ÉL seducía a una mujer, hablaban entre risas y miradas cómplices. No sé si era su intención, probablemente estaba siendo él mismo. Lo que sí sé, es que ella estaba encantada con sus grandilocuencias. Yo los observaba desde debajo del escenario, sin que él fuera consciente de mi rabia. Al despertar, la represión me hizo olvidar este sueño. Apareció intacto mientras leía a Pessoa. Fantasía inconsciente, celosa y posesiva. ¿Por qué no puedo ser aquella mujer? ¿Por qué siempre he sido espectadora? ¿Por qué no estoy riéndome de sus gracias y ocurrencias? ¿Por qué no estoy junto a él en este jueves lagrimoso? ¿Por qué estoy lejos, por qué no puede verme? ¿Por qué si estoy tan cerca?
Una hora y media buceando entre las mil piezas del puzle. Terminé de unir poco más de cien piezas, las que conforman el marco. Agrupación por tonos celestes, azules, verdes, anaranjados y amarillentos. Aún quedan cientos de piezas sueltas. Separación por formas, intentos de encajar partes de un cielo que parece caerse a pedazos. Me pregunto cuánto tiempo más le destinaré a algo que veo completamente irrealizable. Llámese puzle, llámese vínculo afectivo. ¿Acaso no es otra forma de evadirme? Intento evitar cualquier ruido, necesito contemplar mis pensamientos cuando reina el silencio.
¿Cómo le explicaré mi angustia y mi cansancio a A.? ¿Le echaré la culpa a P., a Alicia, a mi útero; y por qué no también a R., que respeta mi reclusión sin enojarse? ¿Cómo me excusaré por la falta de ayer y por el impulso de alejarme de ÉL (de todos, realmente)? Mis gatas son siempre las que se llevan la mejor parte: caricias, besos y susurros dulces. Ya me gustaría a mí ronronear ante el afecto de P. (o de cualquiera, realmente). Tengo miedo de que no vuelva jamás. Temo que ya no dirá que me quiere y que, por el contrario, me abandone. Esto me angustia terriblemente. ¿Y si se olvida de mí? ¿Y si ya no quiere verme? ¿Y si está con otra mujer? Alors... ¿Seguiré refugiándome en las piezas del puzle de mis fantasías?
Una hora y media buceando entre las mil piezas del puzle. Terminé de unir poco más de cien piezas, las que conforman el marco. Agrupación por tonos celestes, azules, verdes, anaranjados y amarillentos. Aún quedan cientos de piezas sueltas. Separación por formas, intentos de encajar partes de un cielo que parece caerse a pedazos. Me pregunto cuánto tiempo más le destinaré a algo que veo completamente irrealizable. Llámese puzle, llámese vínculo afectivo. ¿Acaso no es otra forma de evadirme? Intento evitar cualquier ruido, necesito contemplar mis pensamientos cuando reina el silencio.
¿Cómo le explicaré mi angustia y mi cansancio a A.? ¿Le echaré la culpa a P., a Alicia, a mi útero; y por qué no también a R., que respeta mi reclusión sin enojarse? ¿Cómo me excusaré por la falta de ayer y por el impulso de alejarme de ÉL (de todos, realmente)? Mis gatas son siempre las que se llevan la mejor parte: caricias, besos y susurros dulces. Ya me gustaría a mí ronronear ante el afecto de P. (o de cualquiera, realmente). Tengo miedo de que no vuelva jamás. Temo que ya no dirá que me quiere y que, por el contrario, me abandone. Esto me angustia terriblemente. ¿Y si se olvida de mí? ¿Y si ya no quiere verme? ¿Y si está con otra mujer? Alors... ¿Seguiré refugiándome en las piezas del puzle de mis fantasías?