Despierto ansiosa, esperando la sesión con A., como si mi angustia hubiera desaparecido junto con P. el pasado jueves. Todo lo sucedido fue producto de mi apego ansioso, mis carencias afectivas infantiles, mi falta de autoestima y mi egocentrismo.
Transcurrí el día sin alimento, igual que ayer. Estudié. Crucé algunas palabras con P. y finalmente tuve el encuentro con A. No lloré, pues todas mis lágrimas ya han sido derramadas. Solo atiné a sonreír, mientras ella cuestionaba mi vínculo real con él y yo simplemente decía que no hay nada entre nosotros.
Mi mente empieza a racionalizar, abandonando el mundo de las fantasías. ¿Qué significa realmente estar en una relación? ¿Qué se supone que debemos intercambiar? Algo más de lo que P. y yo estamos acostumbrados a ofrecernos. Un profundo cansancio se apodera de mi cuerpo, y veo el sueño como una vía de escape de la realidad.
En mi mente, empieza a sonar el estribillo de "Peor para el sol". La noche culmina con un atracón. Sorprendentemente, solo he tenido un brevísimo episodio de llanto durante la tarde, sintiéndome en este momento mucho más calmada que el resto de la semana.
Quisiera definir mi vínculo con P. o moldearlo según mi fantasía, para que sea lo más gratificante y placentero posible. Creo que lo mejor que puedo hacer es aceptar la realidad: nuestras idas y venidas, sus desapariciones, la fugacidad de nuestros encuentros, el todo y la nada que lo sigue, el afecto sin titular.