Un día abarrotado de obligaciones se avecina. Tendré mi sesión psicoanalítica. Cuando comparta mi conversación con P., la gracia de mi relato se desvanecerá ante las palabras de A. Con crueldad, ella afirmará que P. no me desea de la misma forma que yo a él, que es una proyección de mi propio deseo. Mi corazón se hará pedazos, mi sonrisa desaparecerá al instante, y me quedaré en silencio, enfrentando la verdad que me martiriza. Tal vez sea masoquista, no encuentro otra explicación.