquiera debería ser quien lo haga.
Yo, viajando en avión, quizás reflejando mi deseo de estar físicamente junto a P.
Finalmente, despierto. La palabra "desviación", utilizada por A., vuelve a mi mente. No puedo sostener la mirada de mi padre. Mi visión se pierde como si mi sueño fuera un espejo, una luz que titila. Siento que jamás seré suficiente para P. Jamás mi piel será tan suave para sus dedos, sino áspera como una lija. Engañé a mi mente, pues el recuerdo de sus labios húmedos me punzaba el estómago. El perfil de su rostro aparece cada vez que cierro los ojos, provocándome una mezcla de placer y dolor. Mi boca degusta el sabor de su piel, sensibilizándome. Un agujero en mi cabeza deja ver parte de mi cráneo, donde se instalan pequeñas mosquitas que se alimentan de mi sangre lujuriosa e impura. De repente, soy consciente de mis latidos, mi respiración profunda, mi sexo suplicando a P., y mis lagrimales deseando precipitar el llanto. Sentimientos confusos, extremos, debilidad física.
Dos seres malignos, atados con cordones, al otro lado de la puerta entreabierta de mi hogar. En el sobresalto de lo acontecido, mi pensamiento se dirige hacia P. Un cuerpo adolescente bello, unas tumbas diminutas. Observo cómo otros han sido víctimas de torturas físicas, látigos en torsos desnudos, miradas perdidas, cabezas rapadas, shock mental. Yo, indemne. Un hogar inseguro, figuras paternas desvaneciéndose del escenario. Yo, sumida en desesperación ante mi soledad, solo puedo recurrir a un hombre, solo puedo confiar en él. Automáticamente me estrello contra una pared imaginaria, o diurna, ya que ese hombre no puede socorrerme, de hecho, ni siquiera debería ser quien lo haga.
Yo, viajando en avión, quizás reflejando mi deseo de estar físicamente junto a P.
Finalmente, despierto. La palabra "desviación", utilizada por A., vuelve a mi mente. No puedo sostener la mirada de mi padre. Mi visión se pierde como si mi sueño fuera un espejo, una luz que titila. Siento que jamás seré suficiente para P. Jamás mi piel será tan suave para sus dedos, sino áspera como una lija. Engañé a mi mente, pues el recuerdo de sus labios húmedos me punzaba el estómago. El perfil de su rostro aparece cada vez que cierro los ojos, provocándome una mezcla de placer y dolor. Mi boca degusta el sabor de su piel, sensibilizándome. Un agujero en mi cabeza deja ver parte de mi cráneo, donde se instalan pequeñas mosquitas que se alimentan de mi sangre lujuriosa e impura. De repente, soy consciente de mis latidos, mi respiración profunda, mi sexo suplicando a P., y mis lagrimales deseando precipitar el llanto. Sentimientos confusos, extremos, debilidad física.
Quisiera cubrir mis manos y mi rostro con un velo. Ocultar mi cuerpo donde nadie lo vea, ni siquiera P., ni yo. Tapar cada imperfección con parches oscuros, metros de tela rígida girando sobre mí. Pronto me asfixia y logra desvanecerme, y nada mío existe ya, ni el recuerdo. Lágrimas del cielo borran lo textual de mis fantasías. No queda rastro del afecto que albergo por P. y mi alma se libra de los placeres terrenales.