He confesado mi amor a P., y a la distancia, siento sus nervios temblando. Una mujer canta flamenco en la lejanía. Pienso en el tiempo que nos he engañado. Nuestras palabras me impiden conciliar el sueño; mi cuerpo gira incómodo de un lado al otro de la cama. Cuando finalmente lo consigo, despierto a las pocas horas, y una inquietud recorre mi ser, más bien una sospecha, un interrogante: ¿será la reacción de P. una muestra de reciprocidad? Un campo de flores se deshoja en la boca de mi estómago. La numerología de la hora actual, 5:55 de la mañana, indica una buena señal del advenimiento de una relación significativa. Mis palabras, también cinco. Sonrío al pensar en este detalle.
Inesperadamente, ocurre mi segunda salida en casi un mes. Camino sola por la tarde oscura y las calles húmedas, mientras me recorre un intenso sentimiento de persecución. Dos figuras se dibujan a lo lejos, como sombras: mis padres. En mi rostro, alegría, alivio y emoción, como si no los hubiera visto en años. Quizá este recuerdo me acompañe como amuleto al salir mañana. Quiero sorprender a mi psicoanalista desde un espacio nuevo: el parque. Quiero enfrentarme al lago, aunque hoy, mi ansiedad me ha llevado a imaginar un posible secuestro. Si no le planto cara a mis peligros, jamás podré estar con P. Si aquel hombre que me persigue en todas mis desgraciadas fantasías persiste dispuesto a hacerme daño, acabaré sola y triste, más aún.
Recuerdo el dedo índice izquierdo de P. rozando suavemente mi sexo, mientras un gemido cortante acaricia su oído. Me pregunto si volveré a verlo, y el ansia logra mezclar nuestro pasado y único encuentro con una pizca de imaginación de cara al ¿próximo? ¿Su mirada denotará cansancio y debilidad o ganará su felicidad por verme? Imagino sus brazos fuertes estrechándome contra su cuerpo, fundiéndonos en un abrazo desesperado, sin necesidad de decir que nos hemos extrañado. ¿Hablaremos finalmente de nuestros sentimientos? Una sonrisa estampada en su rostro, que pronto me deja oír su voz calmada. Un beso apasionado sin mediar palabra, mis manos rodeando su cuello, una agitación que me impide respirar con normalidad. ¿Lograré decirle que lo quiero?