P. me rechaza, como si pudiera ver que en mi interior habita un monstruo desagradable, violeta y gelatinoso.
En mi mente resuena una palabra de A.: desviación. Un corte profundo en mi sien, una cascada de rojo que tiñe el blanco del suelo.
El aire se contamina con la presencia de una boca que me tiene en la punta de su lengua y en su dedo índice. Odio que habita en mis conexiones nerviosas, recorriendo mi existencia.
Anhelo la oscuridad de una venda eterna en mis delicados ojos, buscando refugio en el suave roce del aire que acaricia mi piel. Que mis párpados cierren sus persianas a todo lo conocido ya en este mundo.