Me pregunto por qué D. representaba una amenaza durante mi adolescencia. ¿Por qué sueño con ella? Hace algunos días fue su cumpleaños. ¿Es la madre que habría deseado tener? No sé cuando empecé a odiarla, dado lo poco que la veía. ¿Acaso odio a mi madre por pasar tanto tiempo fuera del hogar? S. fue quien me crio, a quien veía todos los días, hasta que se fue. ¿Quién más se fue temporalmente? P. Ayer no supe nada de él. ¿Acaso esto despertó mi ira?
Yo, la abandonada. Yo, quien se retira de los afectos. ¿Por qué no sueño con atacar a un hombre? ¿Dónde estaba A.? ¿Y mi padre? Ayer desperté de un sueño con la amorosa S. y su hija. Ayer creía que hablaría con P., pero ninguno buscó al otro. ¿Eso era lo que buscaba con mi ausencia, no? Ser buscada. Que me busque un hombre que no me quiere, P. o mi padre.
Cuando P. me acariciaba eróticamente el pasado martes, me tenía entre sus brazos y me daba besos en la frente. Me sentía incómoda, detestaba esa postura. Recuerdo una despedida en la que mi padre me abrazaba y acariciaba el pelo. Siempre que este momento viene a mí, lloro, y esta vez no es la excepción.
¿Por qué lloré cuando A. habló de cuidado y protección sexual? Porque P. me había cuidado. ¿Por qué me extrañaba tanto que él se asegurara de que yo estuviera bien? Porque nadie se había preocupado por mi goce. ¿Por qué el paralelismo de P. con mi padre? Ambos me otorgaron un momento casi paternal y luego desaparecieron. Yo también desaparezco y me desdibujo. Yo también podría buscar a P. o a mi padre, pero no lo hago. Huyo de R., hace días ni siquiera veo su rostro. ¿Por qué? Porque quiero estar sola, desganada en la cama.
Tengo dificultades persistentes para conciliar el sueño y permanecer dormida. Cuando lo logro, sueño que descargo mi ira contra un personaje que no veo hace años, tal vez cinco o seis. D. era receptora de mi profundo odio. Jamás la enfrenté. Recuerdo una conversación. Ella utilizó esta palabra, "odio". Hablaba del odio que veía en mi mirada. Ella podía percibirlo. Soy tan transparente que no puedo ocultarlo. La odiaba cuando de vez en cuando estaba presente, odio su recuerdo, su imagen internalizada en mí. Quería que se fuera, supongo que nadie entendía lo que sentía.
Recuerdo a un niño engendrado por su malicia. Contrario al resto, que provocaba en mí una gran ternura, este niño tenía sus genes, era una versión minimizada de D. Ella destruye todo lo que toca. Me convertía en piedra con solo mirarme, como Medusa. El niño, J., también despertaba lo peor de mí. Un día, luego de que me atacara, me encerré a llorar en la habitación de mis padres. Ambas presencias me hacían sentir pequeña, débil, pasiva e inofensiva.
Durante el día, me abraza el sueño que me abandona por las noches. Me vi cómplice con mi hermano en un sueño, y luego tuve otro extraño. Estaba en la secundaria, rodeada de compañeras y dos docentes. Una de las docentes tenía en sus manos una regla de treinta centímetros. A pesar de que nunca hablo en público, hice referencia a los castigos físicos antiguos en las escuelas. Incliné mi torso hacia la mesa y comenté que con reglas de madera de cuarenta o cincuenta centímetros, se golpeaba a los alumnos que hubieran cometido un error.
Al despertar definitivamente, intenté analizar aquel sueño. Error. Castigo. Golpe. Alumno como sujeto pasivo. Yo, el sujeto pasivo que se coloca en el lugar de golpeado. Actúo despertando las risas de las demás figuras oníricas, lo que no me sitúa en el lugar de quien sufre, sino de quien goza. Yo sonrío interpretando aquel papel. Pienso en una escena erótica y real con P. Él me golpeaba con su falo en la boca y me azotaba, haciéndome gemir de un doloroso placer. Sentía su mano derecha tan fuerte como una regla de madera.
15:15 p.m.: Es el segundo día consecutivo que no tengo noticias de P. Arrastro un profundo cansancio, como si mis ojos se negaran a abrirse y afrontar la luminosidad del día. Fue él quien puso fin a nuestra conversación, y yo simplemente mantengo un silencio distante en respeto a su decisión. ¿Por qué debería hablarle si no desea escucharme? Comprendo que nuestra situación está destinada a ser así y me resigno. Aparecerá cuando quiera poseer sexualmente mi cuerpo.
Me sorprende no sentir angustia al revivir esta situación de distanciamiento por su parte. ¿Será esto un indicio de que estoy aceptando la realidad? Nuestro vínculo tiene ciertos límites. A un momento apasionado le siguen días de distancia. Supongo que esta es su manera de reiterar que no desea mantener una relación conmigo. De ningún tipo. Por eso me deja hablando sola, porque no quiere que estemos juntos. Después de darme todo en un momento, ahora no recibo nada. No hay rastro de sus palabras escritas ni de su voz. Au revoir homme parfait, bonjour vrai homme.