martes, octubre 03, 2023

Dolor en el costado izquierdo del torso. En la clase de ayer, el único hombre del aula se sentó a mi lado y me propuso que trabajáramos juntos. Una abrumadora sensación de vergüenza se apoderó de mí. Respondí que sí, tímidamente. No sé por qué, pero en medio de esa interacción, mi mente divagó hacia P. Me sentí incómoda y pequeña, lo que se reflejó en mis respuestas forzadas y bruscas.
Mientras intentaba practicar yoga, repetí pensamientos intrusivos como mantras. Parece que no puedo liberarme de la sensación de que no puedo encontrar descanso. Me pregunto si será posible ocupar mi mente con algo que no esté relacionado a las obligaciones o los enredos diarios. 
Hoy, si hubiera continuado con N., habríamos celebrado seis años juntos. Se acercan sentimientos de desapego, carencia de afecto y desconfianza. Mi autoestima, ya maltrecha, susurra lo insuficiente que soy. ¿Quién podría amarme si ni siquiera yo tengo la noción de que alguien más podría hacerlo?
Hace exactamente cuatro meses, comencé mi última relación, con L. Me dejé llevar por sus deseos sexuales y afectivos, aunque sabía que no podría amarlo como a P. ¿Por qué me engañé durante todo este tiempo? Porque asumir un enamoramiento no correspondido es triste y doloroso.
Los demás, como S., J. o A., no fueron más que intentos. Intentos de sentir algo, cualquier cosa, por cualquier persona. Intentos de seguir viviendo con los ojos vendados. Pensé que podría forzarme a sentir algo diferente al dolor, pero me di cuenta de que eso no funciona de esa manera.
Ya mencioné a S. Nuestros dos besos fueron resultado de su insistencia. El primero ocurrió después de que alguien me clavara una daga en el corazón al ver a P. besando apasionadamente a otra mujer. Fue una reacción impulsiva a un dolor abrumador. El segundo fue después de que S. me viera besando a A.
J. me utilizó. Recuerdo un olor desagradable, su risa y una sensación de asco. Me equivoqué al pensar que podría aceptarme tal como soy. Me sentí manipulada y atrapada en un juego que no entendía.
A. es un buen hombre. Sincero, expresivo y empático. Tuvimos momentos de ternura máxima: cálidos abrazos, manos entrelazadas y besos apasionados. Hubo un fuerte deseo sexual, pero no puedo hablar de enamoramiento en su caso.
En fin, seguiré mi rutina estudiando catalán, como de costumbre. No creo que haya algo más que contar hoy. Espero con entusiasmo mi conversación con mi psicoanalista, en busca de comprender mis emociones y encontrar respuestas. Así concluye un capítulo más en el diario de mi vida.