viernes, octubre 27, 2023

Después de la sesión con A., me sumergí en reflexiones sobre el juego y la literatura, dos refugios que siempre parecen aguardarme con paciencia. Fue mi psicoanalista quien, con su sabiduría, sugirió que podría hallar consuelo entre las páginas de libros en una librería o al observar a los niños mientras se entregan al juego en la plaza; fuentes de bienestar y evasión en mi vida.
Una sonrisa ilumina mi rostro cuando recuerdo las conversaciones y los momentos de juego compartidos con seres pequeños, pero sorprendentemente inteligentes. La expectativa de regresar a ese entorno llena mi corazón de anticipada alegría.
Además, A. enumeró con aprecio mis logros, marcando el camino que he recorrido. Esto incluye la reducción de la ansiedad que amenazaba con asfixiarme. Concluyo proyectos de la misma manera en que el año llega a su fin, y mi próximo viaje se perfila en el horizonte. Comienzo a considerar la importancia de descansar, de permitirme un merecido respiro para recargar energías.
De pronto, me encuentro con un niño, su sonrisa radiante, pero su mirada cansada y el hambre marcando su rostro. Lo contemplo con un cariño que no precisa de palabras. Mi tono de voz se suaviza cuando hablo con él, y toda mi ternura fluye a través del aire. En ese instante, me invadió un anhelo profundo de ser madre, de criar a alguien con el amor que rebosa en mi interior.
O, en otra variante de mi anhelo, deseo conocer a una mujer y amarla, sabiendo que podría ser cualquier mujer que cruce mi camino. Lo esencial es que sea una mujer, y no me importa si ese amor no es correspondido.

jueves, octubre 26, 2023

Un trío de pichones diminutos, como las escenas borrosas de mi propia existencia, se reúnen en el patio de mi casa. Los observo con una fascinación casi obsesiva, buscando en su pequeñez alguna respuesta a las cuestiones que se agitan dentro de mí. ¿Qué secretos encierran esos frágiles cuerpos animales? ¿Por qué esta escena cotidiana me resulta tan familiar? La respuesta yace en la contemplación constante, en la necesidad de ser una espectadora perpetua de la vida.
Los encuentros con los demás me dejan perpleja, como si estuviera atrapada en mi propia torre de soledad, distante pero extremadamente sensible a las historias y experiencias compartidas. La ternura brota con intensidad, al borde del llanto, y mi empatía me conecta con los puntos de quiebre en mi propio ser que evito sentir en exceso.
Una alcantarilla, blanca como la pureza infantil, pero con el aroma de los fuegos artificiales quemándose en mi memoria. ¿Fue en alguna navidad de mi niñez, cuando aún era inocente y pura, o acaso era una perversa polimorfa disfrazada de ángel? Una cuchilla se cierne amenazante, y siento el hormigueo en mi mano. Pero siempre hay un hombre que irrumpe en mi sueño feliz, sordo a mi necesidad de respeto y delicadeza. Las sombras de mis experiencias pasadas persisten, como cicatrices en mi piel, recordándome que la vida, aunque llena de belleza, puede ser igualmente cruel y perturbadora.

miércoles, octubre 25, 2023

Una sombra blanca, un destello frío en medio de una noche blanca. La oscuridad se desliza debajo de mi tórax y se instala en mis huesos. Un cuerpo yace desvalido, con la boca contra el suelo, y a su alrededor, una mancha carmesí comienza a extenderse, como una herida abierta en la blancura de la noche. Me siento como esa sombra, como esa mancha roja que se expande lentamente. Mi vida ha sido una serie de noches blancas, de soledad y aislamiento, donde el frío de la indiferencia ha calado profundo. Mi cuerpo, como el del individuo en el suelo, ha estado postrado, vulnerable y marcado por las cicatrices invisibles del dolor.
Mis memorias de infancia, como los juegos infantiles en el patio de la escuela, son ahora recuerdos desgastados por el tiempo. Mi yo de cuatro o cinco años observa cómo un niño cae del tobogán, y las maestras, con sus palabras y gestos, se convierten en médicas de una tragedia efímera. El pánico que se apodera de todos los presentes es una sombra de todos los temores que me han perseguido a lo largo del tiempo. Con el paso de los años, las ilusiones de la niñez, se han deteriorado, como el patio donde solíamos reír y jugar. 
Otro recuerdo se despierta en mí, esta vez en la primaria, cuando los niños jugaban al elástico o saltaban la soga. Al asomarme por la ventana de la sala de música, el viento susurra historias olvidadas que me erizan la piel. Una niña, a la que pronto le faltará un ojo, llora en silencio en un rincón. La señorita R. entona el himno nacional con un tono que resuena en mi memoria como un grito escalofriante. Yo, sentada en las gradas, me siento vulnerable. Sus miradas y gestos, se convierten en fantasmas que me aterran.
Las mañanas heladas se adhieren a mis brazos, pálidos como un lienzo en blanco. Rezo, una oración que se convierte en un susurro desesperado. Debo ser una niña tranquila, debo llevar un uniforme femenino y obedecer las reglas. Debo prepararme para un futuro en el que ser madre es el único destino que me aguarda. Eso se espera de una niña.
Mi timidez y la profunda vergüenza que me consumían eran mis compañeras en las clases de educación física. Un niño se convirtió en el artífice de mi destrucción, empujándome con violencia. Una compañera me escolta al baño, y mi rostro duele, siento la sangre manando desde mi nariz y mi boca. Me miro en el espejo y veo una deformidad, un monstruo que ocupa el lugar de quien solía ser, tal vez antes de que la belleza desapareciera.
Dos nombres, M., resuenan en mi mente, dos niñas que me eran queridas, mucho más de lo que debería haberlo hecho. Siempre he sido capaz de percibir la belleza en los demás, especialmente en aquellas como yo. Pero la sociedad dictaba que debía casarme con un hombre. El amor igualitario estaba prohibido, una norma clara y cruel.
Era una niña llena de miedos, temores profundos. Temía que alguien descubriera mis deseos, que alguien me viera besando a L. (un acto fallido, confundí las iniciales). Pronto me vería forzada a asumir roles asignados a mi género, a seguir las normas, a ocultar mis anhelos más sinceros. Una figura oscura acechaba desde la puerta entreabierta, sin importar su nombre; era la encarnación de la prohibición.
Era solo una niña, y ahora, una mujer que no puede encontrar el sueño, después de no haber comido, tiemblo de frío en medio de la noche. Los monstruos debajo de la cama aún me aterran, y mi rostro sigue desfigurado por los recuerdos. Mi infancia fue una promesa de inocencia, un puñado de sueños, una mochila llena de momentos felices, pero también una sombra persistente que me ha arrastrado a ser quien soy hoy, una lucha constante por encontrar una sonrisa que se sienta genuina.

martes, octubre 24, 2023

Una habitación que pronto oscurece, mientras mi mirada se detiene en las palabras de Pizarnik: "Haz un dibujo, haz un poema, que diga rápidamente, con urgencia, que no te quiere, que más aún: le eres indiferente, que tal vez te desprecia o ni siquiera eso; que lo molestas."
El viento acaricia mi piel con un dejo de enojo, y mis ojos se posan en un punto fijo como si imploraran disculpas al universo. La tarde se desliza lentamente hacia la penumbra, y siento cómo me sumerjo en las sombras, arrastrada por la corriente de un tiempo que se escurre inexorablemente. 
A pesar de estar presente en cuerpo, me siento como si estuviera atrapada en un rincón oscuro de mi propia mente, como si existiera en los intersticios entre lo tangible y lo etéreo.
De repente, la puerta se abre, y una luz artificial inunda la habitación. Sonrío con una cortesía forzada, como si mi ser estuviera oculto tras una máscara que se adapta a los protocolos sociales, mientras mi cuerpo, exhausto y pesado, anhela la comodidad de la cama. Mis manos, frágiles y pálidas, parecen pertenecer a un mundo paralelo, y me pregunto si la sombra de quien solía ser todavía ronda por aquí, invisible pero presente. Si tan solo pudiera ser visible, quizás encontraría refugio en un abrazo cálido en lugar de la perenne soledad que me envuelve. 
En mi ropa, una línea fina de líquido rosa se expande lentamente, como un amanecer velado por una ruptura en el cielo. Esta mancha es un reflejo de mi alma fragmentada, un espejo de mis propias heridas que busco en vano esconder. Observo las nubes cambiantes en el cielo, esperando que revelen respuestas a preguntas que ni siquiera sé cómo formular.
El viento apenas susurra, y las hojas de los árboles permanecen inmóviles en el horizonte. El mundo exterior parece ser una pintura estática, un lienzo de indiferencia donde la vida fluye sin mí, como si yo fuera una espectadora solitaria en un teatro abandonado.
Un pájaro, torpe en su vuelo, cruza fugazmente el espacio, perturbando el paisaje que nada me inspira. Mi mente es un torbellino de pensamientos ansiosos que reposan sobre la almohada, y mi exhalación momentáneamente restaura la calma después de tachar otro pendiente de la interminable lista que gobierna mi existencia. El día avanza rápidamente, y apenas puedo percibir su paso, como si estuviera atrapada en una constante disonancia temporal.
Resurge un pensamiento recurrente que me atormenta en estos días, acerca de cuán inadecuada me he sentido a lo largo de toda mi vida. A veces, logro forjar vínculos con las personas, hacer que se acerquen a mí, pero inevitablemente, el fracaso, el desapego y la sensación de ser una forastera en mi propio mundo se interponen. Mi alma es un rompecabezas de piezas dispersas, una perpetua confusión que no logro resolver. 
Al parecer, mi lema invisible ha sido el sentirme prisionera de mí misma, sin hallar el refugio de la pertenencia, a pesar de ser consciente de la abismal diferencia, la distancia y la desconfianza que me separan del mundo. Vivo en las sombras de mi propia existencia, como un espectro en busca de un sentido que se escapa entre mis dedos.

lunes, octubre 23, 2023

La lluvia, con sus lágrimas caídas desde el cielo, formó charcos húmedos en el suelo, mientras el horizonte se volvía tan indefinido como mi propio rostro. Me hallaba en el mismo lugar físico que había desencadenado mi profundo temor al exterior, al punto de considerar el encierro como la única vía de escape posible. La oscuridad envolvía mi entorno, y había llegado a este sitio después de la cita con L. Él notaba mi inquietud y nerviosismo, esforzándose por ser mi ancla en un mundo que me resultaba inquietante. 
Este lugar, que en otro tiempo no era más que un baldío, aún conservaba calles de tierra, y la incertidumbre de sentirme perdida en este rincón del mundo que parecía tan ajeno y perturbador me aterrorizaba. Después de una espera eterna, finalmente estaba volviendo a casa. L. se despidió en mitad del camino, y yo continué, sola, alerta, con el sendero por delante. 
A mi paso, encontré una iglesia iluminada, pero no podía quedarme; debía continuar avanzando. Una calle más adelante, un hombre, también llamado L., me interceptó, y el peligro de estar frente a una posible amenaza hizo que actuara con desesperación, viendo mi vida pendiendo de un hilo en el aire. El hombre no se retiraba, pero un ángel compasivo me abrió la puerta de su hogar después de escuchar mis golpes desesperados. La lluvia de mis ojos había nublado toda la noche, y ese fue el principio del fin de mi libertad. 
A partir de aquel suceso traumático, que ocurrió hace ya casi cinco meses, mi vida se convirtió rápidamente en un encierro total, un miedo paralizante que significó más de una ruptura con el mundo exterior. Una de estas rupturas resultó imposible de superar y fue demasiado dolorosa. Mi rutina cambió drásticamente, y el pánico se convirtió en mi fiel compañero. Todo se volvió cada vez más difícil y angustiante.

domingo, octubre 22, 2023

Frente a mi ventana abierta, un sinfín de cubículos transparentes se despliegan, como una vista a un mundo ajeno. Observo la imagen de dos mujeres enmarcada en la penumbra, como un cuadro de sombras y secretos. Los murmullos de la gente lejana llegan a mí como susurros inquietantes que penetran mi conciencia. Una sensación de vulnerabilidad se apodera de mi ser; siento que me descubren, y una oleada de represión me sumerge en la inquietud. Es como si el mundo entero se horrorizara ante la manifestación de mi propia sexualidad, y yo misma, presa del miedo, me aterrara ante la idea de ser vulnerable.
Despierto a mitad de la noche debido a los maullidos enérgicos de gatos en una feroz disputa territorial. La pelea, un reflejo de la agitación de mis pensamientos internos, me atrae hacia la ventana. A través de la cortina entreabierta, observo la silueta fugaz de estos felinos que, como sombras en la noche, representan una danza de instintos primitivos. Mi mirada se eleva más allá de los tejados y ahí, en medio de la negrura, se revela un agujero inesperado, un portal de un rosa irreal en el cielo. Las visiones de la realidad y lo onírico se entremezclan en este instante.
Me encuentro en una fiesta, un punto de luz en medio de la nada. Me acompaña una mujer, mientras algunos hombres yacen sobre el piso del lugar, como si fueran sombras desvaneciéndose. Un sendero oscuro se despliega ante mí, y un pánico desgarrador me envuelve; temo no poder regresar a casa desde este lugar aislado. Mientras la oscuridad amenaza con devorarme, recibo un mensaje de mi madre, pero la incertidumbre me impide responder, ya que no tengo idea de dónde me encuentro. De repente, voces indistinguibles resuenan a lo lejos, y un camino de árboles se despliega ante mí. Agarro un balde y recojo algunas hojas, pero un niño, más fuerte que yo, se acerca y me lo arrebata. Luego, con un gesto brusco, vuelca el contenido del balde sobre mi cabeza. Me veo a mí misma arrastrándome por el suelo, y alentando a la mujer que me acompaña. Ella me dice que esta carga, este peso, es como un embarazo, y lo siento de igual manera, como si llevara el peso de un mundo en mi interior.
El escenario cambia, y de repente, me encuentro en Dallas, una tierra distante. Una mujer sufre en una sala de parto, mientras yo me detengo a observar las imágenes de una joven pareja homosexual que cuelgan de la pared, como si fueran destellos de una realidad ajena. La ansiedad me envuelve y confunde, y siento una pesadez que se apodera de cada rincón interno de mi rostro, como si el peso de esos sueños yuxtapuestos se hubiera materializado en mí. En medio de esta confusión, mi mente se sumerge en el abismo de la inconsciencia, explorando los rincones más oscuros de la psique. 
Bajo mi piel, como un intruso inquieto que teje senderos sinuosos de ansiedad, un ciempiés avanza, despertando emociones que se retuercen en mi interior. En ese rincón de la noche, mientras Harry Styles entona la melancólica "Sign of the Times", mi mente se adentra en la creación, donde las sombras de mis pensamientos se enredan en su propio caos.
En el horizonte distante, una antorcha singular emerge, su luz naranja fluorescente atrapa mi atención y me sumerge en un trance mental. Es como si esa llama titilante fuese una puerta al pasado, una llamada desde la memoria que yacía oculta, olvidada por el tiempo. 
Me encuentro atrapada en un túnel de oscuridad profunda, donde imagino a otro ser humano, también buscando su camino en medio de la negrura, enfrentando un río de incertidumbre que fluye a sus pies. La distancia insalvable nos separa.
La impotencia se cierne sobre mí. Mis intentos de hacer señas resultan en vano, pues la distancia se encarga de convertirlos en meros gestos inútiles. Una cinta invisible oprime mi boca, dejándome sin voz, incapaz de expresar mi angustia. Mis pies, por su parte, parecen atados a pesadas cargas, como si cadenas me impidieran avanzar.
En medio de este desasosiego, la certeza de mi soledad se hace cada vez más palpable, como un abismo que se ensancha. Me pregunto si, en última instancia, la única salida será dejarme llevar por la corriente que me arrastra hacia lo desconocido, sin esperar que alguien llegue a rescatarme.

sábado, octubre 21, 2023

En medio de la oscura madrugada, un estridente maullido rompió la quietud con la intensidad de un grito angustiado. Su sonido penetrante pareció romper un zócalo invisible, fragmentándolo en mil pedazos a medida que resonaba, dejándome inquieta y llena de una extraña aprensión. La ciudad yacía sumida en un sueño profundo, ajena a esta sinfonía de desconcierto, mientras mi mente, errante y curiosa, se aventuraba en los misterios insondables de la noche, como una viajera solitaria en un universo paralelo. 
En medio de esta penumbra, esa sensación de vulnerabilidad se intensificó. Un miedo latente, una sombra que se retorcía en mi interior, estaba entrelazado con el recuerdo del hombre malo. Los susurros de antiguos temores se enredaban con la oscuridad de la madrugada, dejándome inquieta y haciéndome cuestionar si algún día podría liberarme de esta pesadilla interna.
El encuentro con R., aunque acompañado de un compañero humano, fue un viaje hacia mi propio abismo. Las elucubraciones y explicaciones sobre mi agotamiento crónico dejaron al descubierto una debilidad interna. Las palabras de R., combinadas con las reflexiones de mi psicoanalista sobre mi tendencia a refugiarme en la fantasía como vía de escape de la dura realidad, abrieron una compuerta de pensamientos incógnitos. Me vi inmersa en una pregunta inquietante: ¿podría mi profundo letargo durante el sueño ser una manifestación de esta necesidad de buscar refugio en el mundo onírico, una evasión del áspero roce con la realidad?
Caminando por las calles transitadas de la ciudad, una extraña sensación de disociación me envolvió. Me sentía como si mi existencia se hubiera desconectado del mundo que me rodeaba, como si fuera una observadora ajena, un ser etéreo flotando entre las voces y detalles de una realidad que sentía cada vez más distante. Fue entonces que la música se convirtió en mi inesperada compañera de viaje. Los acordes de Charly García resonaron en el aire, interpretando "Pasajera en Trance". Me atreví a cambiar la letra: "un desamor real es como vivir y estar dormido". Pero el contraste no tardó en llegar. La voz melódica del Flaco Spinetta llegó como un susurro con su canción "Ana no duerme", una balada que me invitó a explorar las sombras de mi propio insomnio, como si mi mente estuviera dispuesta a adentrarse en un mundo de dualidades y contradicciones.
Mientras un pájaro, con su figura inerte y desgarrada, yacía en el centro de la solitaria avenida, su presencia inexpresiva se fundía con mi propio estado de ánimo. En esa escena, encontraba un reflejo de mi alma, fragmentada y perdida en un mundo que parecía ajeno. El cielo que se alzaba sobre la avenida compartía esta misma inexpresividad, sin definirse en tonos oscuros, grises, o roturas de tormentas. Era un cielo atrapado en un eterno estado de transición. En medio de esa contemplación melancólica, recuerdos leves de mi niñez emergían en mi mente, como destellos fugaces en la oscuridad de mis pensamientos. Aquellos momentos de la infancia se alzaban como un recordatorio de un yo anterior, que alguna vez fue completo y sin fragmentos, antes de que la vida y sus misterios me dividieran en pedazos irreconocibles.

viernes, octubre 20, 2023

Un niño, apenas un saco de huesos desnutridos, una pálida sombra de insignificancia. Sus padres, seres ausentes en un escenario de desolación, incapaces de percibir el lento naufragio hacia la nada, esa misma que es un abismo, o tal vez un paraíso de dulces que corrompen. 
Dos jóvenes, anclados en el tiempo, posan con sonrisas que parecen extraídas de algún libro de recuerdos olvidados. Rodeados de la exuberancia de la naturaleza, estas cinco imágenes preludian un retrato de la juventud que da paso a la maternidad. Una muchacha, el eco de un embarazo visible a los seis meses, acompañada por un joven que posa sus manos en su vientre. Luego, un bebé, frágil y pequeño, un regalo que evoca una ternura materna teñida de agotamiento. En medio del bullicio de quienes lo rodean, recibe cuidado y protección, mientras sus mejillas son acariciadas por las lágrimas que fluyen y se mezclan con las manchas de los álbumes desgastados y olvidados que narran su propia historia. Entre las imágenes, fugaces sonrisas y expresiones que se ocultan entre el cobijo y el afecto. Dos jóvenes, ahora rodeados de tres ancianos que pronto serán dos, revelan un ambiente impregnado de antigüedad, incluso en los rostros.
Un niño ataviado de blanco se encuentra frente a un cura, quien marca su frente con la cruz. El hogar se llena de rostros en una celebración que parece una fiesta, con globos coloridos y una mesa rebosante de delicias. En medio de esta reunión multitudinaria, me encuentro rodeada de personas, pero aún me siento distante, desencajada. Un matrimonio que vislumbra un futuro sombrío debido a la escasez y frialdad del cariño que lo alimenta. El mundo a mi alrededor me aterroriza, pero sonrío y juego. 
Mi padre sostiene un nebulizador mientras achino los ojos. Yo, en mi segunda navidad, sentada en un sillón, las manos aferradas a las hebillas de mis sandalias, mi mirada perdida en algún rincón del mundo junto al árbol de navidad, majestuoso y resplandeciente.
Yo, en el juego de hacerme grande. Luego, un viaje; dos jóvenes acompañados por dos ancianos. Yo, en medio de la naturaleza, rodeada de animales. Yo, en un concierto de Diego Torres, junto a mi tío. Yo, a los tres o cuatro años, en un recreo, los brazos cruzados, flanqueada por dos damas de avanzada edad. Yo, niña sonriente, rodeada de animales, en una ciudad inmensa. Yo, después de los actos escolares, un rostro teñido de tristeza. Yo, sentada con las piernas abiertas, observando una presentación de flamenco. Yo, regresando a mi país de origen, cargada de regalos materiales y rodeada de personas.
Nace un niño, un ser que equivale a la llegada de un ángel, diminuto y llorando. Sonrío mientras lo sostengo en mis brazos, y ahora, mientras escribo estas palabras, se deslizan lágrimas por mis mejillas.
Yo, en años que, a pesar de la edad, se tornan muy felices, seis y siete. Yo, con un rostro radiante de felicidad, abrazando, tocando y cuidando a ese niñito; su presencia, un encantamiento. Yo, disfrutando de hacer tareas escolares y jugando a ser la maestra. Nieve que cubre las plantas de nuestro jardín. Una foto con mi padre sosteniendo trozos de esa nieve. El álbum se cierra con imágenes de mi hermano siendo un niño pequeño y yo apenas un poco más grande. Sin embargo, todavía no puedo discernir el punto en el que todo cambió.
Me atreví a responder que no experimento ningún sentimiento hacia P. No obstante, al rememorar nuestra despedida, no puedo evitar sentir un rastro de tristeza. Mi psicoanalista deseaba profundizar en el misterio de mi angustia, comprender por qué las lágrimas brotaban súbitamente. Extraño la habilidad que solía poseer para sumergirme en los detalles más sublimes de un mundo que lograba cautivarme en el pasado.
En cuanto a S., nuestra amistad ha sido un viaje emocionalmente vertiginoso a lo largo del tiempo. Comenzó cuando era solo una niña de diez años, y en retrospectiva, nuestra frecuencia de encuentros parece inverosímil. Las noches que pasamos en mi casa perduran en mi memoria con una intensidad inquebrantable. Cada recuerdo está meticulosamente impregnado de los detalles más exquisitos de su presencia, desde la suavidad de su piel hasta los rasgos de su rostro, tallados como una obra de arte. 
Sin embargo, mi historia también está teñida de sombras profundas debido a mi relación con mi padre, marcada por un incidente de agresión física que ha dejado una cicatriz indeleble en mi vida. La distancia emocional que se erigió entre nosotros se convirtió en un abismo insalvable. En la mayoría de mis recuerdos, lo percibo como un hombre incapaz de mostrar comprensión o respeto. Solo un episodio confuso, cuando tenía dieciséis años, se aparta de esta percepción. En una ocasión, desaparecí y él, visiblemente angustiado, me buscó y mostró signos de genuina preocupación, creando un extraño contraste con su actitud habitual.
La certeza de que nuestra relación está irremediablemente dañada me atormenta constantemente, y experimento náuseas al recordar las heridas de mi pasado. El presente y el futuro se me presentan oscuros, y, a pesar de todos mis esfuerzos, no puedo evitar la sensación de que no deseo volver a pensar en él hasta el próximo jueves, o quizás, nunca más.

jueves, octubre 19, 2023

Al inicio de la sesión psicoanalítica con A., no pude evitar arrojar la despedida de P. sobre la mesa, impulsada por una ansiedad incontrolable. Afirmó que él no quiere estar conmigo, y en esta ocasión, su comentario no me pareció cruel, pues es una verdad que yo también reconozco. No deseo estar con él, sino con mi propia imposibilidad, un lazo que me ata a la angustia de no poder alcanzar lo que ansío.
Apenas transcurrió un instante antes de que A. me cuestionara acerca de si había salido de mi casa y por qué el mundo exterior me resulta tan hostil. Mis respuestas fueron negativas, y mi incapacidad para comprender mi temor se hizo evidente. La raíz de mi trauma no se remonta a los últimos años; es un espectro que persiste desde mi infancia, marcando cada uno de mis movimientos y decisiones.
Un silencio interminable colmó la habitación cuando A. preguntó sobre la figura de mi madre. Aunque me proporcionó ejemplos para describirla, no pude encontrar palabras adecuadas. Culpar a mi hermetismo fue la vía que elegí para definir nuestra relación, evitando responsabilizarla.
A., continuó indagando sobre las conductas de mi padre, y nuevamente mi respuesta fue negativa. A pesar de sus momentos de retraimiento, lo describí como un "señor" sociable, como lo llama ella. El gran temor a pronunciar una sola palabra acerca de lo que ha ocurrido a lo largo de todos estos años se basa en mi sensación de debilidad. Aunque A. me asegura que él no puede dañarme, incluso si es físicamente más fuerte que yo, no puedo superar mi miedo hacia él.
Mi temor no reside en el mundo exterior, sino en mi padre. Deseaba con todas mis fuerzas dejar de vivir con él, ya que su sola presencia me atemorizaba. Escuchar sus pasos durante la noche era anticipar una amenaza, y un gran terror me invadía. Los gritos de un niño, el peso de un cuerpo y una herida eterna que nos acompañará, todo debido al hombre malo.
Siento un profundo sentimiento de inferioridad que precede a mi incapacidad para relacionarme con los demás. Solo ante un hombre puedo mostrarme vulnerable, un hombre que amo. Este encierro oprimió mi vientre como el puño de un luchador grande y violento.
No puedo enfrentar al mundo ni a la masculinidad de H. Me siento tan pequeña e inútil que la vergüenza me consume y me hace llorar. Abandonar la idea de que él me hará daño es un proceso difícil. Él, o la idea de un monstruo, son indistinguibles de cualquier hombre en mi mente. Siento que podría haber un villano en cada esquina, listo para lastimarme, y yo no podría hacer nada más que abandonarme ante la idea de sufrir otro abuso.
Él no ha muerto en mi interior, sus ojos me miran con odio y me da miedo. Lo que ha fallecido es mi concepción de un hombre bueno, un padre protector frente a los peligros. Me vi forzada a protegerme bajo las sábanas del horror, haciendo todo lo que estaba a mi alcance debido a un padre sordo y una madre ciega. No deseo que ninguno de los dos vuelva a darme un beso de buenas noches; no quiero más noches tristes en mi vida.
Palpitaciones agitan sin piedad mi ojo izquierdo, un órgano acusador que delata la interminable lista de tareas pendientes y la inminente confrontación con el mundo exterior. La culpa, como un manto opresivo, se posa sobre mi mente y me sume en la ansiedad más profunda. El solo pensamiento de afrontar el día que se avecina es suficiente para sumirme en una inquietud incontrolable.
Por las noches, el reino onírico se despliega ante mí en una sucesión de escenas desordenadas. En un rincón de ese mundo, aparece la imagen de S., una amiga de mi adolescencia. En este escenario donde el deseo y la represión danzan en un eterno tira y afloja, S. se insinúa y yo, en mi juventud, me hundo en el abismo del pánico. Los murmullos de mis padres en la habitación contigua añaden una capa de prohibición a este sueño. La atmósfera se carga de tensión, como si estuviera al borde de cruzar una línea que no debería ser traspasada. Mi lengua roza su manantial prohibido, y en ese gesto, la dualidad del deseo y el temor se fusiona, dejando una impresión duradera en mi mente.
Esto me hace recordar que L., como una sombra momentánea, permaneció en silencio durante todo el día de ayer. Sin embargo, sé que su regreso está al acecho en algún rincón de mi psique, una presencia que se cierne como una nube negra sobre mi tranquilidad. Anhelo que P. regrese como una brisa suave que acaricia mi piel en lugar de un vendaval que perturbe mi paz.
En otro sueño, un niño pequeño aguarda con paciencia, sus ojos reflejando esperanza en el futuro. Un abrazo se extiende eternamente, como si el tiempo mismo se detuviera para permitir ese contacto íntimo y reparador. Sin embargo, un tercer sueño, más oscuro, me atormenta: un padre, figura autoritaria e hiriente, regresa en un intento de herirme una vez más. Su presencia genera una tormenta emocional.
Y es en estos días cuando mi obsesión se centra en llevar a la práctica el coro de la canción "Don't Let It Break Your Heart", interpretada por Louis Tomlinson. Cada verso resuena en mi mente como un himno personal. A pesar de la dureza de la vida, debo resistir y no dejar que nada ni nadie destruya mi corazón.

miércoles, octubre 18, 2023

Vull ser lliure com l'ocell que va sortir de la presó i vola finalment. Rastros de ansiedad persistieron en mi mente durante las horas insondables de la madrugada, como un eco incesante que reverberaba en el vacío de la noche. La agitación interior, tan turbulenta como las olas rompiendo en la costa, no me permitía hallar reposo. Cada pensamiento era una ola que se estrellaba contra la orilla de mi conciencia, anticipando la mera idea de enfrentar el mundo al alba. Ahora, mientras escribo estas palabras, finalmente puedo saborear una calma que, hasta hace poco, me resultaba inalcanzable. Aun en esta serenidad, no me atrevo a correr la cortina y desvelar el exterior, como si temiera que la luz del día pudiera romper el frágil equilibrio que he alcanzado.
En los últimos días, me he sumergido profundamente en la historia de dos jóvenes cuyo amor, a pesar de manifestarse en gestos indisimulados y tiernos, jamás pudo ser expresado abiertamente. Cada página de su historia era un recordatorio doloroso de la represión y las personas que los obligaban a ocultar lo que sentían. Siento una vergüenza silente, como si una presencia inexistente, quizás P., me observara fijamente a los ojos en este mismo instante, como si su mirada penetrante pudiera ver a través de mi alma y juzgar mis propios secretos. 
Mi tormentosa relación con la comida continúa sin mejoras apreciables. No logro entender cómo mis piernas, en un acto de resistencia, siguen sosteniendo mi propio peso, como pilares de fuerza que desafían la gravedad. Pero mi cuerpo completo grita de agotamiento y desgaste, como un vórtice que amenaza con arrastrarme a su interior, mientras intento mantener la compostura y la apariencia de normalidad.
Mientras escuchaba la canción titulada "Reniego haberte encontrao", interpretada por Camarón de la Isla, su voz parecía dirigirse a un Dios, pidiendo compasión por cualquier mal que hubiera cometido. Sin embargo, en mi propio desamparo, carezco de una divinidad a la cual dirigirme. Me encuentro en un lugar de profunda soledad espiritual, sin saber a quién rogar clemencia.

martes, octubre 17, 2023

Él no regresará, ni siquiera cuando la noche se tiña de oscuridad y el viento sople con furia desacatada. Sus palabras se mantienen arraigadas en mi mente, tan intensas que puedo recitarlas como cuentas de un rosario repleto de crueldades. Cada una de ellas deja una marca en mi alma, ensombreciendo mi ser como un cenicero repleto de expresiones cortantes.
Me hallo inmóvil, mis dedos apretando mi labio inferior, mordiéndolo con ansias. Observo cómo mis venas sobresalen, como si intentaran escapar de la palidez que me envuelve. Luego, giro mis brazos y, con la mirada, recorro minuciosamente cada centímetro de mi piel, deteniéndome en cada marca impresa por su recuerdo.
Anhelo derramar lágrimas, pero me contengo, renunciando a la fragilidad que acecha en lo profundo. Sin embargo, soy consciente de mi vulnerabilidad. Imagino que un viento repentino azota mi ventana, amenazando con desgarrar el cristal y, en su furia, herirme. Parece querer llevarse consigo mi sangre y pasión, la fuente principal de mi sufrimiento. 
Me aterra la idea de que él pudiera adentrarse en mis pensamientos y emociones, desentrañar mi ser más íntimo, aunque sé que es solo una ilusión, un capricho. Aparece a mi lado, su sonrisa brilla, y desearlo se convierte en una llama que quema con intensidad, pero que no llega a consumirse. Ese hombre, sé que nunca será mío, y esa realidad se convierte en mi condena. Así que abrazo un dolor presente, no inmenso, pero lo acepto como si fuese una forma de sentir, una penumbra necesaria, porque deseo sufrir por lo que nunca me perteneció.
Prefiero no ser esa niña que extiende ansiosa su mano para alcanzar un oso de peluche en una máquina de juegos, sino una mujer con intelecto y habilidades que superan cualquier capricho infantil. En realidad, me enfrento a la nada, porque nada en este mundo puede compararse con el hombre que anhelo. En el campo de batalla de mis sentimientos, libran una lucha despiadada, se hieren, a veces escapan del cuadrilátero, y en este caos, yo intervengo, cuidándolos con ternura, sin miedo a su violencia.
Escucho el efímero sonido de una ambulancia y comprendo que no se trata de una muerte causada por un amor no correspondido, sino de una herida que clama por atención urgente antes de desangrarse aún más. Me asalta la inquietante pregunta: ¿y si soy yo quien conduce la ambulancia, siendo la herida que necesita sanar?

lunes, octubre 16, 2023

Una canción inconclusa se alza en mis pensamientos, como un lamento suspendido en el aire. En el papel, un trazo violento se desangra, como una herida abierta que nunca termina de cicatrizar. Cada espacio en blanco en mis sueños se convierte en un espejo que refleja el nombre que me atormenta, como un secreto prohibido que temo desvelar en voz alta, como si pronunciarlo fuera traer de vuelta a la vida algo que debería permanecer en el olvido.
"Si este dolor durará por siempre es que el mercurio lo tengo aquí", le canto al espíritu que seguirá confinado en el confort de su tumba eterna. "Ya no digas más palabras, nene. Ya vete de aquí", añado, como un ruego silencioso a un espectro que no responde.
En mi mente, una imagen se agolpa, la de un joven entregado por completo a su violín. Su música resuena como un eco de la tristeza que habita en mi alma. Desearía ser él, poseer la habilidad de transmitir tanta emoción a través de un instrumento. El violín se convierte en su voz en el abismo.
La calle se viste de blanco, la nieve cubre el paisaje. Desde el balcón, desciendo la mirada y descubro a un hombre encapuchado sobre su superficie, los pies descansando sobre una mancha roja. Me sumerjo en su enigma, sin temor ni inquietud. Comprendo que la distancia kilométrica siempre nos separará, como un abismo insalvable. Pero en ese momento, el misterio se vuelve parte de mi existencia, y lo contemplo como un testigo silente de la vida y la muerte entrelazadas en un instante de eternidad.

domingo, octubre 15, 2023

Dormí apenas cuatro horas, y al despertar, un dolor agudo en el abdomen me envolvió, retorciéndose en mi interior como una serpiente hambrienta de mis entrañas. Las náuseas me asaltaron, mientras mi cuerpo, presa de la debilidad, temblaba bajo el frío que se deslizaba desde lo más profundo de mi alma. Luché contra esta súbita incomodidad y posteriormente, mi mirada se perdió en un pequeño pájaro que danzaba fuera de la ventana.
Fue Artaud quien en algún momento escribió que "es preciso tener mucha fuerza de voluntad para no dejarse llevar a la eternidad y permanecer en el tiempo". Un zócalo cayó al suelo, quizás a causa de la torpeza de un gato que, en su desdicha, dejó una herida en su pata delantera y ahora se manchaba con su propia sangre. Sin embargo, la duda se posa sobre la realidad, y me pregunto si ese zócalo alguna vez cayó o si el gato es una mera invención de mi mente errante.

sábado, octubre 14, 2023

Voces españolas y preparativos. Me visualizo arrastrando mi maleta a otro país, y la emoción se refleja en la textura de mi piel, un cosquilleo que me recuerda que, a pesar de todo, la vida continúa su marcha implacable. En el umbral de un nuevo capítulo, el futuro se despliega ante mí como un mapa en blanco, listo para ser trazado con las experiencias que esperan ser vividas.
Hoy, por fin, me he tomado el tiempo para disfrutar de un almuerzo. Durante semanas, había dejado de lado la comida, mi apetito ahogado por un torbellino de pensamientos y preocupaciones que parecían no tener fin. La pintura, fiel confidente de mis angustias, ha sido mi vía de escape, el medio a través del cual puedo darle color a las emociones que me embargan.
Y a medida que el día avanza hacia su inevitable ocaso, me sumerjo en una reflexión profunda, cuestionándome cómo P. y yo hemos llegado a este punto. La música de Pablo López, con su piano apasionado, provoca un torrente de emociones. Sus palabras, "tengo el corazón insoportable... Puede que no sirva para amar", penetran en mi ser, recordándome que los vínculos pueden quebrarse, como cristal frágil en manos de un destino caprichoso.
Anoche, el recuerdo de P. regresó a mi mente, acompañado de su nombre y su figura. Sin embargo, ha perdido su poder sobre mí. Ahora su influencia es una sombra distante. Ya no lucho desesperadamente por superar su presencia, sino que estoy aprendiendo a convivir con ella sin que me pese tanto.

viernes, octubre 13, 2023

Después de un largo período, me hundí en el reconfortante abrazo del alcohol. Las lágrimas surcaban mis mejillas mientras la voz melancólica de Fabiana Cantilo entonaba: "Me gustan los problemas, no existe otra explicación. Esta sí es una dulce condena". Como si describiera con precisión mi patética existencia. Fue una experiencia abrumadora y dolorosa, una mezcla de asco y hambre, como si buscara respuestas en el fondo de una botella. Me sumí en un estado de quietud, mientras un profundo anhelo de sueño me invadía, como una vía de escape de la opresiva realidad. Y en esa huida, el amargo sabor del horror y la violencia dejaron su huella en mi boca, como si de manera inconsciente anhelara adentrarme en otro abismo de sufrimiento, quizá para amortiguar la herida que dejó la partida de P.
Cada sorbo se convertía en un intento desesperado de encontrar consuelo en los rincones más oscuros de mi mente. Sentía una mezcla de vergüenza y absurdo por haber creído que P. podría ver mi alma más allá de mi cuerpo, que sus palabras escondieran un significado más profundo. Pero, una vez más, la cruda realidad se impuso, dejándome claro cuán insignificante soy para él.
La obligación se convirtió en mi excusa para evadir la comida, y me sumergí en la rutina como refugio para mantenerme ocupada y alejar la tristeza. Pronto, seré una pasajera en trance. Charly García me transporta al mundo de "Fantasy" y por un breve instante, mi pena se desvanece.

jueves, octubre 12, 2023

Mi mirada se pierde en el abismo de mis pensamientos después de la sesión. Al mencionar a P., mi voz titubea, y no soy capaz de pronunciar ni una sola palabra sobre nuestra conversación. La frustración crece en mi interior, como un puñado de piedras que obstruyen mi garganta, impidiéndome expresar lo que siento. Mis papeles se llenan de letras que carecen de sentido, meros garabatos, impulsos motrices que no logran transmitir nada. El hambre se convierte en una pesada carga, y las horas parecen aplastarme, dejándome con la mente exhausta.
La ansiedad, siempre al acecho, se presenta de repente. Me siento enferma, más pálida de lo normal, agitada y nerviosa. Me culpo por querer controlar cada aspecto, incluso mi propio discurso.
Desearía no haber escuchado su voz ni su adiós. Despojó uno a uno los pétalos de mi ilusión, como si fuera un juego cruel. Me desgarró como a un animal herido e indefenso, destinado al sacrificio. Ya había considerado esto antes, pero esta vez parece ser el fin definitivo. Siento que debo arrancar mi corazón de mi pecho para olvidar. La angustia me ahoga mientras repaso mis errores una y otra vez. ¿Por qué persisto en aferrarme a brasas que solo me han causado quemaduras de tercer grado?
La noche se extiende sin piedad, y yo lucho sin descanso por encontrar un momento de tranquilidad. Después de este tormento, visualizo en mi mente un campo primaveral, lleno de flores coloridas, nubes blancas y el pasto más verde que podré contemplar en mucho tiempo. Allí, hallaré mi alegría, mi canto, mi descanso y mi apetito por la vida. Mi rostro estará sereno, mi estómago satisfecho, y mi cuerpo rebosará de energía. El silencio regresará, mis pies tocarán la tierra, y el viento intentará llevarse mi pelo mientras río en el momento más inesperado.
Me despierta el frío gélido de la calle y de mi propio ser. Me encuentro en posición fetal, abrazándome con desesperación. Mientras tiemblo, desnuda y vulnerable bajo un puente, las personas pasan indiferentes, vestidas con sus trajes y sus máscaras sociales. Soy un cuerpo sin rostro, un sueño de insignificancia. En mi corazón, persiste la madrugada, un eterno abismo de oscuridad. 
Un día abarrotado de obligaciones se avecina. Tendré mi sesión psicoanalítica. Cuando comparta mi conversación con P., la gracia de mi relato se desvanecerá ante las palabras de A. Con crueldad, ella afirmará que P. no me desea de la misma forma que yo a él, que es una proyección de mi propio deseo. Mi corazón se hará pedazos, mi sonrisa desaparecerá al instante, y me quedaré en silencio, enfrentando la verdad que me martiriza. Tal vez sea masoquista, no encuentro otra explicación. 

miércoles, octubre 11, 2023

Atrapada en la dualidad del discurso de P., una excitación que se prohíbe. El deseo arde en su mirada, y yo, ardiente, anhelo su proximidad. Sin embargo, una figura, invisible y sin importancia, se interpone en nuestro camino. La resistencia de P., esa lucha con sus demonios, es un infierno que deseo presenciar. Dos almas, dos tridentes, chocan con la culpa que le susurra a su ángel y me incita desde mi lado malévolo.
Las paredes rojas de la habitación parecen al borde del colapso, mientras un cielo negro, testigo y cómplice, espera nuestra transgresión. En una mesa que evoca la última cena, se extienden bocadillos venenosos y serpientes que perecen al beber del cáliz del cianuro. Gritos de placer, ahogados por la pasión, llenan la estancia cuando su piel se funde con la mía. Su mirada, ciega y extasiada, se alza hacia lo desconocido. Penetra con necesidad, violencia y ansias. Mis ojos siguen las gotas de sudor que serpentean por su cuerpo, y mi respiración se acelera, anticipando el último suspiro.
Entonces, una fuerza indomable lo arrebata de la habitación, y su esencia se desvanece. Quedo sola, con las paredes transformadas en ventanas hacia una luz blanca, intensa y deslumbrante. La mesa se llena de manjares esperando ser devorados. Envuelto en una túnica blanca, mi cuerpo flota en un aire puro y perfumado, ajeno al erotismo que nos consumía.

martes, octubre 10, 2023

En la bruma de la vida, una gota de agua se posa en mi ojo izquierdo, mientras observo un cielo blanco perforado. El viento desgarra mi vestimenta y amenaza con llevarse mis últimos latidos. Las ramas de los árboles oscilan lentamente, como sombras que no son hojas, sino monstruos que avanzan para devorar mi infancia angelical. Inhalo el aroma del pasto empapado por la lluvia y un fuego interno me hace respirar profundamente. A lo lejos, vislumbro una montaña rojiza o quizás un volcán en erupción, expulsando mis deseos que no me pertenecen.
Luces cálidas y frías me envuelven, atrapándome con su enigma. Un perro ladra y un gato maúlla como si quisieran escapar de un destino inevitable. Las nubes se abren, y una escalera invisible termina a mis pies, llamándome desesperadamente. En un clavo altísimo, encuentro equilibrio; el hambre y el frío se disuelven en la nada. Una calesita gira sin fin, pero no puedo alcanzarla. El sueño se me escapa entre los dedos, como arena fina. Mis ojos siguen objetos en movimiento mientras mi mente anhela escapar al país de nunca jamás. 
Oigo el lejano estruendo de un tren, aunque no puedo verlo, pero sé que se lleva consigo algo preciado con violencia. A pesar de ello, no reacciono ni entro en pánico; me envuelve una paz atónita.
P. también anhela lo imposible. El viento arrastra con furia unas cortinas envueltas en llamas. Lo imagino, agradecido, tras alcanzar un punto culminante de excitación. Su figura se dibuja en la penumbra que es su cuerpo o su cárcel. Un cuentagotas con la sangre de mi pecho se convierte en un río profundo de dolor. Un humo negro y asfixiante, la realidad misma, lo inunda todo.
He recordado las palabras de Pizarnik sobre la imposibilidad de un amor que no muere. Mi visión se nubla y la gris realidad se apodera de mí. Una cometa enloquecida danza en lo alto del cielo, y cuando abro las manos, cae en llamas, quemándome. Llamaradas de pasión y odio se reflejan en mis ojos. Culpo al hombre que la lanzó hacia mí, grabando su inicial en un material ignífugo para que la recuerde, incluso cuando las vendas envuelvan la carne abierta de mis dedos. Bajo mis uñas, entre la tierra y la mugre, yacen los restos de mi amor enterrado.
Tuve un diálogo intenso en el que A. me propuso un encuentro íntimo. No sé cuándo fue la última vez que compartimos palabras, pero las brasas del beso del pasado diciembre aún arden en mi memoria.
La idea de adentrarme en una fantasía compartida con él, choca de manera inquietante con mi perpetuo temor a un embarazo no deseado. A pesar de ello, mis miedos y deseos danzan en una sinfonía obsesiva en mi mente, como sombras que se entrelazan. 
Me visualizo en sesión psicoanalítica, con una mirada firme que escudriña mi discurso. Sin lugar a dudas, surgiría la interrogante sobre el papel que P. juega en este vínculo con A. O quizá sea mi propio subconsciente el que insiste en traer a P. de vuelta, como una sombra incansable que persiste, incluso cuando intento alejarla.
Anhelo que P. pudiera sumergirse en las profundidades de mi ser, como un intrépido explorador navegando los oscuros mares de mis pensamientos y deseos más íntimos. Sin embargo, a pesar de las tentaciones y dilemas, la pasión que siento por él es una fuerza indomable, una llama que continúa ardiendo, incluso cuando otra daga ha sido clavada en mi corazón.

lunes, octubre 09, 2023

L. dice que me necesita, a pesar de que hace tres meses me alejé de su vida. La culpa me abraza con sus garras afiladas, y las lágrimas brotan en silencio, tejiendo un oscuro manto de despedida. Mi cobardía me sume en la negrura, impidiéndome revelar el amor que siento por P., una pasión que me consume como un fuego voraz.
La raíz de mi decisión de apartarme yace en mi conflicto interno, un laberinto de emociones inextricables. Era injusto para ambos continuar una relación mientras mis sentimientos se dividían entre dos personas. 
La noticia del beso de L. con otra mujer cae sobre mí como un aguacero de dagas, llenándome de un egoísmo oscuro al imaginar sus cuerpos femeninos tan próximos, como si una parte de mí se estremeciera ante ese espectáculo prohibido. Anhelo haber sido yo quien lo besara, y la idea de ser testigo de ese instante me excita de una manera que me aterra.
Siempre he tenido la tendencia a huir de las tormentas emocionales, a buscar refugio en el anonimato de la distancia y el silencio cuando los vientos de la pasión y el deseo soplan con demasiada fuerza. Esta huida es mi forma de protegerme, de resguardar mi vulnerabilidad donde solo yo puedo acceder. Pero esta vez, como en tantas otras, mi escapada se siente como una forma de eludir el enfrentamiento directo con mis propios sentimientos y deseos, que arden como llamas descontroladas dentro de mí.
Aunque desee con fervor mis labios, no puedo evitar mantenerme en silencio. Mi corazón late al ritmo de P., anhelando sus besos y la cercanía de su cuerpo. Las palabras de L. perforan mi alma con crueldad, un recordatorio implacable de mi propia huida.
Hablo de libertad y le digo a L. que no quiero mantenerlo prisionero a mi lado, pero en realidad, soy yo quien se encuentra atrapada en las cadenas de mi amor por P. Mi deseo más profundo es brindarle a L. la oportunidad de encontrar a alguien que pueda corresponder plenamente a sus sentimientos, liberándolo de una relación donde mi corazón no puede entregarse por completo.

domingo, octubre 08, 2023

Siento un deseo lujurioso por estar con L. Mi cuerpo anhela la proximidad de su piel, y la tentación de llamarlo y citar de inmediato se vuelve incontrolable. Sin embargo, me contengo, consciente de que no quiero jugar con sus sentimientos ni ceder a mis impulsos.
En medio de este torbellino de deseos y contenciones, P. emerge como una figura de lo prohibido, de lo inalcanzable. Su presencia me recuerda la distancia insalvable que existe entre nosotros, siendo un persistente eco de que ciertas pasiones están destinadas a permanecer insatisfechas.
La dualidad que me consume se refleja en la feminidad de L., que se entrelaza con la mía en un baile de suavidad y ternura, donde la delicadeza de sus gestos se fusiona con mi propia esencia. Pero al mismo tiempo, P. permanece como una puerta herméticamente sellada, una barrera infranqueable que separa mis deseos de su realización.
En mi incansable búsqueda de lo imposible, se revela una urgente necesidad enraizada en experiencias tempranas de carencia afectiva. Este constante anhelo de validación y afecto, a menudo expresado en mi atracción irrefrenable por lo prohibido, representa la dolorosa soledad y el abandono emocional que llevo arrastrando desde mi infancia.

sábado, octubre 07, 2023

El mensaje de P., colmado de palabras cortantes como cuchillos, me sumerge en una sopa de letras. Las oraciones vacías flotan como barcos a la deriva, enredándose en una confusión abrumadora. Al despertar, el amargo sabor de sus palabras persiste en mi boca, como un veneno que se niega a abandonarme, una herida que no deja de sangrar.
La conversación con L. sigue revoloteando en mi mente. Me debato entre la atracción que siento hacia las mujeres y el profundo rechazo que experimento hacia los hombres. Me pregunto si A. podría teorizar que soy una lesbiana reprimida.
El próximo jueves, durante la terapia, hablaré sobre M. Él fue un episodio en mi vida que aconteció hace tres años, pero que desencadenó un cambio radical en mi perspectiva. A partir de ese momento, comprendí que merezco respeto y no debo ser reducida a un simple objeto de deseo.
En la noche de ayer, P. se materializó en mi mente, al costado de la autopista, y una profunda angustia se apoderó de mí. El tiempo pareció detenerse en ese instante, como un semáforo perpetuamente en verde, mientras las luces destellaban en la oscuridad, tejiendo sombras inquietantes. Por un fugaz momento, creí vislumbrar a mi padre tras un vidrio, una figura efímera que se desvaneció en la confusión.
En la lejanía, percibí la silueta de una mujer, aunque no podía distinguirla con claridad. Las luces de los autos la iluminaban por breves destellos, revelando contornos efímeros en la penumbra. La incertidumbre y el temor se apoderaron de mí mientras la observaba. Temía por ella, por su vulnerabilidad en medio de la oscuridad.

viernes, octubre 06, 2023

Siento un deseo abrasador, una especie de incendio interior, por sumergirme en la piel de una mujer. Mi mente proyecta en rápidos destellos la imagen de L. Mientras tanto, en la sala de espera, un hombre aguarda su turno con impaciencia. Sus golpes en la puerta resuenan como el eco de mis propias urgencias. Finalmente, cedo y lo invito a entrar. No anhelo su compañía para satisfacerme en un sentido físico, sino más bien para que me provoque un sufrimiento trascendente, una agonía que va más allá del mero principio del placer.
La imagen de L., que previamente había ocupado mis pensamientos, se desvanece ante la presencia de P., quien encarna todo lo inalcanzable y lo destructivo en mi vida. Estoy atrapada en un juego de atracción y repulsión, que me recuerda mi propia fragilidad y vulnerabilidad. En este momento, quisiera liberarme de estas tensiones y deseos incontrolables que me atormentan.
L. me espera con amor y paciencia, está enamorado de mí, pero la culpa me corroe por no aclararle lo que siento. Sus intentos por acercarse a mí han sido en vano, y el silencio ha sido testigo de mi indiferencia. Recuerdo el rostro de mi psicoanalista al escuchar cuan doloroso es forzarme a estar enamorada de alguien como él. L. está intentando conocer a alguien más, pero hace tres meses que necesita una respuesta mía. No puedo evitar sentirme reemplazable, y eso me hiere.
Sin embargo, no lloro por L., sino por la ausencia de P. No es P. quien me escribe, quien me busca, quien se desespera incontrolablemente por mi amor. P. es un abismo, una sombra que me atrae de manera irresistible, pero que se mantiene inalcanzable.
Mientras mi madre se preocupa por mí, la figura ausente de mi padre sigue acechándome en la oscuridad. Es él quien me abandona, quien me hace sentir insignificante. Mi padre nunca podrá comprender la inmensidad de mi dolor, porque simplemente no quiere hacerlo. Igual que P., quien tampoco me ama porque siente que soy defectuosa. A ninguno de los dos les importo. En cambio, mi madre y L., vienen siempre a mi encuentro, sosteniendo los pedazos rotos de mi ser en sus manos amorosas.

jueves, octubre 05, 2023

Por vez primera, mis ojos permanecieron secos en la sesión con A. ¿Por qué P. se entrelazaba constantemente en mis palabras? Porque nunca logró colmar mis deseos, ya fueran emocionales o físicos. Mi enamoramiento persiste, y mis temores me aprisionan en un refugio que prohíbe la entrada a otros hombres.
Para P., soy insignificante, al menos eso sospecho en la penumbra de mi habitación. Contemplo la única luz que se filtra por la ventana, revelando de manera inexorable la verdad: para él, no soy ni sujeto ni objeto. 
He sido destinataria del afecto y el deseo de otros, y en respuesta, entregué una porción de mí, reservando un rincón secreto para aquel que nunca llenará mi vacío. La luz gradualmente se desvanece.
Anhelo desesperadamente borrar la imagen tan vívida de mi amor. Imagino que alguien toma esa efigie de mi pecho y la arroja al suelo, como un pichón que cae desde un piso veinte, sin saber volar. Al mismo tiempo, temo que suprima íntegra la representación ideal de quien se oculta detrás del enrejado de mis huesos. Debo desterrar esa idealización, porque ese hombre, que me pertenece solo en mi mente, no es más que una quimera.
Será este el primer intento de desentrañar la esencia física de P. Es un hombre de cabello morocho, con una barba que enmarca su rostro de manera enigmática. Su estatura ronda el metro sesenta, siendo un poco más alto que yo. Sus ojos, de un avellana profundo, parecen portar la vastedad del océano. Cuando sonríe, su belleza ejerce un efecto hipnotizante que resulta imposible de pasar por alto. A pesar de estas cualidades que lo hacen innegablemente atractivo, P. parece no percibirse con los mismos ojos con los que yo lo contemplo. Su vestimenta, siempre caracterizada por la sencillez, parece ser un escudo ante las inseguridades que lo acosan. Un detalle curioso y fascinante, es el sorprendente parecido que guarda con Paul McCartney en su juventud, otro músico al que admiro profundamente. Aunque él, solía desafiarme, diciendo que prefería a Radiohead por encima de Paul, provocándome deliberadamente. Como ya mencioné, cuando se sumerge en su mundo musical, sus facciones se tornan expresivas, haciendo muecas con la boca y, en ocasiones, elevando la mirada mientras toca su instrumento, lo que revela la pasión e intensidad que experimenta en ese instante. Durante cuarenta minutos, me sumergí en una ensoñación profunda. Ignoraba si estaba durmiendo y soñando con él o si, simplemente, lo pensaba con tal intensidad que se volvía real en mi mente. Al despertar, un deseo avasallante de comunicarme con él se apoderó de mí, y comencé a entonar en voz baja: "Si te vas, será fácil terminar esta vida que no ofrece mucho más". Me cuestiono si lo que me atrajo de él fueron sus miradas, sus gestos y palabras, o si, en realidad, fue su indiferencia la que me enfermó. He estado escuchando "Creep" de Radiohead. ¿Acaso soy una 'rara' tratando de encontrar un rincón en un corazón que parece inalcanzable? Me pregunto cuántas veces más su rostro me perseguirá en sueños. Él hablaba de sus amores mientras yo escuchaba atentamente, hasta que surgió algo aterrador: la sombra de una cabeza, un hombre sin cuerpo. Desperté sumida en un miedo intenso y desesperante. Tomé notas minuciosas, como acostumbro con cada manifestación de mi inconsciente. Hoy, finalmente, llegará mi ansiada sesión psicoanalítica, después de una semana dedicada a recopilar material significativo. Sospecho que esta acumulación de pensamientos y emociones no es más que una consecuencia de mi incansable escritura diaria.

miércoles, octubre 04, 2023

La lluvia de ayer, efímera y melancólica, cayó sobre mí como un reflejo de mis pensamientos. Quiero compartir esta historia sobre mi amor inalcanzable:
P., con treinta y cuatro años de edad, y yo, apenas con veintitrés, nos encontramos en un punto donde mis emociones se entrelazaron con la magia de su música, hace ya más de un año y medio.
Nuestras conversaciones fluyeron y, al mes siguiente, fui a verlo tocar. Su encanto dejó una impresión indeleble en mí. 
A medida que el tiempo pasaba, nuestras idas y venidas se multiplicaban, y mis sentimientos crecían mientras las barreras entre nosotros se fortalecían. A pesar de ser consciente de que me rechazaría, me atreví a preguntarle si podía besarlo, a lo que él respondió con una negación amable. 
Me hirió verlo con otra mujer y, posteriormente, enterarme de su relación monógama con otra persona. Aunque intenté alejarme, mi amor por él permaneció inquebrantable. 
La última vez que lo vi fue a finales de junio. Sonrío al recordarlo. Fue una mirada, un gesto. Nos dedicamos una canción de despedida.
Al retomar el contacto, le confesé mis fantasías y él dijo que podría escribir un libro sobre ellas, lo cual me avergonzó.
El jueves pasado, le expliqué el motivo de mi alejamiento en palabras de Pizarnik: "No sé si lo amo. Pero sólo pienso en él. Los demás son figurillas, fotografías; nadie, fuera de él, se introduce en mi alma".
Sí, estoy enamorada de P. Aunque S., J., A. y L. cruzaron brevemente mi camino, ninguno logró conmover mi alma como él.
En los restos de sueños me encontraba escribiendo sobre él, pero de repente descubrí una sonda alojada en mi brazo izquierdo. A través de esta sonda, fluía la sangre roja, apasionada; la sangre azul, teñida de tristeza y melancolía; y la sangre verde, en la que la dualidad se entrelazaba en un equilibrio frágil. Fue entonces cuando hice un chiste relacionado con el disco "Artaud" de Spinetta.
Durante el día, resoné con la canción "Superstición", que dice: "Siempre desear, nunca tener. Eso es lo que mata tu amor. Lo mismo da morir y amar". La eterna paradoja de desear intensamente a P. pero nunca alcanzarlo parecía encarnarse en estas palabras.
Al indagar en mi dolor, mi psicoanalista hizo una pregunta que negué rotundamente: "¿Qué es lo que te duele, querer intimar y no poder?". En ese momento pensé que era una locura, que no me dolería eso, que no era un motivo suficientemente grande para causar tanto sufrimiento. Sin embargo, comprendí que la situación era más compleja de lo que inicialmente pude admitir. Ahora, reconozco que mis sentimientos son profundos y que mi anhelo de estar con P. va más allá de lo físico.

martes, octubre 03, 2023

Dolor en el costado izquierdo del torso. En la clase de ayer, el único hombre del aula se sentó a mi lado y me propuso que trabajáramos juntos. Una abrumadora sensación de vergüenza se apoderó de mí. Respondí que sí, tímidamente. No sé por qué, pero en medio de esa interacción, mi mente divagó hacia P. Me sentí incómoda y pequeña, lo que se reflejó en mis respuestas forzadas y bruscas.
Mientras intentaba practicar yoga, repetí pensamientos intrusivos como mantras. Parece que no puedo liberarme de la sensación de que no puedo encontrar descanso. Me pregunto si será posible ocupar mi mente con algo que no esté relacionado a las obligaciones o los enredos diarios. 
Hoy, si hubiera continuado con N., habríamos celebrado seis años juntos. Se acercan sentimientos de desapego, carencia de afecto y desconfianza. Mi autoestima, ya maltrecha, susurra lo insuficiente que soy. ¿Quién podría amarme si ni siquiera yo tengo la noción de que alguien más podría hacerlo?
Hace exactamente cuatro meses, comencé mi última relación, con L. Me dejé llevar por sus deseos sexuales y afectivos, aunque sabía que no podría amarlo como a P. ¿Por qué me engañé durante todo este tiempo? Porque asumir un enamoramiento no correspondido es triste y doloroso.
Los demás, como S., J. o A., no fueron más que intentos. Intentos de sentir algo, cualquier cosa, por cualquier persona. Intentos de seguir viviendo con los ojos vendados. Pensé que podría forzarme a sentir algo diferente al dolor, pero me di cuenta de que eso no funciona de esa manera.
Ya mencioné a S. Nuestros dos besos fueron resultado de su insistencia. El primero ocurrió después de que alguien me clavara una daga en el corazón al ver a P. besando apasionadamente a otra mujer. Fue una reacción impulsiva a un dolor abrumador. El segundo fue después de que S. me viera besando a A.
J. me utilizó. Recuerdo un olor desagradable, su risa y una sensación de asco. Me equivoqué al pensar que podría aceptarme tal como soy. Me sentí manipulada y atrapada en un juego que no entendía.
A. es un buen hombre. Sincero, expresivo y empático. Tuvimos momentos de ternura máxima: cálidos abrazos, manos entrelazadas y besos apasionados. Hubo un fuerte deseo sexual, pero no puedo hablar de enamoramiento en su caso.
En fin, seguiré mi rutina estudiando catalán, como de costumbre. No creo que haya algo más que contar hoy. Espero con entusiasmo mi conversación con mi psicoanalista, en busca de comprender mis emociones y encontrar respuestas. Así concluye un capítulo más en el diario de mi vida.

lunes, octubre 02, 2023

Un hombre martilló mi pecho como si quisiera escapar de mi ser, hasta que me dormí. Otro sueño digno de ser interpretado por A.: yo cargaba una mochila pequeña pero extremadamente pesada, hasta que de pronto se desfondó. No quedó rastro alguno de lo que, en su interior, pudiera haber albergado. Tuve la sensación de que se desvaneció en el abismo del olvido. Esa mochila pertenecía a una niña de unos seis o siete años, a la que intentaba ayudar.
Anhelo dormir, pero en su lugar, leo una historieta que me transporta a un mundo ajeno. Al igual que Gardel, "tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida".
Después de exponer mis fantasías con P., respondí que no me dolía desearlo y no poder tenerlo. Cuestioné mi convicción y llegué a la conclusión de que no podía estar más equivocada. Mi amor por él es incontrolable y desbordante.

domingo, octubre 01, 2023

Noche angustiosa, en la que devoré mi ansiedad como si fuera la última cena, hasta que sentí náuseas. Otra noche que se desvaneció sin promesa de regreso, y me asalta la culpa de no saber cómo vivir. El tiempo pasa y no volveré a ser joven. A pesar de ser consciente de eso, desperdicié incontables horas.
Vívidas imágenes de P. como músico: sus dedos sobre las cuerdas, su rostro concentrado, su mirada perdida en su instrumento, en el vacío o en su propio ser, y sus muecas. Descubrí el instante en que me enamoré de ÉL, una noche en la que nos miramos, esbozó una sonrisa y me hizo un gesto.
Desperté sobresaltada por un sueño en el que mi padre moría, dejándome en un estado de confusión entre la tristeza y el alivio. Conducía un auto que no avanzaba, una metáfora de mi vida. Mi psicoanalista disfrutará de unas masitas exquisitas. Hace poco más de un mes, inicié terapia debido a mis temores a salir de casa.
En la última sesión, mencionó la palabra "confianza" y su eco resonó en mí. Semana tras semana navegamos por las aguas de mi sufrimiento, quizá se refiere a la necesidad de contemplar mi corazón en carne viva, sin los disfraces de las palabras. Hoy, el sol ilumina el día y me sorprende sentir alegría al escuchar voces distintas a la mía. Leí en el patio hasta que mi mirada se fijó en unas hormigas. A veces, me siento tan diminuta como ellas, vulnerable ante un pisotón.
Reflexiono sobre la finitud de mi existencia y me pregunto si en otra vida fui un ser insignificante, lo cual explicaría muchas de mis inquietudes. Me sumerjo en un laberinto que parece carecer de fin y sentido, anhelando ser alguien distinta de la que soy.