jueves, enero 18, 2024

"Me estoy volviendo loca por un hombre", pienso, y abro con fuerza una canilla que empapa mi pierna izquierda. Un sueño me ha hecho despertar en la punta más alta de mis nervios: P. mostrando rechazo hacia mí y afecto hacia su ex pareja. La aparición de otras mujeres seducidas por él me ha enfurecido como nunca, siendo la segunda vez en la madrugada que me desvela mi obsesionado inconsciente. Un sentimiento de confusión que me hace dudar de mis intenciones: ¿serán los celos el mayor indicio de mi enamoramiento o un simple reflejo de mis inseguridades?
He leído su nombre en las noticias del autobús y en la televisión, creyendo en las señales que podrían reencontrarnos. He sentido un exagerado deseo de intimar carnalmente con él durante todo el día. Hoy, solo percibo la imposibilidad marcada de los primeros tiempos, la sensación de que ya nunca volveré a verlo y todo ha sido culpa mía. Mi madre ha dicho que por las noches me convierto en un murciélago, refiriéndose a mis dificultades para permanecer dormida. Más bien diría que soy una joven con un alto grado de locura que necesita curarse urgentemente, es decir, ser curada de mi abstinencia por A. 
"Estoy enloqueciendo por el silencio", pienso racionalmente, ya que P. no es más que un hombre que, al igual que el sol, puede desaparecer en un instante. No es la ausencia de P. la causa real de mi sufrimiento, sino un títere al que le deposito mis frustraciones. Es mi silencio quieto y estancado la causa última de mis dificultades sociales, sexuales, del sueño y el miedo a salir al exterior. Tuve un sueño curioso en el que el fantasma de J. L. me acompañaba caminando por la calle y yo pensaba contárselo a mi psicoanalista como un logro. Me sigue sorprendiendo que aún no me haya echado a llorar esta semana.
Hace días no escucho flamenco, pues el canto adolorido me quiebra, recordándome que P. se ha ido al ritmo de "Soy Gitano" (Camarón de la Isla). Puedo estar a solas con mi mente sintiendo una enorme tranquilidad reflejada en mi ritmo cardíaco, atribuyéndoselo a la sesión del lunes frente al lago. Aún así, la cama se ha convertido en el lugar donde mis pensamientos giran de un lado hacia el otro. El sol intenta esconderse pero sigue visible tras las nubes, sonrío. En el día de ayer no he cruzado palabra con P., lo cual me hace sentir que no me queda nada por decir, nada por hacer.