martes, abril 30, 2024

Me detengo en el dibujo del árbol realizado por P. El hueco en medio del tronco indicaría la presencia de una herida profunda a sus diecisiete años. Observo una foto suya a esa edad: sus ojos cerrados y una sonrisa radiante en su rostro; su cuello inclinado, luciendo una camisa blanca, despierta en mí el deseo de besarlo.
Recibo un mensaje suyo que dice: "Te quiero", y yo lloro. Es todo lo que necesitaba saber. Le respondo: "Te extraño". Aún así, me inquieta el tiempo que ha pasado desde la última vez que nos vimos. Anhelo contemplar su rostro, escuchar su dulce voz y besar su boca.
Reaparece una sensación de temor muy profunda. Vueltas en la cama hasta altas horas de la madrugada, temiendo que llegue el fin (muerte súbita). Percibo una fuerza inmensa en mi corazón, que podría ser derribada en cuestión de minutos. En mi mente, "Corre, dijo la tortuga", de Sabina.
Despierto agitada luego de soñarme en tres escenas diferentes: Primero, me encontraba besando superficialmente los labios de un joven español. Luego, jugaba con una niñita que reía a carcajadas. Y por último, apartaba la vista de un sinfín de imágenes violentas de carácter sexual.
P. dice que le erotizan mis mejillas, en diminutivo. Creo que jamás había utilizado ese verbo antes. Intento evadirme de aquello sin éxito. ¿Acaso reactualiza su afecto y deseo, anulando mi sensación de pérdida, abandono y duelo (pensamientos catastrofistas)?
Me animaría a afirmar que hace años no sentía tanto terror al momento de bañarme. R. se ha ido, y al hacerlo oí un estruendo. Creí que alguien malicioso le había disparado en la cabeza. Los ruidos me hacen cuestionar mi cordura, creyendo que alguien vendrá a ultrajarme. Répression des pulsions internes. Finalmente, descubro que se trata de una joven pareja jugando con una niñita en la vereda. Logro tranquilizarme antes del regreso de R. 

lunes, abril 29, 2024

Dificultades para conciliar el sueño. Fantasías eróticas con P. Recuerdo cuando me preguntó si deseaba casarme. "Sí", le respondí irónicamente. A veces siento que estamos juntos, luego me encuentro sola y pienso que ya no volveré a verlo.
Comencé a leer la teoría de las necesidades de Maslow. Curioso, ¿no? Recuerdo la mano de S. en lo alto de mi espalda y su comentario en relación a mi cumpleaños número veinticuatro. R., por su parte, ya pensaba en el festejo. Me pregunto qué haré, aunque aún falta más de un mes.
Me detengo en los ojos cansados que se reflejan en el espejo. Me aturdo. Me imagino con ÉL en una sala de cine, entre libros o en cualquier lugar. Nos recuerdo besándonos en la calle, en un reencuentro apasionado. ¿Por qué persiste, hermoso, en mi mente?
¿Y si le escribo una carta a P.? ¿Y si nunca la lee? ¿Cómo hemos llegado a este punto? Dudo mucho de lo nuestro, honestamente.
Despierto luego del insomnio puro. Recuerdo mi primer acercamiento con P., envuelta en su seducción. Pensar que pronto se cumplirán dos años de aquel momento... Siempre me sentí tan insignificante, en cambio, él ni siquiera se considera bello. 
Sospecho que R. tenía razón: ¿estoy enfermando? Como de costumbre, lo oigo hablar con la señora X. Suelen llamarse al menos dos veces cada día. Envidio no poder conversar largo y tendido con ÉL. Debería aceptar que no tenemos ningún motivo que justifique tanta comunicación.
¿Lectura, puzle, ruidos, escritura, silencio, aburrimiento? Me pregunto cuánto tiempo más podré permanecer en aislamiento. Ahora temo que alguien venga dispuesto a herirme, sintiéndome nerviosa y al borde de la locura.

domingo, abril 28, 2024

Es de madrugada y R. se ha ido, estoy completamente sola. Oigo ruidos que me inquietan y generan un profundo temor. Me acerco a cada rincón de la casa vacía, excepto uno: la habitación de S. Abro persianas, mi mirada se dirige al exterior oscuro, buscando alguna sombra movediza. En medio de una crisis de agitación, pienso en llamar a P. para tranquilizarme con su voz calmada y dulce. También considero recurrir a M., para que venga a hacerme compañía. De ningún modo quiero preocupar a R. ni interrumpir el descanso de A. Supongo que es hora de enfrentar mis miedos y mis pensamientos tortuosos.
De repente, siento pasos familiares acercándose. R., al observar la luz que sale por la puerta de mi habitación entreabierta, me pide que descanse. Se me escapan algunas lágrimas, pues lo he logrado. He estado sola, conteniendo mi necesidad de recurrir a alguien. Me he calmado a los pocos minutos, concentrándome en otros estímulos. La tensión de mi cuerpo desapareció a las tres de la mañana, pudiendo así alcanzar el tan ansiado sueño. Casi diez horas después, R. me adelanta la visita de S. y sus hijos. Almuerzo después de ¿un mes? C. dice que no doy señales de humo (¿de vida?).
Salida familiar al exterior. Mi mirada se detiene en el gran Lito Vitale, subido a un escenario. Risas cómplices con S., como siempre. Pienso en cuánto me gustaría estar recostada en el pasto con P., fundiendo mi mirada en la profundidad de sus ojos. Sin embargo, no tengo noticias ni palabras suyas. Me pregunto qué podría regalarle para su cumpleaños número treinta y cinco, luego viene el pensamiento angustioso de que no volveré a verlo. ¿Por qué no quiere compartir un momento conmigo? ¿Por qué no podemos estar juntos, hablando y riéndonos? O en silencio, pero juntos. 
En cuanto a las horas que restan para finalizar este día, supongo que veré una película o me distraeré con sonidos. O me perderé en el silencio, o me abandonaré en la cama. Anhelo descansar, como si no hubiera dormido en años. Me sumiré en mi indiferencia o encontraré alguna actividad para entretenerme. Ni siquiera puedo identificar cómo me siento en este momento. ¿Cómo saberlo? Algunas palabras escritas por mí en la oscuridad de la madrugada: libertad, desapego, realidad, individualismo, aprendizaje.

sábado, abril 27, 2024

A. quedó encantada con nuestra sesión. No todo es abandono y dramatismo. Enfoque en la solitud. Después de una semana, cené con R., quien me pidió que me cure en caso de sentirme mal. Retomé el contacto con P. Avancé en el armado del puzle y abandoné la lectura actual. Comienzo a sentirme mejor y más entera. Soñé que salía al exterior con mi madre y C.; luego con L., una amistad de la adolescencia. Según A., que transite por emociones incómodas marca el inicio de algo novedoso.

viernes, abril 26, 2024

Oigo la conversación de R. con una mujer llamada M., quien expone su drama amoroso con un señor X. R., por su parte, no pierde la oportunidad para hablar de su affaire con la señora X. (necesita aclarar que no es su partenaire sentimental). Concluyo que significo lo mismo para P., en caso de significar algo, una limitación del cuerpo mío, una falta evidente de compromiso (en el sentido más ligero de la palabra). Es, sencillamente, desprendido, desinteresado e indiferente.

"Esta sala de espera sin esperanza
Estas pilas de un timbre que se secó"
J. Sabina

Veo a un hombre y a una mujer detrás de una puerta abierta, ¿por el viento? Inmediatamente la cierro y, nerviosa, coloco una traba. En la escena siguiente, el hombre logra entrar y empieza a hurgar, ¿con el fin de hurtar? Yo me encontraba encerrada en el baño, temerosa de ser lastimada. Temía que los vidrios de la puerta me cortaran, le gritaba que no abriera y hacía fuerza para mantenerla cerrada, pero el hombre (¿P.?) no tenía intenciones de dañarme. Aparece mi madre y otras dos personas dentro del lugar, una un tanto sospechosa. Cuento con vehemencia lo sucedido, hasta que ella me tranquiliza. Todo el lugar estaba relativamente desordenado y, por la presencia de billetes que ya no están en circulación, me atrevería a deducir que aquel episodio tan traumático se enraíza en mi adolescencia.
Despierto exaltada, pensando en compartir aquel sueño con A. ¿Por qué reaparece el temor a ser lastimada por un hombre? ¿Por qué me encierro y huyo de él? Al mismo tiempo, ¿por qué dejo la puerta entreabierta pero después le pido que no abra? ¿Por qué creo que el hombre de mi sueño es P.? Vuelvo a reflexionar sobre mis pensamientos nocturnos, buscando el origen de mi interpretación onírica. Luego de concentrar mi atención en su accionar evitativo, me pregunté: además de la dualidad erotismo confrontativo, ¿qué estoy aportándole a nuestra relación? En caso de que quisiera mantener una conversación con ÉL, ¿de qué le hablaría? Y si quisiera verlo, ¿qué querría que hiciéramos juntos? "No sé", me respondí. Creo que me esforcé demasiado por erotizarlo, me temo que ni siquiera nos conocemos lo suficiente. ¿Será demasiado tarde? ¿Y si ya nunca vuelve? ¿Eso fue todo?

jueves, abril 25, 2024

ÉL seducía a una mujer, hablaban entre risas y miradas cómplices. No sé si era su intención, probablemente estaba siendo él mismo. Lo que sí sé, es que ella estaba encantada con sus grandilocuencias. Yo los observaba desde debajo del escenario, sin que él fuera consciente de mi rabia. Al despertar, la represión me hizo olvidar este sueño. Apareció intacto mientras leía a Pessoa. Fantasía inconsciente, celosa y posesiva. ¿Por qué no puedo ser aquella mujer? ¿Por qué siempre he sido espectadora? ¿Por qué no estoy riéndome de sus gracias y ocurrencias? ¿Por qué no estoy junto a él en este jueves lagrimoso? ¿Por qué estoy lejos, por qué no puede verme? ¿Por qué si estoy tan cerca?
Una hora y media buceando entre las mil piezas del puzle. Terminé de unir poco más de cien piezas, las que conforman el marco. Agrupación por tonos celestes, azules, verdes, anaranjados y amarillentos. Aún quedan cientos de piezas sueltas. Separación por formas, intentos de encajar partes de un cielo que parece caerse a pedazos. Me pregunto cuánto tiempo más le destinaré a algo que veo completamente irrealizable. Llámese puzle, llámese vínculo afectivo. ¿Acaso no es otra forma de evadirme? Intento evitar cualquier ruido, necesito contemplar mis pensamientos cuando reina el silencio.
¿Cómo le explicaré mi angustia y mi cansancio a A.? ¿Le echaré la culpa a P., a Alicia, a mi útero; y por qué no también a R., que respeta mi reclusión sin enojarse? ¿Cómo me excusaré por la falta de ayer y por el impulso de alejarme de ÉL (de todos, realmente)? Mis gatas son siempre las que se llevan la mejor parte: caricias, besos y susurros dulces. Ya me gustaría a mí ronronear ante el afecto de P. (o de cualquiera, realmente). Tengo miedo de que no vuelva jamás. Temo que ya no dirá que me quiere y que, por el contrario, me abandone. Esto me angustia terriblemente. ¿Y si se olvida de mí? ¿Y si ya no quiere verme? ¿Y si está con otra mujer? Alors... ¿Seguiré refugiándome en las piezas del puzle de mis fantasías?
Encontré un puzle del Castillo de Neuschwanstein, conservado de manera intacta por mi padre. El rey Luis II de Baviera construyó un mundo fantástico, encerrándose en sí mismo. Me permito identificarme con una descripción de su persona: sensible, romántico y atormentado.
Me persigue el sonido de mis dedos diestros desplazando las pequeñas mil piezas del puzle de un lado a otro, observando atentamente sus colores y formas, llegando a pensar "¿qué estoy haciendo?". La caja del rompecabezas bien podría ser mi mente. Hurgo entre piezas de recuerdos, removiendo antiguos dolores.
Después de pasar algunas horas entreteniéndome, llega el silencio oscuro y angustioso. Me pregunto por qué P. y yo no podemos dejar de enredarnos. Una lágrima reposa en la comisura izquierda de mi boca. ¿Por qué no podemos hablar sin que desaparezca? ¿Por qué es tan cambiante? 
Debo aceptar la realidad, por eso es necesario que vuelva a escribir sobre este plano. Para P. soy un objeto, tengo una utilidad física: darle placer. Nos veremos únicamente con este fin, una vez al mes. Después del acto sensual, P. desaparecerá como de costumbre. Nada de afecto, nada de peleas, nada de interés, nada de trato humanizante. En su lugar, habrá días de silencio y alejamiento. No compartiremos más que unas horas mensuales de intercambio físico y energético. Esto es todo (o nada, realmente). 
Honestamente, no sé si esperé tres meses para esto. O al menos, no lo imaginaba exactamente así. P. decía que ya hablaríamos cuando yo estuviera en Buenos Aires. Creo que preferiría estar lejos suyo por miles de kilómetros, y no por el motivo actual. Ya que nunca podremos estar sentimentalmente juntos, ¿no podríamos al menos sostener un vínculo que valga la pena? Sí, ya sé, no quiere tener nada conmigo. O tomo esto, con todos los sentimientos que me produce, o lo dejo. Él no me retendrá, no hará ni dirá nada, porque no le importo, porque no soy un espejo. No soy nada, de hecho. Ni lo seré nunca. De ser, sería una mancha blanca, una tiniebla, un faro invisible por la niebla, un ahogado que es expulsado por el mar y horroriza a los transeúntes.

miércoles, abril 24, 2024

"¿No comés?", preguntó R., después de un ayuno de dieciocho horas. "No dije nada", manifestó al verme sosteniendo una taza de chocolate caliente. ¿Ya mencioné que, por mi condición de ermitaña, hace años suelo evitar cualquier acto de alimentación frente a alguien? Merendé en la cama después de ducharme y cambiarme de pijama. Esto último me costó demasiado; mi cuerpo anhelaba fallecer en la comodidad de la cama, adolorido como nunca antes.
Recostada, siendo observada por la mirada penetrante de mi gata mientras le hacía caricias, pensaba. ¿Cuándo empecé a refugiarme en la fantasía? Se me ocurre que si escribiera un libro, probablemente me gustaría titularlo "F. en el país de las fantasías", ¿no es ingenioso? Me recuerdo en mi más tierna infancia, rodeada de peluches; entre ellos, un oso con una bufanda y un gorrito adorable. Quizá lo que más me gustaba era su tamaño y su suavidad, ya que podía estrujarlo contra mí cuando necesitaba un abrazo. Me imagino rodeada de objetos inanimados y almohadones, creando un escenario lúdico en cualquier lugar.
Me pregunto cómo fueron los primeros años de vida de P. ¿A qué le gustaba jugar? ¿Tenía armas de juguete o tal vez autos pequeñitos? ¿Jugaba a la pelota, le gustaba construir castillitos en la arena? ¿Era curioso? ¿Hacía muchas preguntas? ¿Cómo descubría su entorno? ¿Era travieso? ¿Tenía amigos? ¿Le gustaban los cuentos? ¿Amaba a su madre y odiaba a su padre? ¿Jugaba con ramas caídas, cortaba el pasto con sus manos, se escondía detrás de árboles? ¿Cómo era hace treinta años? ¿Solía enojarse y estar serio, era un niño sonriente? ¿Qué hacía cuando se sentía triste: lloraba, alguien lo contenía?
¿Por qué estoy pensando en esto? ¿De dónde proviene mi angustia? ¿Por qué sueño con el exterior o con mis padres? ¿Por qué me encuentro tan sensible y al borde del llanto? En el silencio aburrido, un millón de interrogantes vienen a mí. Podría estar con A., L. y T., o conversando con P., leyendo o distrayéndome del caudal de mis pensamientos, pero prefiero el encierro mudo. 
La conversación con P. duró lo que un suspiro; apenas se limitó a preguntarme cómo estaba. Al parecer, no le interesaba saber nada más, ni siquiera me propuso vernos. Empieza a dolerme este juego de la indiferencia y el rechazo, porque soy consciente de lo poco que le importo. Supongo que era la única que mantenía vivo nuestro vínculo. ¿Acaso esperaba que me hiciera sentir buscada y querida? A. me aconsejaría que me mantuviera firme en el silencio evitativo. Eso haré: nada de fantasías, nada de expresar mi afecto ni mi deseo, nada de iniciar una conversación, nada de propuestas ni de gracias, nada de demostraciones. Sí, me da miedo que mi relación con P. se rompa definitivamente, pero prefiero optar por mudarme del país de las maravillas. Por cierto, lloré con el final del libro. Probablemente empiece la recomendación de A.: "Alicia a través del espejo".
Despierto con dolor de cabeza, luego de mis clásicas dificultades para conciliar el sueño, esta vez conteniendo las lágrimas, envuelta en una lucha de liberación y represión. "¿Qué carajo me pasa?", me preguntaba, mientras giraba de un lado al otro de la cama, presionando mis ojos en posición fetal. Me enfrentaba al silencio oscuro, por momentos iba en busca del ruido luminoso, como si fuera una niña con temores nocturnos que necesitara de aquello para no sentirse dentro de un ataúd. 
Soñé que me preparaba para salir al exterior, con mi madre, mi abuela y mi tía materna. Fue confuso, pues me encontraba tranquila y nerviosa al mismo tiempo. Luego soñé con mis padres y mi hermano. Al parecer, habían venido a visitarme a Buenos Aires. Nos encontrábamos tomando helado como solíamos hacer los domingos. Fue un momento familiar feliz, aunque onírico, producto de mi inconsciente. La angustia me abraza, asfixiándome. No saldré hoy, a pesar de mi deseo de compartir un momento con A., L. y T. Ni siquiera una visita inesperada de P. sería suficiente para que quisiera salir de la cama. ¿Por qué temer a la ruptura si nada existe entre nosotros? Duermo excesivamente, pues mis ojos se resisten a ver la dolorosa realidad: no siente nada por mí, ni siquiera le importo. Solo soy un cuerpo, aunque la mayor parte del tiempo no soy nada.

martes, abril 23, 2024

Una certeza me invade: debo mantenerme alejada de P. y renunciar al placer sensual. ¿Por qué me aferro al sufrimiento, como si no tuviera otra opción? ¿por qué resulta tan arduo trabajar mi dependencia emocional? No sufro por él ni por su ausencia, sino por mi soledad insoportable. Eso explica por qué estuve evadiéndome durante todo el día. Debo ignorar mi deseo de intimar carnalmente con él. ¿Por qué busco a alguien que no me ama? Espero que no vuelva, de lo contrario, pensaré que le importo.
Me pregunto por qué P. ocupa el lugar central en mis pensamientos y siempre retorno a él. ¿Siento amor, es deseo físico, es la incapacidad de tolerar que no me corresponda? ¿Por qué espero con ansias volver a verlo? ¿Por qué desearía que apareciera un día solo para besarme? Lo he dejado como me aconsejó A., pero no pensé que me sentiría así. No lo necesito, ni siquiera sabría sobre qué hablarle. Puedo ver al hombre real y todas sus falencias. Entonces, ¿por qué sufro? ¿Es por el contacto áspero con la realidad que me coloca en el mero lugar de objeto de deseo ante la aparición de una necesidad y luego no significo nada?
Intentaré refugiarme en el silencio de la noche, a lo sumo leeré a Lewis Carroll o escribiré sobre mis sentimientos. Estaré a solas conmigo misma, como lo estuve tres meses en un país lejano (¿de las maravillas?). Mencionando esto, desempolvé un mapa de Gibraltar. Recuerdo aquel día en el Peñón, con mis padres. Mi mirada se detiene en Catalan Bay. ¿Debería estudiar catalán o francés duramente? Supongo que haber pasado la primera hora de la madrugada escribiendo fue el antídoto para quitarme las lágrimas de los ojos y favorecer la aparición de mi sueño, tan alterado últimamente. 
Ha pasado un mes desde mi llegada a Buenos Aires. Despierto angustiada, luego de soñarme en el exterior con mi madre, mi padre, R. y también N., una amistad de la infancia. Lo que envidiaba de N. era su relación con su madre separada. Fantasía afectuosa de ser reconocida y querida. Mi segundo pensamiento del día es el alejamiento de P., sintiendo que puedo desbordarme por esto (¿por qué? ¿por un hombre que desaparece constantemente de mi vida?). Renuncia, olvido, desapego de mi afecto. Trabajo arduo, enfoque en mi solitud y en sueños multitudinarios e infantiles. Sanación individual, debo retirarme de mi vínculo con P. para protegerme. Últimamente me siento identificada con Alicia en el país de las maravillas. ¿Sabrá A. las emociones que esto me despierta? ¿Habrá sido esa su intención? P. est de retour.

lunes, abril 22, 2024

Ayer soñé con mi padre. Convivíamos en nuestro antiguo hogar. Afuera, unos hombres colocaban vallas, impidiéndome salir al exterior. Inesperadamente, terminé el libro de la soledad. Recordé una recomendación de A.: "Alicia a través del espejo". Sonriente, dijo que me gustaría.
Hoy soñé con un vidrio roto. Desperté creyendo que vería a P., pero en su lugar, ni siquiera hay rastro de sus palabras. A. me aconsejaría que deje de buscarlo, así que no iré tras él. ¿Me permitirá este pensamiento dejar de ser una huérfana emocional?
Encontré el libro que me acompañó durante mi viaje a España en el año 2019. En aquel entonces, S., mi segunda madre, estaba atravesando sus últimas semanas de vida con mucho dolor. Recuerdo aquella despedida en forma de abrazo.
Vi "La Odisea de los Giles", una de las últimas películas que vi con N. Me recuerdo en el cine, riéndome y acariciando la dureza de su falo. La imagen de L. se superpone: yo, rozando con las yemas de mis dedos su manantial prohibido. Un deseo: estar allí con P., observando su perfil refinado y dándole besos en la mejilla.

sábado, abril 20, 2024

Salida inesperada al exterior oscuro con R., quien pregunta si me siento bien. Mis ojos se clavan en un hombre que está tirado en el piso, rodeado de gente. Fantasía mortífera. Visita a la amorosa S., su hija y su madre.
Al regresar a casa, observo mi cuerpo al desnudo y temo haber quedado encinta de P. Fantasía maternal ahogada por un pensamiento abortista, destructivo de mi deseo erótico. 
P. me preguntó cómo estoy, reconociéndome ansiosa y sufriente por cuestiones académicas. ¿Por qué se interesa por mí, porque fui evitativa como él? Cumplí lo propuesto por A., pero hasta cierto punto. Dolor de cabeza y cansancio extremo. Falta de alimento, falta de energía. 

viernes, abril 19, 2024

A. me pidió que dejara a P. En un momento silencioso, teorizó que mi mirada perdida se debía al espiral de mis preocupaciones; yo asentí sonriente. Ausencia paterna vivida como angustiosa. Imposibilidad de ver mis logros sin contrarrestarlos. Me aferro al malestar, inventando preocupaciones como pintando nubes negras en un cielo soleado. Dificultades percibidas por mí como temores al fracaso. 
Cuatro meses sosteniendo mi vínculo con P., a pesar de la distancia. Tres encuentros íntimos. Afecto recíproco reactualizado. Temor a la pérdida y pensamientos catastrofistas. Percibo su alejamiento como el fin de todo lo construido. Imposibilidad de disfrute y tranquilidad. Sorprendentemente no fue el foco de mi sesión psicoanalítica.
Cuando pienso en dejar a P., aparece. ¿Cómo seguiré el plan de A. de decirle que estoy ocupada y no puedo acudir a su encuentro? ¿Si sé lo que es la necesidad, P.? Claro que lo sé. La necesidad desesperante, asfixiante, erótica y afectiva. Bonjour, homme parfait. En quoi puis-je vous servir? Merde. Dépendance.
En la tarde de ayer, R. me insistió tres veces para salir juntos. Yo estaba irascible, su tono de voz me despertaba una violencia inexplicable. Cedí mi dureza ante su dulzura y finalmente salimos al exterior. Aquello que tanto me atemorizaba, lo viví con total normalidad. R. dice que hiberno adelantándome al invierno y que duermo mucho. Ermitaña y glacial, aunque sonriente y evitativa de mis dificultades relacionadas con el sueño, y los afectos, y...

jueves, abril 18, 2024

La semana pasada, R. me dijo que me sentía muy alejada de él. Esta vez, me preguntó si estaba enojada y se mostró compungido. Esta situación me recuerda a P. y a mí, tomando su distancia como algo personal y culpándome por eso. Me limito a sonreír, sin hacer contacto visual con R. Supongo que así es mi manera de ser.
Ayer tuve varios encuentros académicos. Primero con G., quien absorbió todo mi nerviosismo. Luego con A., T., L. y L. Además, vi a C., con quien había conversado hacía unas horas. D., la docente, me preguntó "¿cómo le va?" con su mirada sonriente. Hay una chica, R., que desde hace ¿ocho? meses no deja de llamarme la atención. Tiene unos ojos bellísimos y una sonrisa encantadora.
Me siento angustiada, envuelta en preocupaciones y pensamientos catastrofistas. Anhelo descansar plácidamente, espero con ansias la sesión psicoanalítica de mañana. Setenta preguntas, dos entrevistas y una entrega que se aproxima. Supongo que esta es la raíz de mis dolores de cabeza.
Después de dos días le escribí a P. Quería decirle que lo quiero, pero en su lugar fui fría y distante. Respeto, entendimiento, acuerdo; términos utilizados por mí con el fin de aceptar la realidad. Él, impasible, como siempre. Concluyo que no tiene deseos de conversar conmigo, se mantendrá en esa postura evitativa y no dará el brazo a torcer, a menos que clame besos y caricias. Me resigno. 
¿Qué me deparará el día de hoy? ¿Me comerá la preocupación? ¿Lograré agendar las entrevistas pendientes? ¿Me sumiré en una ardua lectura de bibliografía? ¿Dormiré para retornar al mundo de la fantasía? Con respecto a P., asumo que no me hablará. Ni siquiera me pregunto cuándo volveré a verlo. Estoy acostumbrada a la incertidumbre y su comunicación limitada. 

miércoles, abril 17, 2024

Escribía el nombre de mi hermano en un cuaderno hasta que estallé en un ataque de ira contra D.: "¿Por qué no te vas?", le gritaba. También me enfrenté a mi madre. Ambas permanecían en silencio. Había otra mujer en el comedor, S., sobre quien escribiré más tarde (un tema pendiente). R. estaba en el garaje. Faltaba le méchant homme. 
Me pregunto por qué D. representaba una amenaza durante mi adolescencia. ¿Por qué sueño con ella? Hace algunos días fue su cumpleaños. ¿Es la madre que habría deseado tener? No sé cuando empecé a odiarla, dado lo poco que la veía. ¿Acaso odio a mi madre por pasar tanto tiempo fuera del hogar? S. fue quien me crio, a quien veía todos los días, hasta que se fue. ¿Quién más se fue temporalmente? P. Ayer no supe nada de él. ¿Acaso esto despertó mi ira?
Yo, la abandonada. Yo, quien se retira de los afectos. ¿Por qué no sueño con atacar a un hombre? ¿Dónde estaba A.? ¿Y mi padre? Ayer desperté de un sueño con la amorosa S. y su hija. Ayer creía que hablaría con P., pero ninguno buscó al otro. ¿Eso era lo que buscaba con mi ausencia, no? Ser buscada. Que me busque un hombre que no me quiere, P. o mi padre.
Cuando P. me acariciaba eróticamente el pasado martes, me tenía entre sus brazos y me daba besos en la frente. Me sentía incómoda, detestaba esa postura. Recuerdo una despedida en la que mi padre me abrazaba y acariciaba el pelo. Siempre que este momento viene a mí, lloro, y esta vez no es la excepción. 
¿Por qué lloré cuando A. habló de cuidado y protección sexual? Porque P. me había cuidado. ¿Por qué me extrañaba tanto que él se asegurara de que yo estuviera bien? Porque nadie se había preocupado por mi goce. ¿Por qué el paralelismo de P. con mi padre? Ambos me otorgaron un momento casi paternal y luego desaparecieron. Yo también desaparezco y me desdibujo. Yo también podría buscar a P. o a mi padre, pero no lo hago. Huyo de R., hace días ni siquiera veo su rostro. ¿Por qué? Porque quiero estar sola, desganada en la cama.
Tengo dificultades persistentes para conciliar el sueño y permanecer dormida. Cuando lo logro, sueño que descargo mi ira contra un personaje que no veo hace años, tal vez cinco o seis. D. era receptora de mi profundo odio. Jamás la enfrenté. Recuerdo una conversación. Ella utilizó esta palabra, "odio". Hablaba del odio que veía en mi mirada. Ella podía percibirlo. Soy tan transparente que no puedo ocultarlo. La odiaba cuando de vez en cuando estaba presente, odio su recuerdo, su imagen internalizada en mí. Quería que se fuera, supongo que nadie entendía lo que sentía.
Recuerdo a un niño engendrado por su malicia. Contrario al resto, que provocaba en mí una gran ternura, este niño tenía sus genes, era una versión minimizada de D. Ella destruye todo lo que toca. Me convertía en piedra con solo mirarme, como Medusa. El niño, J., también despertaba lo peor de mí. Un día, luego de que me atacara, me encerré a llorar en la habitación de mis padres. Ambas presencias me hacían sentir pequeña, débil, pasiva e inofensiva.
Durante el día, me abraza el sueño que me abandona por las noches. Me vi cómplice con mi hermano en un sueño, y luego tuve otro extraño. Estaba en la secundaria, rodeada de compañeras y dos docentes. Una de las docentes tenía en sus manos una regla de treinta centímetros. A pesar de que nunca hablo en público, hice referencia a los castigos físicos antiguos en las escuelas. Incliné mi torso hacia la mesa y comenté que con reglas de madera de cuarenta o cincuenta centímetros, se golpeaba a los alumnos que hubieran cometido un error.
Al despertar definitivamente, intenté analizar aquel sueño. Error. Castigo. Golpe. Alumno como sujeto pasivo. Yo, el sujeto pasivo que se coloca en el lugar de golpeado. Actúo despertando las risas de las demás figuras oníricas, lo que no me sitúa en el lugar de quien sufre, sino de quien goza. Yo sonrío interpretando aquel papel. Pienso en una escena erótica y real con P. Él me golpeaba con su falo en la boca y me azotaba, haciéndome gemir de un doloroso placer. Sentía su mano derecha tan fuerte como una regla de madera.
15:15 p.m.: Es el segundo día consecutivo que no tengo noticias de P. Arrastro un profundo cansancio, como si mis ojos se negaran a abrirse y afrontar la luminosidad del día. Fue él quien puso fin a nuestra conversación, y yo simplemente mantengo un silencio distante en respeto a su decisión. ¿Por qué debería hablarle si no desea escucharme? Comprendo que nuestra situación está destinada a ser así y me resigno. Aparecerá cuando quiera poseer sexualmente mi cuerpo.
Me sorprende no sentir angustia al revivir esta situación de distanciamiento por su parte. ¿Será esto un indicio de que estoy aceptando la realidad? Nuestro vínculo tiene ciertos límites. A un momento apasionado le siguen días de distancia. Supongo que esta es su manera de reiterar que no desea mantener una relación conmigo. De ningún tipo. Por eso me deja hablando sola, porque no quiere que estemos juntos. Después de darme todo en un momento, ahora no recibo nada. No hay rastro de sus palabras escritas ni de su voz. Au revoir homme parfait, bonjour vrai homme.

martes, abril 16, 2024

Anoche, cuando P. le puso fin a nuestra conversación, lloré y me sentí culpable. Anhelaba el silencio y fui en busca de este. Intenté terminar el libro de la soledad. Pienso que debería seguir el consejo que leí: abstenerme de comer azúcar refinado en forma de chocolate para paliar mi sensación de abandono. 
Recordé un momento con N. Era su cumpleaños y estábamos en su casa. Él tocaba la guitarra y yo lo filmaba. Tras haberse equivocado de acordes en más de una ocasión, se llevó la mano derecha a la frente y esbozando una sonrisa pícara al igual que dulce e inocente, dijo: "¿Qué me pasa? Me ponés nervioso". 
El rostro de N. era aniñado y angelical, no había en él un ápice de maldad. Me atrevería a afirmar que me amaba sanamente. P., en cambio, es un hombre que me desea. Comienzo a experimentar un fuerte dolor de cabeza y siento que me desangro por la boca. Me pregunto qué me pasa, al igual que N. Quizá es momento de preguntarme qué siento por P.
P. es un hombre al cual deseo íntimamente. Además, lo quiero. Si no lo amo, es porque mi herida es demasiado profunda para poder hacerlo. Cuando estamos juntos me hace sentir deseada, cuidada, mirada y atendida. Sin embargo, a menudo me siento frustrada, ansiosa, confundida y angustiada debido a la falta de claridad en nuestra relación.
Despierto envuelta en mi preocupación angustiosa, dejando atrás la dualidad ira triste. Me pregunto cómo tranquilizaré mi nerviosismo respecto al plano académico. Tal vez sea el momento menos indicado para ir en busca de P., me intriga saber cómo estará anímicamente. 
Después de diecinueve horas sin comer, comienzo a percibirme reseca y vacía. Pasé la tarde ocupándome de resolver el asunto pendiente que me tenía intranquila, usando mis escasas habilidades sociales. Sin embargo, aún persiste la preocupación en mi mente.

lunes, abril 15, 2024

Pienso en mi vínculo actual con P. y una vieja pero reconocida angustia vuelve a alojarse en mi garganta. Él tocaba su instrumento y yo lo miraba desde lejos. Lo observaba e internalizaba dentro mío como alguien imposible e inalcanzable. Cuánto he fantaseado con este hombre. Culparé al clima lluvioso de mi reciente melancolía.
Creí que nos veríamos hoy, nada hubiera sido tan placentero como estar con él. En su lugar, intenté estudiar pero desistí y me alimenté a base de chocolate. Yacer aburrida en la cama mientras mi gata reclama caricias (¡¡¡qué sola estoy!!!).
Aún no he terminado el libro sobre la soledad, de hecho me genera un gran rechazo. Supongo que lo evito porque me resulta doloroso, o bien porque me recuerda mi estadía en España y, como la música, es lo que me mantiene allí estando aquí. Siempre encuentro otra distracción, como ahora, que elijo escribir.
Mi ansiedad ya me permite planificar mi próxima sesión psicoanalítica, en la que le diré a A. que P. me rechazó. ¿Por qué soy tan estúpida? Solo soy un cuerpo que puede ser poseído por él. Un cuerpo, nada más. Tendré que, como Storni, ser silencio y perfume. 
A esto se debe mi angustia: ¿acaso tendremos encuentros puramente eróticos? ¿acaso seré pasiva e ignorada? ¿nos veremos cada dos semanas para satisfacer nuestras necesidades sexuales? ¿y mientras tanto, qué? Inconformista, eso es lo que soy. No me conformaba antes, no me conformo ahora.
Cuando P. me preguntó si sabía lo que es la necesidad, tendría que haber respondido que sí. Necesito palabras que llenen el vacío, un sexo complementario que me complete momentáneamente, una voz que calle al silencio, un par de labios, un par de manos que desprendan fuego, un par de ojos que me hagan sentir retraída. No deseo, necesito, pues estoy herida y me desangro. ÉL diría que exagero. 
Creo que olvidé mencionar la conversación que tuve con S., el destinatario de dos de mis besos. Inició la conversación con dos palabras: "Te extraño". Prosiguió: "Quiero verte". Dice que desaparezco, que me olvido de lo sucedido aquellas noches. Yo lo evito, soy tan terminante. En fin, supongo que esto es todo. 

sábado, abril 13, 2024

Estoy atada a una preocupación. Recuerdo mi expresión pudorosa de lo sucedido con P. ante la mirada penetrante de A. ayer por la tarde. Cinco horas de desvelo, dos destinadas a mirar una película argentina, tres de pura excitación. P., agotado, no sigue mi juego de seducción. Llevo varios días soñando con D., un niñito adorable. Otras figuras tiernas infantiles vienen a mí oníricamente, supongo que será la angustia de ver crecer a mi hermano y asumir el luto adulto. Intento evadir la realidad recurriendo al mundo de la fantasía. 
Desearía ver una película con P. mientras lo acaricio y beso. ¿Aceptaría tener una "cita" conmigo? Temo quedar en ridículo, honestamente. ¿Y si solo quiere tener encuentros eróticos conmigo? ¿Y si piensa que quiero avanzar o me siento confundida? Mientras estaba en sesión, vino a la esquina de mi casa. Me pregunto qué querría, qué hubiese pasado si estaba disponible. ¿Deseaba besarme? ¿Me extrañaba? 
Lloviznó durante todo el día, yo me limité a estar recostada. R. me preguntó si me sentía bien, me invitó a cenar y tomó mi mano derecha con ambas suyas, dándome calor. Pensar en esto me angustia de repente y despejo las lágrimas de mis ojos. Yo: un ser glacial (3. adj. Muy frío o indiferente en sus afectos). ¿Por qué soy tan diferente cuando estoy con ÉL? ¿Por qué el afecto me desborda y necesito demostrárselo físicamente? ¿Por qué deseo tanto volver a verlo? Supongo que a él le ocurre algo similar, sino ¿por qué vino hacia mí ayer?
Me sorprende sentirme protegida, cuidada, deseada. Me pregunto qué sentirá por mí. Asumo que lo excito y eso es todo. Serán nuestros cuerpos que se atraen magnéticamente, será el cruce cómplice de nuestras miradas, nuestra picardía, será inexplicable pues no hay palabras en su almacén semántico que abarquen lo que le sucede, o no lo comprende, o no querrá hablar de "esto". A veces me pregunto si todavía me quiere o solo desea mi carne tierna y carente de nervios. Soy tan joven e inocente.

martes, abril 09, 2024

Sueño que tengo arcadas mientras mi madre se cepilla los dientes. Al despertar, una hora antes de lo previsto, siento una sensación molesta en mi estómago y en la garganta. Hoy veré a P. Saldré con R. y A. vendrá a visitarme. ¿Nos veremos también el lunes? Mañana debo enfrentarme a mis preocupaciones académicas. El viernes, además de tener sesión con mi psicoanalista, es el cumpleaños número dieciocho de mi hermano. Pensar en esto me emociona. Se ha ido siendo un niño; el paso del tiempo es evidente. Lo extraño. Recuerdo nuestra despedida hace algunas semanas y comienzo a lagrimear. Algunas veces me avergüenza tanta sensibilidad.
He salido con R., A. vino a visitarme y en un momento fugaz dijo que me amaba. Qué difícil es para mí reaccionar al afecto. En fin... Finalmente, luego de dos semanas, me encontré con P. Él me esperaba en la esquina de mi casa, tan bello y sonriente como la última vez. Su belleza me deja atontada, me saca las palabras de la boca torpemente. Lo veo sonreír, lo siento acariciar mi sexo dulcemente. El placer se apodera de mí, es tan suave. Nos besamos una y otra vez. Nos miramos, sin mediar palabra. Una proposición: cambiar de locación.
Nos encontramos en la parte trasera de su auto. P. empieza a penetrarme, nos escucho gemir. Caen gotas de sudor desde su frente, su rostro da cuenta del calor. Por instantes me mira o me besa. Me pregunta si siento dolor, se asegura de que esté lo más cómoda posible. Le respondo que siga, que todo está bien. Eyacula, como de costumbre, y llega el fin del acto sexual. Algo en mí se paraliza ante el temor de quedar encinta. Me habla, se ríe, lo beso, y después de algún tiempo, acaricio su pierna. Él siente mi humedad, yo su sexo en mi boca. No tardamos en ser descubiertos. Un hombre lo increpa, debemos huir. Le pido disculpas por el mal momento. Al volver a casa, lloro, sintiéndome culpable.

domingo, abril 07, 2024

"Yo no sé todavía lo que me hiciste sentir, es como la fiebre cuando quema". Lloro por segunda vez esta noche, después de rechazar la cena con R. La primera vez fue porque P. dijo que no quiere tener una relación conmigo. No pienso en el rótulo amoroso, sino en el concepto. Pienso en sus contradicciones. ¿Será este el fin? La oscuridad me envuelve.
Despierto primero a las cuatro y luego a las seis. Salto de la cama por una pesadilla. Estaba sola en casa, las habitaciones estaban a oscuras, afuera había un hombre que me causaba un profundo terror y temía ser lastimada. Llamaba a R. e intentaba buscar ayuda, pero nadie podía ayudarme.
La soledad parece resultarme peligrosa, pero según A. también temo al acercamiento emocional. ¿Cómo podría hacerlo si estuve escribiéndole a P. durante toda la semana? Me esforcé tanto por salvar lo nuestro que ahora temo ser la abandonada. Me rendí ante los intentos, perdí la partida y eso me genera una profunda tristeza.
Hace algunas horas pensé que, aunque pudiera haberme equivocado, le dije todo lo que sentía (ya no hay más). Supongo que tendré que aceptar este impasse, la incertidumbre de no saber qué pasará con nuestro vínculo (¿se habrá roto definitivamente?). Quizá sí sirvo para las relaciones, busqué incansablemente la comunicación (¿será este espejo mi karma eterno?).
Los ruidos provenientes de la calle me ensordecen. Desayuno, recuerdo que la mañana de ayer comenzó de manera similar. He vuelto a descansar. Soñé que mi padre comprendía mi forma de ser y me trataba con paciencia, lo que me emocionaba. No tardo en entrar en el bucle de mis pensamientos angustiosos, esta vez me entrego al ruido y a las tareas pospuestas.
Encuentro el DVD de Buscando a Nemo. El recuerdo del pez pequeño que se pierde me despierta un gran bloqueo. "My lover stands on golden stand", esta letra me conecta con el recuerdo de l'homme parfait. Merde. 
Selección de escenas:
5. Alejarse
6. Nemo se pierde (je me perds)
10. El abismo
26. Adiós Dory (au revoir P.)
27. Nemo y Dory (nous?)
29. Unión (amour? passionné? rien?)
La noche ya está aquí. Pasé el día haciendo cosas para silenciar mi mente. La llama de la vela se consumió por completo. Estaba distraída con la visita de S., la única que tiene un indicio acerca de mi dolor. Es tan amorosa. Luego me envió un mensaje, agradeciéndome "por todo", llamándome "mi amor" y diciéndome "te quiero". Aún no le he respondido, pues me mimetizo con P. (le propuse vernos, ¿aceptará?).
R. no parecía fastidiado por la escena de anoche. Mientras escribo esto, P. me responde que puede verme el martes. Yo sonrío y respiro profundo para no llorar de alegría. Detengo las lágrimas con mis dedos índices y sonrío pícaramente. ¿En qué estaba? Ah, sí, R. A veces pienso que es muy difícil entenderme, supongo que de ahí mi sueño de esta mañana con mi padre (quien sorprendentemente me ha escrito hoy, tampoco le he respondido). ¿Será que el mundo me parece menos terrorífico? Me río de un comentario que hace R. mientras habla por teléfono con su "peor es nada". ¡Qué alegre estoy!

sábado, abril 06, 2024

Recuerdo el entusiasmo con el que mi psicoanalista abrió nuestra conversación de ayer. Luego, escuchaba a mi vecino cantar "All you need is love", una de las canciones que marcaron mi adolescencia. Por sus expresiones, supongo que esperaba verme contenta, relatando lo que habría sido mi tercer encuentro con P. Amor, lo que pudo haber salvado a Pizarnik. Como cantó Silvio Rodríguez: "solo el amor consigue encender lo muerto".
Despierto temprano, tras un breve episodio de insomnio a las cuatro de la madrugada. En mi mente, suena "Creep" de Radiohead. Luego, llega Camarón de la Isla, Niña Pastori y Joaquín Sabina con su "Peligro de incendio" (¿intento escapar a España mediante la música?). Me alimento y me reencuentro con R. tras dos días como ermitaña. No es de extrañar que me reconozca en el silencio y la distancia emocional de P. Él es la única persona de la cual nunca quisiera alejarme.
"No sirvo para las relaciones", repliqué mi frase a P. en terapia. A. me interrogó sobre mis relaciones en general. Le conté que el miércoles fui muy sociable, ejemplifiqué actitudes de los demás y ella concluyó que sí sirvo para las relaciones. Las personas me recuerdan, me reconocen por mi apodo, comparto miradas y sonrisas cómplices, mantengo conversaciones y quizás podría hablar en público, si la fantasía no me devorara.
Tengo mucho en qué pensar, pero solo me detengo en P. y en nuestro compás de espera. ¿Qué espero de él? Quizás quisiera que se interesara genuinamente en mí, que me preguntara cómo estoy, que indagara en mi historia e intereses, que sintiera curiosidad por cómo paso el tiempo, que expresara sus deseos (sexo) y sentimientos (afecto) hacia mí, que quisiera compartir un momento conmigo...

viernes, abril 05, 2024

Despierto ansiosa, esperando la sesión con A., como si mi angustia hubiera desaparecido junto con P. el pasado jueves. Todo lo sucedido fue producto de mi apego ansioso, mis carencias afectivas infantiles, mi falta de autoestima y mi egocentrismo.
Transcurrí el día sin alimento, igual que ayer. Estudié. Crucé algunas palabras con P. y finalmente tuve el encuentro con A. No lloré, pues todas mis lágrimas ya han sido derramadas. Solo atiné a sonreír, mientras ella cuestionaba mi vínculo real con él y yo simplemente decía que no hay nada entre nosotros.
Mi mente empieza a racionalizar, abandonando el mundo de las fantasías. ¿Qué significa realmente estar en una relación? ¿Qué se supone que debemos intercambiar? Algo más de lo que P. y yo estamos acostumbrados a ofrecernos. Un profundo cansancio se apodera de mi cuerpo, y veo el sueño como una vía de escape de la realidad.
En mi mente, empieza a sonar el estribillo de "Peor para el sol". La noche culmina con un atracón. Sorprendentemente, solo he tenido un brevísimo episodio de llanto durante la tarde, sintiéndome en este momento mucho más calmada que el resto de la semana. 
Quisiera definir mi vínculo con P. o moldearlo según mi fantasía, para que sea lo más gratificante y placentero posible. Creo que lo mejor que puedo hacer es aceptar la realidad: nuestras idas y venidas, sus desapariciones, la fugacidad de nuestros encuentros, el todo y la nada que lo sigue, el afecto sin titular.

jueves, abril 04, 2024

Un ultimátum a P. en el último suspiro de la noche. ¿Cómo puede ser consciente de mi angustia y aún así dejar nuestro vínculo en modo de espera? Insomnio y preocupaciones corporales y académicas. ¿Cómo mi útero es capaz de relajarse en días tan tensos como estos? Mis encías, por el contrario, amanecieron enrojecidas e hinchadas, igual que ayer.
Palabras que desencadenan una pelea. P. se escuda detrás de un "soy así (distante y evitativo)", de repente dejó de ser falocentrista. Soy yo quien está "apurada por titular nuestra relación", me pregunto si sentir esta presión fue lo que lo llevó a comportarse así durante esta semana. 
Mis pestañas quedaron marcadas en mis párpados al quitarme las lágrimas de los ojos como una niña. Hice un berrinche para demostrarle que soy la persona menos indicada para mantener una relación. ¿Qué hace un hombre grande siendo objeto de un capricho infantil? ¿Por qué no me deja siendo tan problemática?

miércoles, abril 03, 2024

Lloro, mis ojos se posan en un punto fijo y mi tristeza reposa momentáneamente, hasta un nuevo episodio de llanto. ¿Por qué ningún momento es oportuno para estar junto a P.? ¿Por qué, luego de habernos reencontrado, volvemos a distanciarnos emocionalmente? ¿Por qué nuestros momentos felices son tan efímeros? Por un instante, creí algo estúpido, que él me había intercambiado, energéticamente, toda su melancolía. ¿No es estúpido expulsar mi dolor y atribuírselo a otra persona?
Pude conciliar el sueño a las cinco de la mañana, justo después de decirle que por primera vez deseo que estemos juntos. Mi cuerpo se relajó en posición fetal, mi mente se clarificó y descansé algunas pocas horas. Por la mañana, tuvimos una conversación, en la que decía estar deprimido. Anhelaba descansar ya que hoy tengo que exponer el tema sobre el cual estuve trabajando, pero por el contrario, me siento más perdida que nunca. Siento que seré incapaz de pronunciar una sola palabra al respecto, ÉL cruzará mis pensamientos como lo hace desde hace una semana.
Anoche me angustiaba el solo hecho de no poder dormir. Cerraba los ojos, inhalaba una mezcla de aceites esenciales, ponía a hablar a una voz para acallar la mía, giraba y giraba en la oscuridad. Se me hacía imposible pensar en algo que me tranquilizara. Me pregunto si empecé a sentirme así el jueves cuando P. desapareció todo el día, el viernes debido a la sesión con A. o el sábado cuando tuve que renunciar involuntariamente a mi deseo de intimar con él. ¿Cómo podría describirle a mi psicoanalista lo que siento a cada momento? ¿Teorizará que en realidad mi estado de ánimo se debe a la partida de mi padre hace casi cinco años? ¿Los meses en terapia estarán dando sus frutos interpretativos? 

Como era de esperarse, no pronuncié ni media palabra en público. Por suerte, pasé desapercibida. Hacía menos de una hora había pasado por el lugar donde P. me esperaba el pasado martes. En aquella puerta me abrazaba y nos besábamos "como dos estudiantes en celo". Él cruzó mis pensamientos, evidenciando mi incapacidad. A pesar de esto, me sentía increíblemente bella y lucía una sonrisa genuina en mi rostro. Pasado un tiempo, el fantasma de P. volvió a mi mente en forma de enigma. Pronto tuve deseos de llorar, lo que terminé haciendo nada más llegar a casa. 
Algo en mi semblante se desdibujó. Mi docente hablaba acerca del goce, del deseo, de los besos y la penetración. Mi mirada evitaba los demás rostros, me sentía avergonzada. He pasado tres meses deseando a un hombre que, en la lejanía, correspondía mi sentir. Finalmente lo he besado y he sido penetrada por él. Concordé a medias con la idea de que participar en una relación sexual es lo más placentero que puede ocurrirnos. La sirena de un coche comienza a sonar incesantemente, como si hubiera puesto de manifiesto algo importante. Mi reacción fue bastante similar ante las palabras de A. sobre anticoncepción. ¡Bingo! He aquí mis dificultades sexuales. He tenido que reprimir mis deseos porque el hombre ya no parece corresponderme.

martes, abril 02, 2024

R. me preguntó si estaba enferma y si había comido durante el día, notando mi cansancio corporal. Registró que me sentía mal, aunque yo atiné a sonreír para no preocuparlo. En realidad, había llorado hacía un rato, y aún persistía esa sensación de flaqueza.
05:05 a.m.: soñé que mi padre tenía un mensaje para darme. S. me mostraba un video mío de bebé en el que se notaba una dificultad para mover la pierna derecha. Esto solo sirvió para evidenciar mi dolor real en el mismo sitio, lo que demuestra que en ocasiones retorna mi pena originaria.
Canto: "como quisiera poder vivir sin aire". Al levantarme de la cama, un nuevo dolor apareció en mi costado izquierdo. Me pesa el cuerpo infantil. P. volvió a ignorarme, a una semana de habernos reencontrado. Sigo cantando: "me encantaría quererte un poco menos". 
Un torbellino de pensamientos y sensaciones corporales me hace tocar fondo en una madrugada oscura. Creí que al reducir la distancia física, mi vínculo con P. sería más íntimo. Quizá ahora sea más distante que nunca. Fin. Angustia. Separación. Será mejor que lo deje por un tiempo (él me ha dejado y lo extraño).
Las primeras lágrimas del día no tardan en correr por mis mejillas. Recuerdo su mirada, y viene a mí el estribillo de "Ganas de...", interpretado por Sabina. Confusión. Me miro en el espejo, mis ojos aún permanecen hinchados por una mezcla de insomnio y llanto.
Llega la luz del día. Al mirar por la ventana, veo a un gato dándome la espalda. Narcisismo puro, pues todo gira en torno a mí, como si nunca hubiera dejado de ser niña. Le chisto, se da vuelta, le muestro mi mano izquierda e imito sonidos de besos, mientras el gato maúlla dulcemente. Ninguno se atreve a acercarse al otro, solamente nos miramos los ojos tristes y profundos. Esto me recuerda a los primeros acercamientos con P. No sabría cuál es más melancólico, si el gato, P. o yo. 
Recostada en la cama luego de haber tomado un baño, con mis gatas enroscadas en mis piernas, recuerdo algo. Asocio el dolor en el costado izquierdo de mi torso, mi madre, protección, debilitación, falta de alimento y sexualidad. Todo me lleva a un momento particular, evidenciando el origen de mi angustia en la sesión del viernes con A. El suceso ocurrió aproximadamente un mes antes de la partida de mi padre, hace ya cinco años.
En aquel entonces, estaba de novia con P. (acto fallido, quiero escribir N., sonrío). Iniciaba la carrera que estoy a punto de terminar. Mi padre tenía fecha de ida. Recuerdo mi primera visita al neurólogo, mi posterior polisomnografía. Venía de una amigdalitis y terminé con un cuadro de deshidratación. Recuerdo una madrugada junto a mis padres en la guardia de un hospital, yo me quejaba de un dolor intenso en el costado izquierdo del torso y necesité suero intravenoso.
Salida inesperada al exterior con R., antes miro mis mejillas en el espejo, ruborizadas y resecas de tanto llanto. Sonrío en más de una ocasión, hacía muchos días que no sonreía genuinamente. El dolor se había hecho carne hasta en mis facciones. Al regresar, me encuentro con que P. cuestiona mi sentir, como si fuera yo quien asume que él no quiere estar conmigo. Sonrío, ¿querrá estar conmigo? 
En el camino, pensaba en mi dependencia emocional, en las heridas de P. y en las mías, en mis traumas infantiles, en mis carencias afectivas, en mi recorrido psicoanalítico, en el pasado, en el futuro, en las posibilidades, en mi vínculo sin rotular. Pensaba en cómo podría sobrellevar mi dolor y amar al mismo tiempo (¿no es acaso lo que hago desde hace bastante?). Pienso que P. es una clara proyección de mis dolores más profundos, pero también significa un amor inmenso, quizá algo impulsivo, pero inmenso.
Ayer, mi vista se nublaba a causa del dolor. Hoy he despertado muy temprano, he luchado contra mis pensamientos. Me he sentido un poco menos angustiada, un poco más aliviada. He revivido una época de mi vida algo tormentosa, he perseguido recuerdos. ¿Acaso era una simple casualidad haber enfermado justo antes de que mi padre se marchara? ¿Acaso mi debilitamiento corporal actual no tiene ninguna conexión con aquello? ¿Acaso no estoy somatizando nuevamente mi apego? No lo sé, teorizar me calmó.

lunes, abril 01, 2024

En el inicio de un nuevo mes, la tarde cae como nunca antes. Me refugio en la llama de una vela, esta vez sin querer velar mi amor por P. Arrojaría leña diminuta, incendiaría el mundo entero empezando por mi hogar. Una inmensidad intensa, afecto que huele a quemado. ¿Habrá sido su distancia afectiva una manera de poner fin a lo nuestro?
He leído, he practicado yoga (el cuerpo me duele como nunca antes). Escribo después de haber llorado en exceso. Me cuestiono cuál es el motivo real de mi angustia: ¿será el rechazo, el abandono, las heridas de mi niña interior? ¿Sería muy infantil creer que en realidad sufro por las horas lejos de mi madre? En la madrugada, era ella quien conducía un auto, en el que viajábamos mi hermano y yo. Mi puerta estaba abierta, esperaba que alguien (¿mi padre?) entrara. El humo nubla mi vista.
El dolor que me provocan los sentimientos ocultos de P. con respecto a mí, a su vez, se convierte en un espejo. Por momentos olvido que tengo veintitrés años y una relación confusa con un hombre de treinta y cuatro. Por momentos vuelvo a ser una niña solitaria que se refugia en juegos infantiles, llora y observa el transcurrir del tiempo. Las agujas de los relojes risueños se mueven rápidamente.
El tiempo. Cuando regresaba de una tierra lejana, miraba las nubes por una ventanilla y lloraba desconsoladamente por el paso del tiempo. Pensaba en el inicio de mi viaje, hacía dos días había visto por primera vez a P. y luego tuve que partir. Tres meses después, me encontraba volviendo a su encuentro, sin la certeza de que sus brazos esperarían abrazarme.
Gracias a las palabras, soy consciente de que ÉL no me lleva a la angustia incontrolable. Él me lleva a la ilusión, al mundo fantástico de los sueños, a las agujas detenidas de un reloj a las doce de la noche, a la Cenicienta en DVD, al libro físico de Hansel y Gretel. P. me lleva a emocionarme, a reconectarme con el lado placentero de la vida, a enamorarme una y mil veces de sus gestos. P. me lleva a los besos apasionados de las películas románticas, al bosque encantado, al amor más puro, más entregado, más nuestro.