miércoles, abril 03, 2024

Lloro, mis ojos se posan en un punto fijo y mi tristeza reposa momentáneamente, hasta un nuevo episodio de llanto. ¿Por qué ningún momento es oportuno para estar junto a P.? ¿Por qué, luego de habernos reencontrado, volvemos a distanciarnos emocionalmente? ¿Por qué nuestros momentos felices son tan efímeros? Por un instante, creí algo estúpido, que él me había intercambiado, energéticamente, toda su melancolía. ¿No es estúpido expulsar mi dolor y atribuírselo a otra persona?
Pude conciliar el sueño a las cinco de la mañana, justo después de decirle que por primera vez deseo que estemos juntos. Mi cuerpo se relajó en posición fetal, mi mente se clarificó y descansé algunas pocas horas. Por la mañana, tuvimos una conversación, en la que decía estar deprimido. Anhelaba descansar ya que hoy tengo que exponer el tema sobre el cual estuve trabajando, pero por el contrario, me siento más perdida que nunca. Siento que seré incapaz de pronunciar una sola palabra al respecto, ÉL cruzará mis pensamientos como lo hace desde hace una semana.
Anoche me angustiaba el solo hecho de no poder dormir. Cerraba los ojos, inhalaba una mezcla de aceites esenciales, ponía a hablar a una voz para acallar la mía, giraba y giraba en la oscuridad. Se me hacía imposible pensar en algo que me tranquilizara. Me pregunto si empecé a sentirme así el jueves cuando P. desapareció todo el día, el viernes debido a la sesión con A. o el sábado cuando tuve que renunciar involuntariamente a mi deseo de intimar con él. ¿Cómo podría describirle a mi psicoanalista lo que siento a cada momento? ¿Teorizará que en realidad mi estado de ánimo se debe a la partida de mi padre hace casi cinco años? ¿Los meses en terapia estarán dando sus frutos interpretativos? 

Como era de esperarse, no pronuncié ni media palabra en público. Por suerte, pasé desapercibida. Hacía menos de una hora había pasado por el lugar donde P. me esperaba el pasado martes. En aquella puerta me abrazaba y nos besábamos "como dos estudiantes en celo". Él cruzó mis pensamientos, evidenciando mi incapacidad. A pesar de esto, me sentía increíblemente bella y lucía una sonrisa genuina en mi rostro. Pasado un tiempo, el fantasma de P. volvió a mi mente en forma de enigma. Pronto tuve deseos de llorar, lo que terminé haciendo nada más llegar a casa. 
Algo en mi semblante se desdibujó. Mi docente hablaba acerca del goce, del deseo, de los besos y la penetración. Mi mirada evitaba los demás rostros, me sentía avergonzada. He pasado tres meses deseando a un hombre que, en la lejanía, correspondía mi sentir. Finalmente lo he besado y he sido penetrada por él. Concordé a medias con la idea de que participar en una relación sexual es lo más placentero que puede ocurrirnos. La sirena de un coche comienza a sonar incesantemente, como si hubiera puesto de manifiesto algo importante. Mi reacción fue bastante similar ante las palabras de A. sobre anticoncepción. ¡Bingo! He aquí mis dificultades sexuales. He tenido que reprimir mis deseos porque el hombre ya no parece corresponderme.