miércoles, julio 16, 2025

Stay With Me (Miki Matsubara)

Cinco días antes de cumplirse seis meses de su ausencia, P. ha vuelto. Y con él, un torbellino de emociones, de canciones que antes no podía oír. Todo suena y se ve más vivo. Increíblemente vivo. Estoy como dentro de una burbuja que no quiere tocar el suelo para no dejar de existir.
Leí más de una palabra suya, volví a escuchar su voz, imaginé que nos encontrábamos, y saludé a mi libido sin lágrimas. Mencionó a su hijo y a su padre. Nos reímos. Hablamos de series y películas. Política, en chiste. Me contó que había cambiado de trabajo, pero que sostenía su pasión por los videojuegos y lo japonés. Aunque no lo expresó abiertamente, intuyo que su deseo por mí está encendido. Me dijo que siempre había sido graciosa y que tenía buena memoria. Me preguntó si conocía una canción que, si bien entendí perfectamente su significado, quise consultarle qué quería decirme con eso. Hicimos algunos comentarios sobre nuestra imagen en fotos, tal vez como forma de decirnos, tímidamente, que todavía nos atraemos. 
Comprendí que lo de ayer nos había movilizado a ambos, y respeté sus tiempos. Hoy, a primera hora, estaba retomando la conversación. Siento que es algo inconsciente, magnético. Tiene un poco más de apertura, de recepción, de ánimos para hablar. Sobre el tiempo muerto, de duelo por un vínculo que parece revivir, casi no cruzamos palabra. Ninguno esperaba este contacto tan estrecho, íntimo. Hay temas que son heridas, y sería extraño que no nos costara hablar del pasado. Tampoco esperaba que reactualizara su afecto, que de pronto se volviera expresivo como yo, pero que esté presente significa todo para mí. Quizás, por eso, la canción en japonés: por un lado, no encuentra la manera de hablar de sus sentimientos; no le alcanza el lenguaje, y además hay que traducirlo.
Antes de saber que P. había aparecido por estos lares, tuve sesión psicoanalítica con A. Yo insistía en hablar de P., en que todos los caminos conducían a Roma. Suponía, giraba en mi mente, teorizaba. Ella me respondió que él no formaba parte de mi realidad, cosa que sentí muy cruel e incierta. Pero que los otros hombres sí eran reales, al igual que mi vergüenza. Obviamente, cuando leí los mensajes de P., después de todo esto, quedé en shock. Tenía razón: aún seguíamos pensándonos. Era mutuo. No nos habíamos olvidado. Le conté a A. inmediatamente y me dijo que haga lo que quiera: "YO...". Antes de recibir su respuesta ya tenía a mis dedos tratando de resolver la sopa de letras que era mi mente. Tratando de hallar las palabras. No sé ni qué dije. Pero lo importante es que hay luz al final del túnel. Hay luz sobre la mesa de los afectos. 
Hay paz. Y, al menos de mi parte, también hay amor.
¿Será esto revancha?

lunes, julio 14, 2025

Lunes Otra Vez (Sui Generis)

No es 20 ni es enero, ni está P. huyendo de mi amor. Huyó en el pasado como una rata de alcantarilla.
Me ilusioné creyendo que había eliminado el comentario que simbolizaba su rechazo, pero insiste en dejarlo ahí.
Por otro lado, reapareció A., justificándose con que tenía un "complejo de padre ausente" y que no iba a estar presente a diario. Le respondí que no sabe qué hacer cuando lo que desea deja de ser una fantasía. Inmediatamente huyó, como P. No toleran oír la verdad.
El insistente S. continúa creyendo, como desde hace dos años y medio, que en algún momento aceptaré salir con él. Propuso algo de ayer a hoy. ¿Para qué? Para besarme, según sus propias palabras. No hizo falta mucho más para dar por finalizada la conversación.
Hay algunos personajes más, como A. y N., que revolotean ante mis apariciones públicas. Son apenas figurillas. O ni siquiera eso.
Soy fiel a mi afecto por P. Y no puedo escindir el afecto del deseo. No deseo a nadie más, honestamente.
Los otros, deseantes, solo logran ponerme cara a cara con la angustia del vacío que P. dejó tras de sí. 
Si hay algo roto en mí, algo que no funciona, que quedó estancado desde aquel lunes de enero o aquel martes de octubre, la culpa es exclusivamente del amor. Lacan podría explicarlo mejor que yo, pero está muerto. P. podría entenderlo mejor que nadie, pero está ausente, como Lacan. 
El amor que no encuentra cauce, que queda suspendido por la falta del Otro, no muere en el olvido ni se exilia en una tierra paradisíaca. 
El amor que no puede ser alojado se convierte en el mayor motivo de sufrimiento cotidiano.
Entonces aparece la anestesia de las letras.
Pero el síntoma retorna, invencible.
Duelar es agotador.

sábado, julio 12, 2025

Sábado (Divididos)

Mi gata me mira fijamente mientras las lágrimas ruedan por mis mejillas. 
P. hizo comentarios lamentables, agresivos, pero hubo uno que me aniquiló: quizás una verdad oculta, pero proyectada — yo no le gustaba. Él no se esforzaba porque no le gustaba lo suficiente, porque yo no era suficiente.
Creo que tengo náuseas.
Pero también me pregunto si su mecanismo defensivo es ser cruel porque está celoso, enojado o dolido por no poder hacerse cargo de su deseo. 

viernes, julio 11, 2025

De Nada Sirve (No Te Va Gustar)

La reactualización del abandono de A. me empujó al abismo de P. y, entonces, le escribí a éste último: "Te amo, te extraño, no puedo vivir sin vos". El amor persiste como un ciego tratando de ver luz. 
Apenas había iniciado el día y ya estaba agotada, con la cara mojada por culpa del amor.
Juanse empezó a cantar Ya Morí. Y, casi sin darme cuenta, me había puesto un buzo de Callejeros y estaba maquillándome los ojos. Ojos tristes, sensibles, ardientes de haber llorado. Capas de profundidad, de luz, una amplitud jamás antes vista en mi mirada. Un rasgado que no hacía más que resaltar el dolor.
Crucé la calle, y mi mirada se detuvo en un señor mayor que estaba junto a otro más joven. El segundo me miró como si hubiera visto a un ángel o al mismísimo Dios. Me estaba mirando a mí, y yo era plenamente consciente de mi poder de seducción. 
Pero no lo miraba con ese fin, sino porque tenía la mirada de T. Creí que era alguien que conocía, alguien que solía invitarme a salir y anhelaba besarme. 
Me detuve a mirarlo una segunda vez: el color de sus ojos, de su pelo, sus rasgos, su estatura. No era, sino me habría saludado. Pero esa tardanza confusa me avergonzó demasiado. Lo único que tenía de T. era la mirada idéntica. O la mirada deseante. En ese instante supe que había despertado algo en ese extraño, sonriente, de mirada fija. Di vuelta la mirada y aceleré el paso. Y aún así podía ver esa mirada con la nuca.
Al llegar al trabajo, me miré al espejo y traté de comprender qué era lo que ese muchacho había visto con tanta fascinación. ¿Era el maquillaje, o era la tristeza? ¿Y si era la tristeza, por qué parecía sonreír?
En fin... ahí estaba, de pie. Escuchaba palabras como independencia y libertad, mientras mi mirada se perdía en unas banderas argentinas. Entonaba el himno, veía bailar chacarera y carnavalito. Se me venían a la mente P., S., H., la emigración. Por momentos me emocionaba; por otros, sentía rechazo ante la esperanza de un país mejor. 
¿Un país mejor? ¿Y ese qué cuento es? Ah, el amor a la patria, el avance sociopolítico, cultural... Discursos carentes de contenido realista, basados en una esperanza resignada que no grita ni lucha. Una esperanza silenciosa, que baila y canta mientras nos roban el honor. 
Desconfío del enajenado que no está profundamente enojado con la realidad.

jueves, julio 10, 2025

Perversidad psíquica

Veía el rostro del desaparecido A. en una habitación cerrada; tocaba su piel y lo besaba. Fantaseaba con él, pero aquello no me llevaba a ningún sitio. Más bien, la imagen de P. se superponía en lo que fue nuestro último encuentro. 
Y entonces era él quien me tocaba, quien me besaba, quien me quería. 
Sudaba a plena luz del día mientras tenía un orgasmo. Pero, de pronto, yo lloraba con fuerza, hasta mojarme la nuca. 
El deseo es traidor.

miércoles, julio 09, 2025

Volverte a Ver (Sueño de Pescado)

A. reapareció y, a diferencia de la última vez, conversamos durante cinco horas ininterrumpidas. Me propuso un encuentro íntimo, otro que probablemente se frustre como los anteriores. Decía que me deseaba desde hace años y que estaba dispuesto a viajar más de siete horas para venir a pasar el día y la noche conmigo. Me dio el tiempo que necesitara para pensarlo y decidir, sin presionarme en ningún momento. Cree que es importante que esto no me afecte psicológicamente. Él no tiene dudas y asume que no se arrepentirá. Su prioridad es que yo me sienta cómoda, porque "me conoce" y sabe de mi timidez.
Le comuniqué que emigraría en algunos meses y que, lejos de presionarlo, opino que si esto no sucede cuanto antes, será inviable en el futuro. Me respondió que se alegraba mucho si es lo que realmente deseo para mí. Eso me emocionó un poco. Le dije que confiaba en él, que era la única persona que podía despertar mi deseo y que, a pesar de su postergación, siempre nos quedó algo pendiente. Según recuerdo, hace dos años y medio que no lo veo en persona. De hacerlo esta vez, en otro contexto, sería raro y un poco fuerte. Él también lo sabe.
Ahora, objetivamente, descreo toda posibilidad de que ocurra. El fantasma de P. sigue girando en mi mente, como un torbellino que me arranca las cisuras craneales de cuajo. Esta conversación nocturna vino en forma de salvación, en un momento en que no paraba de repetir su nombre como un loro que recién aprendió a hablar. A. actuó de salvavidas mientras me ahogaba en el mar de la pena, y que se haya mostrado tan deseoso de mí, pero al mismo tiempo tan respetuoso y comprensivo, ayudó bastante. Me pregunto si hay algo en mi personalidad, más allá de mi gusto musical, que le atrae.
El día de ayer quedó archivado en el olvido, en una mezcla de ira triste que amenazaba mi ánimo constantemente. Es lunes, o un día igual de pesado, del que no quiero hablar. No quisiera enterarme de nada que pudiera quebrantar la poca energía que logré recuperar. Destinaré pensamientos cíclicos a otras causas y mantendré en vela toda pulsión de vida. Hoy no existirá P., ni S., ni H., ni N. Volveré a hacer mi mejor esfuerzo para salir del pozo lo más ilesa que pueda.

martes, julio 08, 2025

El aborto mudo del lenguaje

No distingo los edificios blancos lejanos de la niebla espesa. Se camuflan las altas nubes celestiales, embelesando mi vista. Abortaron al sol —pobrecito— porque quemaba de amor. 
¡Y todavía me preguntan, casi con ironía, si me esperanza el reencuentro! 
Yo no sé si morir de pena o agachar la cabeza, derrotada. 
¿Que qué representa, para mí, la figura de P.? 
Necesitaría la invención de otro lenguaje para poder responder esa otra pregunta. Un lenguaje que llore con la fuerza de un recién nacido, que grite con la potencia —o la impotencia— de una ciudad furiosa e infértil. 
Para hablar de P., y además decir algo lleno y sentido, me hace falta un bosque quemado, repleto de niños y animales. Un bosque. Una casa del terror. Una humareda que me enceguezca como la niebla espesa de esta mañana blanca. 
Si hablara de P., hablaría también de duelo. 
De mi cuerpo incendiándose en el bosque. 
De mis lágrimas cayendo con fuerza. 
Del dolor que roza mis entrañas a cada movimiento, en el que reina el silencio y la distancia ante mi necesidad de ser amada.

lunes, julio 07, 2025

No cualquier dolor puede ser escrito

I – Un paño de agua fría 
¿Lloraría por aquel comentario
si no estuviera tan cansada
ni menstruando
por primera vez
en siglos? 

II – Duelar el afecto 
Una escena que remite 
al erotismo,
a la anticipación de un 
encuentro.
Al deseo inerte de vivir,
a la masticación muerta 
de un muerto de hambre.

domingo, julio 06, 2025

D de desamor

I – 9 de Julio (Callejeros)
Santos Fontanet cantó Sonando
y señaló a la seguridad.
A la salida del recital,
lo defendí de alguien 
que lo criticaba.

II – Sueño (Callejeros)
Escribí un mensaje: 
"Te extraño mucho", decía.
Era viernes. 
Pero tranquilamente
podría haber sido lunes.

III – Falta de energía
No hice mucho más
que dormir y soñar.
El cansancio me devora:
es el precio a pagar
después de vivir.

IV – Vos también estabas verde (Charly García)
Me irritó que salaran mis heridas.
Y más aún,
que brotaran mis lágrimas de sal.

sábado, julio 05, 2025

El perdedor de los piratas

I – Día de la Dependencia 
Esta semana será el cumpleaños de S.
También el del hijo de P.
¡Pobre!
Estará trabajando como una mula
para celebrarlo a lo grande.

II – Intrusivo 
El hombre me orinó en la cara,
después de tirarme al suelo
violentamente.
De amenazarme con su pistola,
y robar mi tesoro más preciado.

III – ¡Era yo!
La que orinaba con sangre,
la que defecaba al mismo tiempo,
parada, al costado del lavatorio.
¿Era eso sangre?
Esfínteres incontrolables,
inconscientes,
oníricos.

IV – El Día que Apagaron la Luz (Sui Generis)
La oscuridad está
dormida y silenciosa.
La tarde tiñe el cielo asustadizo.
Shhh... ¡Que no se despierte el bebé!

V – Velar el amor
En el entierro de la dulce noche,
el fuego de la vela mortífera
orina todo su brillo potencial.

VI – El nacimiento de las voces
Leo, escribo, tarareo
sus canciones y sus graves.
Así es como deberían
fenecer las nocturnas melodías.

VII – El silencio que silencia el aturdimiento
De no despertar,
mañana,
quedarán impresos mis garabatos
inertes
en la palidez del difunto papel.

VIII – Eran otros los ruidosos 
Algunos chiquilines,
en las calles todavía,
tiemblan del frío ignorante de 
la oscura y silente soledad
del tiempo, del alma, de la psique.

IX – El Ignorante (Callejeros)
Aún no logro escuchar 
pensamientos tortuosos,
mortuorios, inoportunos.
Escribo, pero no escucho nada.

X – Mutismo selectivo 
Continuará...

jueves, julio 03, 2025

Chipi Chipi (Charly García)

I – Silenciotol: silencio total
Hacía tiempo que no lloraba por P.
La angustia volvió, repentina, anoche.
Después de conversar con mi psicoanalista.
Después de su hipótesis.
Después de haber leído,
y de haberme enojado 
por la injusticia, la censura, los medios...
La lista es larga.

II – No pude
Escindir la cara del amor de la del deseo.
Amé también el cuerpo, la carne, la fragilidad.
Y me detengo —o me reprimo— ahí.

III – La prolongación del ayuno
Catorce o quince horas.
Ahora, el sol masticado.
La comodidad dentro de la ropa.
Los adornos, las otras caras, 
o ninguna realmente.
Los planes.
El futuro.
El verano interrumpido.
La novedad.
La vida que sigue.

domingo, junio 29, 2025

Un hada, un cisne (Sui Generis)

I – El olvido que olvida lo olvidadizo
Si reapareció P., ¿por qué yo no? 
Bueno... lo cierto es que no lo pensé tanto.
Un poco me reprimí. 
Otro poco me reconstruí.

II – Pulsión de muerte
Solía vaciarme de palabras, 
apagar todas las luces, 
refugiarme en la cama,
llorar y llamar, en ese orden.
Solía anhelar milagros:
instantes, gestos, miradas.

III – ¿Qué te puedo decir? 
Este diario, fiel testigo de mi sufrimiento,
¿podrá captar la música, los colores,
las letras ordenadas, las ilusiones nuevas?

IV – Emparchar la autoestima
Me pregunto si quedaré en bancarrota
después de todo lo que invertí en mí.
En mi identidad.
En mi yo de dieciséis.

V – Un no sé qué 
El rock nacional, más allá de Callejeros,
tiñe mi ropa. Un efecto dominó.
Todo es extraño después de haber estado 
paralizada.
Una cuota de entusiasmo, 
una suerte de recompensa,
de reparación de daño.
Un golpe de realidad...
o de pulsión de vida.

VI – Las melodías, las letras
Quiero llevarme la música a cualquier parte.
Hay sanación, salvación, después de todo.
Y se escucha bajo el agua,
más fuerte que los truenos, 
que las tristezas amargas.

VII – El síntoma doliente
Las horas que me encontraban rumiando,
repitiendo aquella letra...
Parecía que el sol nunca iba a brillar.

miércoles, junio 25, 2025

Un silencio ensordecedor

I – Psicoanalítico
Lo de P. y lo de A. me hace evadir la realidad.
Quizás haya alguna relación entre mi escritura y la autoestima de P.
Mi psicoanalista me dio la derecha con la misoginia de P.
¿Que escriba sobre feminismo y política sin mencionarlo?
Pero si me fascina contradecirlo...

II – Julio de 2009 
El libro de Cromañón estaba envuelto en hojas de revista.
Eran siete, aunque no las conté. 
Leí todas e hice un collage.
Un hombre atraviesa un túnel.
Otro, convertido en sombra: P.
Palabritas.

III – La palabra y la memoria 
"Me da viento
Escuchar de tus labios
La palabra lejanía."

IV – Agorafobia 
Volvía a casa, 
imaginándome que P., 
desde algún auto oscuro,
me veía andar por las calles.
Con mi pantalón hippie, 
mi buzo de Callejeros, 
mi cara hecha un cuadro.
Suele ser un pensamiento recurrente. 

V – El paso del tiempo 
Es llamativo que tenga una foto,
a los veintipico,
como muestra de sí.
Quedó estancado, fijado, anclado.
Le pasó la vida. 
En algún momento cumplirá cuarenta.
Es padre. Un señor de familia.
Un trabajador. Un ciudadano.
Un hombre hecho, aunque un poco torcido. 

VI – Ambivalente
¿Que mis intereses eran solo eróticos? 
¿Que no me involucraba suficiente?
¿Que no le prestaba atención?
Reclamos proyectivos.

VII – Un miércoles-lunes-domingo
La angustia me lagrimea, 
como bajo un puente 
un día de lluvia.
No encuentro las palabras justas,
o no veo lo que escribo.
Todo se enturbió de golpe,
y el Golpe de Estado lo encabeza P. 

VIII – El deseo (agregado)
Mi psicoanalista me preguntó si veía 
la posibilidad de reencontrarme con P.
Miré a la nada y, con la voz entrecortada, dije:
—No, imposible... No hay chance.

IX – La fantasía fantasiosa y fantaseada (agregado)
Estoy volviendo del trabajo.
Miro la esquina de mi casa: un auto.
Llego. 
Alguien baja directo hacia mí.
Es P. Me abraza con fuerza.
Shock.

lunes, junio 23, 2025

Primeras Piedras (Don Osvaldo)

I – Mensajes encubiertos
A. publicó una canción: Errores.
Yo respondí con otra: Barrilete.
"Sabiendo cómo es la joda, ya no duele tanto".
Me habló de las cosas que no vuelven.
Pero no dijo nada.
Le respondí que me enojan sus desapariciones.
Silencio. Como una tumba.

II – J. y el rocanrol
Volvió un viejo amigo de recitales. 
Fanático de Callejeros.
Me habló.
Me llamó "amiga".
No pidió nada.
No intentó seducirme.
Hola, J. ¡Tanto tiempo!

III – A. en sueños
Soñé con él.
Le dedicaba una canción de Callejeros.
Hoy hablamos poco:
música, política.
Me divierte su humor.
Lo quiero a pesar de lo de la otra noche.

IV – La esclavitud moderna 
Volví al trabajo,
después de varios días.
El viento me volaba.
La cara y las manos, heladas.
Tarareaba el inicio de La Comodidad.

V – ¿Y mi amor?
Lo último que escribió:
"Das asco".
Ni más, ni menos.
Un silencio musical.
Un viento helado.
Una ausencia que brilla.

domingo, junio 22, 2025

Murió de miedo por el valor de vivir (Callejeros)

I – La resurrección
Ayer desperté a las 6:25, cantando: "Todas las noches que te extraño resucito con el desayuno".
Antes de dormir, había estado pensando en la última vez que le escribí a P.: te amo, te amo, te amo.

II – El mareo
A la tarde, fui al baño. Miré al piso, y vi su cara.
P. 
Sus lentes, su pelo, su mentón.
Como si estuviera tocando el bajo. Como una foto que conozco.
Después, me mareé. 

III – El silencio
No escribí. No lo nombré.
Él tampoco dice nada.
¿Lo desestabilizó lo que escribí?
Tal vez se calla por mí.

IV – Cinco meses 
Hace dos días se cumplieron cinco meses desde que se fue.
Sigue ocultándose entre las sombras.
Yo me muestro. 
Me pongo un buzo de Callejeros, me maquillo.
Él se deja leer... un poco, a veces.

V – Lo fallido 
Anoche, A. inició un juego de seducción.
Me dijo que me amaba, en mayúsculas.
Como había dicho, en chiste, que estaba enamorado de mí.
Como cuando me invitó —más de una vez— a su departamento.
Quiso más de lo que estaba dispuesta a ofrecer. 
Y ante mi negativa, mi límite, se fue.

VI – El pasado
Recordé nuestro primer beso, después de un recital.
Su mano en mi espalda. Su desaparición entre la gente.
El último beso, después de cantar juntos, agarrados de la mano.
Y se fue, de nuevo.
Se fue P., y después A.
Y yo lloré.

VII – El presente
Escuché Callejeros.
Compré el libro de Cromañón.
Me lo debía.
La cultura. La política. La memoria.
La herida abierta.
Todo eso en las letras.

VIII – El retorno de lo reprimido 
A. volvió. Dijo "carajo" y "dale".
No le contesté. 
Insistió, como si nada hubiera pasado.
Esta vez, no. Paso.

IX – La pulseada 
P. volvió a leerme. 
Apareció. Hizo otro acting histérico.
Defensivo.
Se niega a habitar la verdad.
No procesa: descarga su odio.
Intenta negar que lo desestabilicé. 
Pero ya está escrito.
Lo vencí.

viernes, junio 20, 2025

Tu convicción y tu verdad (Don Osvaldo)

I – Prólogo
P. me leyó y, entonces, borró el comentario.
Aquel en el que fantaseaba con el sexo oral de una, y despreciaba la maternidad de otra.
No creo que haya sido casual.
¿Se sintió observado? ¿Se avergonzó? 
¿Entendió que se le había ido la mano, o se dejó vencer? 

II – La confusión
Dormí seis horas.
Soñé con P. También con R.
Estaba escribiéndole un mensaje.
Esperaba. 
Todo era incierto.
Una escena musicalizada,
que no terminé de entender.

III – La incomodidad
Salí al exterior.
Me daba el sol en la cara. 
Había mucha gente.
Miraba al piso. No quería encontrarme la cara de P.
Mis pies se movían al ritmo del tango, sin saberlo.

IV – Las tra(d)iciones
A lo lejos, escuché Creo, de Callejeros. 
En un momento, todo se enrareció.
La alegría ajena. La infancia. La familia. Padres con hijos.
El hijo de P. en la espalda alta de otro hombre.
El "Himno a la Alegría".
Yo, desencontrada, desencajada.
La cultura. Las raíces. La patria. 
Una reconexión fallida.
No estaba ahí. 
P. tampoco.

martes, junio 17, 2025

El monólogo insólito de anoche

I – La mirada invisible
Le grité a P. que era un hijo de puta y lo expulsé como si fuera un fantasma que retorna una y otra vez. Mi inconsciente le puso el rostro de J. L., como si esa fuera una figura violenta pero aceptable. P. me cosificó y deshumanizó. 
Mi bronca no es ciega. Ayer me enojé demasiado. No fue por S., sino por mí. De todas formas, no lo insulté: solo nombré y califiqué sus comentarios recientes, intentando entender por qué. Quizás fue muy fuerte mi descarga.
Su violencia discursiva no condice con aquel P. que se retiraba avergonzado, pidiendo perdón, ante una situación real de conflicto en la calle. 
Tenía la oportunidad perfecta para ser agresivo, y no lo fue. 
Agachó la cabeza. Tal vez porque el otro era un hombre, un peligro tangible.
No es tan duro como intenta mostrar.

II – El sueño
Cayó una bomba en la escalera de mi casa: el puente hacia el refugio. 
Los últimos peldaños eran escombros. Me dolían las piernas de sortear la destrucción. 
P. no aparece, no escribe.
Su autoestima debe estar por el subsuelo.
A mí me cuesta comer y dormir. Reconstruirme. 
La angustia por su ausencia se transforma en insomnio, en fijación, en dificultades para alimentarme.
También en escritura.

lunes, junio 16, 2025

Entre el abismo y la canción (Callejeros)

I – La quemadura
Ayer me quemé un dedo con el horno. Mientras me curaba, me vino a la mente Wanda Taddei, prendida fuego por el ex-baterista de Callejeros. 
Me dormí escuchando la banda: "No cambio nada y vuelvo a la cama, pensando que tal vez mañana todo será un poco menos peor que hoy"

II – El fantasma de Canterville 
Me desperté a las 9, o creí hacerlo. Fui al baño y me miré al espejo. Pero no estaba sola. 
La toalla era un torso, el torso de J. L. Llevaba una camisa a cuadros, azul. 
Grité: "Fantasma hijo de puta, hijo de puta." y le pegué con algo —una toalla, tal vez—. 
Desapareció. Pero volvió. Apareció detrás de la ventanita del baño. Y yo, otra vez, lo insulté. Quebrada, furiosa.
Volví a la cama y prendí la luz. Era tenue, como si se hubiera cortado la electricidad. 
Fui hacia la ventana, subí la persiana, abrí las cortinas. Entró la luz del día. 
Cerca había una silla con un almohadón y ropa de abrigo. 
Mi gata se acomodó ahí. 

III – El despertar
Todavía era temprano: las 8:30 de la mañana. Quise quedarme despierta. 
Me dolía la idea de volver a encontrarme con él. 
El fantasma no era J. L. 
Era P. 
Disfrazado de otro. 

IV – Otra pesadilla
P. vuelve a pronunciarse. 
No habla de amor, ni de política, ni de música. 
Habla de mujeres tatuadas, de sexo oral, de bebés y pañales. 
Una nueva escisión: la mujer sexuada, deseable; y la otra, la madre, que solo pide plata. 
Brutal. 
Es un misógino que no respeta a las mujeres. 
Ni siquiera a la madre de su hijo, que horas atrás le había dedicado un tierno mensaje, ubicándolo en el rol de padre "presente y amoroso". 
¿Eso es ser amoroso? 
Es un desagradecido y un infeliz que desprecia y deshumaniza al género femenino. 
Como no puede soportar ni procesar el amor, lo pervierte.
Responde con violencia y odio a través de teatralizaciones baratas.

V – La luz
Sobre la silla, mis chocolates favoritos y mis cuadernos. 
Una lapicera a mano, lista para garabatear de nuevo sobre el lienzo. 
La luz entra a través de las cortinas blancas.
Mi gata duerme cerca, acurrucada entre mi ropa de abrigo. 
Escucho mis canciones favoritas: esas letras sociales y políticas que me salvan del fantasma de P. 
La felicidad se asoma, melodiosa. 
Ah, es lunes. 

"Si me cansé de perder fue porque una vez me desangré por perderte." 
 Callejeros

domingo, junio 15, 2025

Un domingo infértil

I – P. y su paternidad
Hoy me desperté más tarde que ayer. Habíamos quedado en ir a almorzar a la casa de mi tía. Incluso hice una lista con todos los pasos necesarios para prepararme. Pero no tuve voluntad.
Vi una foto de P., sosteniendo a su hijo en brazos. Lo miraba con ternura. Me angustió. Eso, o el mensaje público que le dedicó S., deseándole feliz día del padre. Recordé cosas. Cosas que no encajan.

II – El dolor 
Hace tiempo que no voy a esa casa. La última vez fue el 19 de enero. Al día siguiente, P. me bloqueó. 
Pensé que, quizás, si iba, podría distraerme. Pero emocionalmente preferí quedarme.
Estoy sola. Hay silencio. El mismo silencio de cuando le escribía mensajes sin parar a P. Pero esta vez, no lo estoy haciendo.

III – La decisión
Estructuro mi día en función de las comidas. No tuve voluntad para maquillarme ni fingir. Es probable que pase el día comiendo chocolates y lidiando con mi sensibilidad. 
Lo pensé, lo confieso: escribirle un mensaje a P. para desearle feliz día. Pero no quiero caer tan bajo. Está claro que él significa mucho más para mí de lo que parece.
Hay garabatos azules en cursiva, inteligibles a la corta distancia. 
Seguiré escribiendo, como vía posible de consuelo.

sábado, junio 14, 2025

Veinticinco

Oficialmente tengo veinticinco años.
Me quebré durante la madrugada, pensando en P. De nuevo, me costó conciliar el sueño.
Estaba conversando con A., quien sorpresivamente me prestó demasiada atención hoy, aludiendo que era tierno conmigo porque "era mi día".
En un momento, le dije que nunca había tenido tanta bronca, por un motivo por demás banal. Estaba siendo exagerada, por supuesto. Como respuesta, trajo a P., haciéndome acordar de cuando "me dejó". 
Le comenté que sus publicaciones lloriqueando por política me daban gracia y vergüenza ajena, y A. me dijo que había visto algo suyo en otra red social. Hizo referencia a las últimas publicaciones de R., el amigo de P., con quien no solo compartía banda, sino también ideología política. 
"Leyó mis mensajes", pensé, e hice mención de esto a mi amigo. Cité a P.: "usted no es nadie", y volví a decir que me daba vergüenza, después de reír demasiado. Cité a García, fui irónica respecto al gobierno actual —el cual A. defiende— y volvió a decir, esta vez, que con razón P. me había dejado. 
Eso fue todo.
Volví a leer a P. Esta vez no hablaba de "nadie", pero seguía siendo hostil. 
Hace lo que mejor le sale. 
Por momentos me causa gracia, pero después empiezo a sentirme muy sensible, como adolorida.

viernes, junio 13, 2025

Teatralización

He leído los comentarios que estuvo haciendo P., y no pude evitar reírme de su ingenio. Pero ahora, de madrugada, comienzo a pensar en la enorme cantidad de energía psíquica que volcó en la política. 
Justo cuando me preguntaba si seguía vivo, parece responderme que sí, y que además está muy enojado.
Pero no sé hasta qué punto lo hizo como respuesta, o si soy yo, de nuevo, la que se enreda en su obsesión neurótica.
Me acuerdo de un video que había publicado una ex novia suya: P. manejaba por la ruta, sonreía y cantaban una canción juntos.
También lo imagino conviviendo con S. hasta separarse.
No sé, esta cosa suya de la evitación...
No quiero llorar. Tengo que dormir con urgencia.
¿Justo P. habla de amor? 
Claro, hablar desde el lugar de "el pueblo" no tiene nada que ver con el amor real, privado. De hecho, él no puede —ni pudo nunca— corresponder a las mujeres que lo aman. Soy fiel testigo de eso. 
Huye de un amor concreto y disponible, y se vuelve hiriente. Necesita destruir todo. No puede, o no sabe procesar el amor. Solo evacúa emociones, como la ira, pero no puede pensar por qué se enoja tanto, de forma tan desmedida.
Teatralización. Eso es lo que estuvo haciendo en público últimamente. 
Exagera, dramatiza como un histérico que quiere ser visto. Grita para llamar la atención. Monta una escena en la que él aparece profundamente afectado por cuestiones políticas. Está indignado. El otro es el enemigo, y él se posiciona como defensor. 
Vuelca toda su intensidad en cuestiones externas para evitar el encuentro íntimo.
Quizás lo enoja que alguien lo quiera. 
O quizá lo que lo perturba es mi tono fúnebre, el poema de Ajmátova. 
Tal vez eso es lo que reprime: el amor... y la muerte.
Me siento incómoda, como si tuviera calor. El insomnio, otra vez. No poder parar. 
¿Y si P. simplemente está afectado por la política, y ya? 
¿Y si toda esa teatralización no tiene nada que ver conmigo? 
Ya es viernes, de noche. 
Pronto será mi cumpleaños.
Mis últimos pensamientos van dirigidos hacia P., hacia su descarga violenta, narcisista y sobreactuada. Está desbordado, furioso. Usa palabras como "nadie", "carga", "olvido", "esclavo". Se proyecta.
"Usted nunca será nadie", "usted no es nadie ni nada"... 
Desplaza al otro, defensivamente, algo que él mismo siente. 
Paradójicamente, yo lo hago alguien a través de mi escritura. 
Y eso puede resultarle insoportable. 
Me ha tratado como "nadie", también.

jueves, junio 12, 2025

No sé si estás vivo o muerto
y si puedo buscarte en esta tierra,
o solamente en la tiniebla nocturna
como a un difunto llorarte.
Tú eres todo: mi ruego diurno,
la llama débil del insomnio,
la bandada blanca de mis versos,
el azul incendio de mis ojos.

ANNA AJMÁTOVA

miércoles, junio 11, 2025

Un deseo que pido siempre

Es martes. Soñé que subía unas escaleras inmensas, al compás de otras personas. Hasta que decidí bajar, sola, y lo hice casi como si fuera una pluma.
A. dice, cruelmente, que P. no está en mi vida. Me recuerda su ausencia de manera despiadada, aunque real. También me obliga a creer que no existe tal bombardeo, y que aquella realidad irreal de mi mente no condice con la realidad del aquí y ahora.
En tres días será mi cumpleaños, aunque no hablé de eso con gran entusiasmo. 
Dije que me angustiaba que P. pasara días sin leerme, al borde del llanto. A. opina que no lo necesito para reafirmar mis ideales políticos, mucho menos mi trabajo con la escritura. Cree que no son casuales mis pensamientos últimamente.
Quedé con un sabor amargo de boca que me impidió escribir. Además, una pregunta suya —también al final— quedó flotando, alegando que tendría dos semanas para pensar en eso. ¿Qué se supone que debería responder cuando A. vuelva de su retiro mental? ¿Se acordará? ¿Seguiré teniendo estos pensamientos tortuosos? En fin... 
Supongo que P. aparece compulsivamente y luego se retira durante días, olvidándome o reprimiéndome. ¿Hasta cuándo voy a seguir sosteniendo esta farsa, este deseo invivible de una presencia ausente? Ufff... (resoplo).
Decidí refugiarme en la escritura académica, bastante menos insoportable que esta. 
Volví a escuchar Callejeros, a raíz de haber sentido algunas canciones de García: Los Dinosaurios, Ojos de Video Tape...
Me recordé siendo tan feliz gracias a la música, reconectándome con letras que solía llevar como banderas en mi corazón. Hablé de mí antes de P., a través de otro lenguaje. No fueron tantos minutos, pero fue una reconexión plausible.
Ya pasaron cinco días de mi mensaje a P. 
Intuyo lo que puede estar pensando en relación al contexto político actual. Supongo que debe estar enojado, atravesado, a la defensiva, con la mirada perdida.
Me volcaré al mundo del entretenimiento como una puerta de salida posible.
Hay momentos en los que no sé qué pensar.
Debería ver películas.
Qué se puede hacer, salvo ver películas.

lunes, junio 09, 2025

Una intensidad más aguda

Las paredes se descascaran,
hay cables que cuelgan sin rumbo,
y el timbre está emparchado con cinta adhesiva.

Es lunes. Volviste a desaparecer.
Me sangra la boca y escupo.

Un señor dijo que no aparento 
veinticuatro,
sino que parezco una cría.
Y estoy pronta a los veinticinco.

En la radio suena 
Deseos de cosas imposibles.
Mientras observo la suciedad de la calle,
las baldosas rotas,
un cuadro de tierra 
por el que me imagino,
del tamaño de un ratón
entrando a un túnel:
un otro mundo.
Como si pudiera olvidarte de pronto.

La gente va de un lado a otro,
o está estancada en el tiempo.
Percibo el paso de minutos lentos,
y en el silencio, endurezco la mirada.

Te recuerdo acá, ausente como siempre.
No puedo llorar en la calle.
No sé si estás vivo.
No sé nada.
Nos quedamos, ayer, 
descansando bajo los escombros.
Nos dolía el cuerpo.
Quizás estás muerto.
Debería llevarte flores 
adonde estés,
y amarte con una intensidad más aguda.

domingo, junio 08, 2025

El fin del baile

Escena I – La mancha
Una mujer viste un vestido blanco, impoluto.
Su pelo, recogido elegantemente.
Se dirige a un baño refinado, reluciente.
Su vestido blanco se mancha de sangre,
y ella es la primera en darse cuenta 
del aborto espontáneo.

Escena II – El baile
En otro lugar del edificio, él,
en el salón de baile.
Se van a casar,
entre figurillas, 
sombras inquietas,
voces inertes que forman parte.
Una escena silenciosa.

Escena III – El derrumbe
Todo empieza a desmoronarse
sobre ambos cuerpos.
No es un temblor natural: parece un ataque.
Una escena sofisticada 
que termina en una tragedia ruidosa.

sábado, junio 07, 2025

En el tribunal literario

Supongo que pasaste la noche acá, después de recibir mi mensaje. 
Qué complicado es amar tu evasión, interpretar tu nada. 
Al final, el único que sale ganando sos vos. 
El único que ganó siempre. 
El que fue acariciado y mirado cuando así lo quiso, 
el que recibió múltiples muestras y palabras de cariño, 
el que no negoció su tranquilidad.
A mí me toca la peor parte: 
la angustia por tu silencio, 
la falta de momentos afectuosos, 
la pérdida de la cotidianidad, 
el vacío, 
el desconocimiento de lo que te pasa. 
Estoy perdiendo. 
O, mejor dicho, no obtengo ninguna ganancia. 
Antes, al menos, te amaba en medio de discusiones y ambivalencia. 
En gestos contradictorios tuyos, en la negación o el rechazo.
La energía que destino a lo inviable me pasará factura en algún momento. 
O sea que, además, tengo una deuda pendiente. 
Es probable que me quede en bancarrota. 
Por un fantasma que ni siquiera es rostro, ni risa, ni mirada. 
Por un nombre que pronuncio con los ojos llenos de lágrimas. 
Bueno, vos me advertiste. 
Pero, por esas cuestiones del corazón, terminé queriéndote igual.
¿Hay alguna justicia para los corazones rotos? 
¿Algún abogado defensor? 
¿Banquillo de los acusados? ¿Condena? 
¿Hay más vía que la escritura? 
¿Hay algo parecido a la muerte en la rendición? 
¿Hay alternativas al dolor? 
¿Hay demasiado amor cuando se sufre demasiado? 
¿O es el sufrimiento, inherentemente ligado a la inexistencia,
el que se expresa en nombre del amor? 
Te leería inaccesible.
Entraría a algún rincón de tu mundo interno 
para apoderarme de tu profundidad. 
Me pregunto qué encontraría: 
¿sufrimiento o goce en tu parte inhumana, o insensible? 
¿Es posible que conserves un ápice de afecto, de ternura, de anhelo por el bien? 
¿Hay algo dentro de tu tibio, tibio corazón? 
¿Se conmueve el señor P.? 
¿Se conmueve ante el amor?

viernes, junio 06, 2025

Israel bombardea Gaza

El cuerpo me permitió involucrarme con una tarea académica. Estuve escribiendo sobre una masacre de la cual creo tener bastante conocimiento. Estuve socializando y, en cierto modo, también enseñando algo. 
Habrá sido a las diez de la noche cuando empecé a tararear: "la que no supe amar, no sé por qué". P., en mi mente, en una conversación pública con R., mencionando La Incondicional, de Luis Miguel. Sospecho que, en realidad, estaba asumiendo —inconscientemente— su incapacidad de amar a una mujer que lo ama. Haya sido S., A., o yo misma.
También recordé a Borges y a Cortázar. Claro que es mucho más fácil consumir amor simbólicamente que amar con la presencia y responsabilidad afectiva que eso implica. O, por lo menos, debe serlo para P. 
Hubo más. Mucho más. Me ha llegado a doler la cabeza de tanto pensar y llorar hasta la madrugada. 
Casi como broche de oro, volví a enviarle un mensaje a P., después de dos meses. Un mensaje mal escrito: sin mayúsculas, sin puntos, apenas algunas comas. Un renglón debajo de otro, una extensión considerable. Probablemente no haya usado las palabras adecuadas, mucho menos una buena sintaxis. ¿A quién se le ocurriría, en un mensaje romántico, hablar de bombardeo, de muerte y guerra? 
Me sentiría avergonzada si lo leyera con detenimiento, con lupa, con crítica. 
Podría decirse que es una declaración simbólica de amor. Una reactualización de mi afecto.
No lo pensé, no lo corregí, no estuve escribiéndolo durante horas. 
Espero que P. no reprima su sensibilidad... y recuerde que sigue siendo amado, y nombrado amorosamente.

jueves, junio 05, 2025

Es lunes

Ayer, domingo, estuve pendiente de las políticas públicas hasta altas horas de la madrugada.
Sentí un profundo rechazo al escuchar discursos de odio, al ver dedos acusadores y, particularmente, al registrar una falta de empatía hacia un sector muy vulnerable. Se debatía un tema sensible, una emergencia. ¿Se podía esperar algo distinto de los títeres del gobierno actual?
Recuerdo haber escrito, en algún momento, sobre los comentarios que P. hacía respecto a ciertos gobiernos, o sus "publicaciones izquierdistas". Más allá del amor o el deseo que pudiera sentir por él, le tenía un profundo respeto a sus ideas —y, de hecho, las comprendía perfectamente. 
P. se enojaba frecuentemente; yo me resignaba bastante. 
Lo de anoche fue apasionante.
Luego encontré, casi por arte de magia, once números de teléfono que habría agendado en el pasado. Me detuve en cada uno de ellos y anhelé que alguno fuera el de P. No iba a escribirle; solo quería ver su cara. 
Quizás porque lo he nombrado, también, como un ciudadano que mira el mundo de una manera muy cercana a la mía. 
Algunas veces, él también hizo referencia a mis convicciones. 
Pero, finalmente, aquellos eran solo números: sin nombre, sin rostro, sin descripción. 
Números vacíos.
Carentes. 
Números... 
Números, cuando yo ansiaba encontrar la cara del amor: el color de sus ojos, la forma de su nariz, la comisura de sus labios en una sonrisa.

Una noche insomne.
Un puente entre la memoria y la justicia.
Noticias periodísticas, mediáticas, sociales.
No podía apagar mi mente.
Entonces,
soñé con P.
Una atmósfera extraña.
Cerca de mi casa, 
o hablábamos por teléfono.
Veo su cara,
siento ternura.
Siento amor
en cada recoveco
de mi mente laberíntica.
Ahora, despierta,
mis ojos se nublan:
lagrimosos.

miércoles, junio 04, 2025

Yo... la principal acosada

En diez días cumpliré veinticinco años. 
Por lo pronto, estoy encinta (enferma, realmente). 
Estar así me recordó todo lo sucedido con P. y su temor a la paternidad, también días antes de mi cumpleaños pasado. 
A. me preguntó si tenía fiebre; dice que parece que estoy bien, que tengo color en la piel. 
El tema del acoso fue lanzado por mí como una explosión antes de terminar nuestra conversación. 
Dice que soy yo la principal acosada, por mis propios pensamientos. 

Un aturdimiento. 
Comienzo a ver borroso. 
Me siento en la silla.
Me recuesto con los brazos en la mesa. 
Estoy cansada. 
Me duelen las piernas.
También la cabeza.
Y vomito agua, 
como una cascada de agua bendita. 
Ah... hoy no me moveré de la cama.
Pasó. 
Ya es miércoles.

miércoles, mayo 28, 2025

La palabra que me rompió

Son las once y media de la mañana, y estoy en la cama, cuando en una hora y media debo estar en el trabajo. Me siento cansada, como enferma, como si me doliera la vista por haber llorado hasta las dos de la madrugada. Pasé muchas horas sin comer, tal vez veinte. 
Voy al baño y me miro al espejo: mis párpados superiores e inferiores están por demás hinchados. ¿Y si alguien comenta algo sobre mis ojos? ¿Y si mejor digo que no podré salir de casa por una alergia o una conjuntivitis? 
Afuera, el clima está aceptable. Supongo que me sentiría mejor si me preparara y saliera. Pero antes, tomaré un desayuno riquísimo que mejorará mi humor. 
Me detengo en la esquina de mi casa, vacía. 
Llego al trabajo y espero a D. Una colega me saluda: "Hola, linda." Yo sonrío y digo que todo está bien. 
D. está productivo. Me encuentro en mi trato afectuoso, en mi paciencia y mi autoestima. Y pienso en P. diciéndome que no hay nada malo en mí. 
Vuelvo a casa. Me apuro. Hoy estoy un poco más temerosa. Saludo a unos vecinos.
De nuevo, mis ojos —un poco menos hinchados— fijos en la esquina de mi casa. Estoy sola. No vendrá. Hoy tampoco.

Es de noche. Muy tarde. 
La palabra de A. —acoso— dio en el blanco. La herida se reabrió. Por eso el llanto, por eso el insomnio.
Me pregunto si ocupo un lugar en el psiquismo de P.
¿Quedará algo en él de mi deseo, mi idealización, mi escritura o mi espera?
Supo que lo amaba. ¿Será eso suficiente para mantenerme viva en su mundo interno?
Sostuve parte de su autoestima, además de ser una pantalla donde se jugaban sus conflictos internos.
Fui una figura incómoda: confrontaba, reclamaba coherencia, le exigía emocionalmente. Entonces, ¿me habrá reprimido?
Mi amor era una amenaza para él. Tan puro como verdadero.
Las maneras en las que expresaba ese amor lo desbordaban. Por eso no pudo quedarse conmigo.
Me quería. Estoy segura. Pero no siempre sabía cómo quererme bien.
El problema de P. es que no pudo hacerse cargo —ni de mí, ni de su ex pareja, ni de su hijo, ni de la responsabilidad afectiva que implica vincularse con otro ser humano. ¿Por qué? Por su patrón de evasión.
P. nunca estuvo disponible emocionalmente. Ni para mí, ni para nadie. Su síntoma es el escape. No soporta saberse frágil en cuestiones del amor.
Puede querer. Pero no amar. No puede sostener, no puede quedarse. No puede amar sin huir. ¿Por qué? Porque tiene miedo.
Y mi amor no fue suficiente para curar su fragmentación. Pero además de eso, lo interpretaba. Y quizás eso le era insoportable. Solo quise ayudarlo, pero él no fue capaz de cuidarme, porque no sabe cómo.
Lo amé en su miedo, en su hueco, en su herida. Lo nombré y lo abracé simbólicamente. P. no soportó ser amado como yo lo amaba. No pudo con mi ternura. 
Amar, para mí, era quedarme, hablar, reparar. Y para él, abandonar, evadir, ausentarse.
No podía elegirme, porque yo le reflejaba su límite. Su evasión.

martes, mayo 27, 2025

Son las ocho de la noche. Continúo pensativa después de la sesión psicoanalítica de hoy. 
Como era de esperarse, prácticamente se la dediqué a P. 
Aún resuena en mí una palabra que utilizó A. para referirse a mi trato hacia él. Habló de acoso, y la idea de haberlo acosado con maldad me angustió, porque sé que nunca fue mi intención. 
Entonces volvió la idea de compulsión, ligada a mi estructura psíquica obsesiva. Por mucho que me esforzara, no podía controlar mis dedos inquietos, mi mente irrefrenable. El mecanismo era el siguiente: aparecía la idea de P., y yo no tenía otro camino posible que no fuera ejecutarla, convertirla en acción, en mensajes.
Mis actos eran síntomas que padecía profundamente y que, en la distancia temporal, empiezo a elaborar —no desde la culpa, sino desde la responsabilidad subjetiva. Me veo, tiernamente, entre lágrimas, esperando una respuesta. No quería invadirlo: quería que lo nuestro no se rompiera. Necesitaba su presencia.
Y P. jugó ese juego, con sus desapariciones y retornos, su ternura y, posteriormente, su desprecio. Sostenía lo nuestro desde su ambigüedad, un lugar dañino para mí. No terminaba de romper el vínculo, y esa dinámica mantuvo mis compulsiones. Aunque dijera claramente que no estaba disponible para mí, terminaba volviendo: acariciándome, abrazándome, dejándose encontrar. Compartía intimidad conmigo, y eso desmentía sus palabras. Era incoherente, y no se responsabilizaba por el impacto que eso generaba en mí. Su contradicción alimentó mis compulsiones, atrapándome en una angustia irresoluble.
Sabía que yo lo esperaba, que lo buscaba, que lo anhelaba y lo quería como a ninguno. Consciente o no, usó ese poder afectivo que yo misma le otorgué. Además de generarme una confusión constante, negaba despreciarme e invalidaba lo que había pasado entre nosotros. Mis emociones le resultaban infantiles, poéticas, inadecuadas. Él tenía la verdad absoluta sobre el amor. ¿Fui muy sensible, o desestimó mi dolor? 
Su insulto en la intimidad, y su posterior negación ya daban cuenta de una violencia psicológica, sexual y vincular. Recuerdo su mano tapando mis ojos, deshumanizándome, invisibilizándome. No quería verme, y me anuló simbólicamente, queriendo borrar mi subjetividad. Fue como si, en ese momento, hubiera dejado de existir para él. Con todo lo que me había esforzado por ser vista, escuchada, reconocida.
Soportaba su destrato y rechazo, con la esperanza de que volviera a tratarme con ternura. Era útil porque lo esperaba, tenía mi afecto cuando quería, y además se sentía deseado. Pero yo no tenía ningún tipo de derecho a demandar reciprocidad o coherencia. Y cuando pedía más, me rechazaba. La compulsión era mi única vía para sostenernos.
A. comparte la posibilidad de que P. haya restringido sus perfiles en línea por mí. Al parecer, deja la puerta entreabierta para sostener su narcisismo. Hay algo de mi afecto constante, mi deseo, mi entrega, que le da un lugar importante. ¿Seguirá comprobando mi amor? Ah, una respuesta muda... Si lo nombro, P. existe. Y es probable que reavive su nostalgia, o su simple curiosidad.
Mi forma de amar, íntimamente ligada a lo sensorial, me empujaba a lo furtivo, lo interrumpido, lo exhibicionista, lo no procesado. En aquellos momentos no podía decirle a P. que lo quería, porque sabía, intuitivamente, que él no podía escucharme. La pasión encubría su falta de compromiso. Proyectaba en mí la causa de su desapego, reforzando la idea de que debía mejorar para que quisiera estar conmigo. Yo tenía la culpa de su frialdad. Y mi compulsión justamente aliviaba mi angustia. Mis recuerdos placenteros nublaban la claridad del daño que me hacía.
Y cuando se fue... no le importó si yo estaba lista para irme también, si podía hacerlo sola, si deseaba lo mismo. Fue su salida personal. Recuerdo que me mató simbólicamente. Me aniquiló —y no es una exageración, sino por mi estructura psíquica. Por eso escribí que mi mundo perceptivo se desarmó en el dolor. Me abandonó psíquicamente, y yo convertí esa muerte simbólica en un escrito.
Yo era el problema: mi compulsión, mi síntoma, mi intensidad. No su ambigüedad, su negligencia emocional, sus gestos contradictorios, su falta de cuidado. Se retiró justo cuando esperaba que me contuviera, que me escuchara. Se desentendió de mí emocionalmente, negándose a hablar de lo que me pasaba, y eso terminó fragmentándome.
Sigue siendo lunes. El mismo lunes que ayer. El mismo lunes de hace cuatro meses y una semana, desde que se fue.

lunes, mayo 26, 2025

Es lunes. Finalmente puedo decir que no le escribí a P. por su cumpleaños. Tampoco estuve pendiente de N. ni de S. El sábado fue un día como cualquier otro, al que se le sumó un momento angustioso; nada más que eso. 
P. venía continuamente a mi mente, pero me repetía a mí misma que no podía saludarlo. Antes solía estar muy presente, sobre todo en las fechas importantes. Aprovechaba al máximo mis oportunidades de expresar mis mejores deseos y mi afecto. Pero ya no puedo hacerlo, porque él tomó la decisión de alejarse de mí. 
He de confesar que, cuando lloré, fue porque recordé cada una de sus frases terminantes e hirientes. P. se enojó mucho conmigo, y creo firmemente que restringió su actividad en línea por mí. Está claro que no tengo certezas, y nunca sabré el motivo real de sus desapariciones, pero puede ser una posibilidad. 
O no soy tan importante.
Ayer leí el último comentario que hizo, el día de su cumpleaños, y opino que sigue la línea que caracteriza sus interacciones virtuales. 
Hoy vi un saludo y unas fotos que me empujaron a escribir nuevamente: 
P. en el escenario, sosteniendo su instrumento y mirando sonriente hacia un costado.
P. junto a M.
P. tocando su instrumento.
P. junto a R.
P. entre luces verdeadas. 
P. en una foto que recuerdo haber dibujado.
P. de cuerpo entero y con la boca entreabierta.
P. vistiendo un sweater calentito. 
Me detuve tres veces en cada imagen, como si pudiera sentirme a su lado, observarlo detenidamente como solía hacerlo, como si pudiera ver su cara, tocar su sweater, oler el perfume de su piel. 
Antes de todo esto, cuando volvía del trabajo y pasé por el lugar donde nos encontrábamos, pensé que ya nunca va a poder ser lo que era, ni siquiera algo distinto o con otra forma. 
Él no estaba ahí esperándome, y dentro de algunos meses tampoco estaré yo. 
Eso fue todo, no hay más. 
Cuando no reprimo mis sentimientos por él, empiezo a sentirme tan triste —tan, pero tan triste— como la inspiración de McCartney en Another Day.
Antes de hundirme, tomaré una bocanada.

viernes, mayo 23, 2025

Treinta y seis

Mañana será el cumpleaños número treinta y seis de P. 
Quizás por eso, esta semana lo pensé más de la cuenta. 
Hace poco más de un mes le escribí una carta a mano, con la idea de que pudiera abrirla en su día. Mientras lloraba con intensidad, le deseaba lo mejor y, sin proponérmelo del todo, reactualizaba mi afecto. 
Incluí también algunos detalles que aludían a lo que fuimos. 
Pero finalmente decidí no hacerle llegar ese gesto. 
Tampoco tomaré la oportunidad de decirle algo por el único medio que aún tengo disponible. 
La mejor opción, esta vez, será cruzarme de brazos.

lunes, mayo 19, 2025

Diecisiete lunes.

Es viernes, y los truenos retumban en mi mente como si se tratara de bombas. Como antecediendo una guerra. Me asusta pensarte en lo alto de la tarde oscura, al volante y temeroso. 
O estoy reflejando mi propio temor de que tengas un accidente mientras estás manejando. 
O estoy en tu auto, mirando al frente con atención.
Ayer conversamos por teléfono. Yo te hacía reír. Quería mostrarte una camiseta con el logo de la banda en la que tocabas. Fue tan lindo hablar con vos. Hasta que me desperté. 
Hoy empecé el día cantando el estribillo de "Revoloteando", de Árbol. Volví a buscarte, después de tres o cuatro días. 
No sé qué decir respecto a lo que escribiste recientemente. Nos parecemos un poco en esto. 
Soñé que estabas a un costado de un escenario, y que nos mirábamos fijamente el uno al otro. 
Ah, es lunes, otra vez. Como hace diecisiete semanas.

jueves, mayo 15, 2025

Algunos días parecen accidentes 
Algunos días son como accidentes, 
y a sus tardes tediosas les sucede
una niebla que cubre mi alma oscura;
insomnios donde encuentro mis ojos deleznables
y escribo, poseído, poemas deletéreos
donde digo que el aire se vuelve venenoso.
Hay días que se quedan vacíos como un vaso.
Y noches que retomo la mano que está libre
y sueño que terminas la herida, que has abierto.
Hay días donde el tiempo se vuelve irrevocable
y noches donde cierro los ojos y oigo piedras,
que en el pozo interior de mi alma se hunden.

ANNA AJMÁTOVA

Anna nació cien años antes que P., a quien supongo que le fascinaría su biografía.
Estas palabras suyas vuelven a aparecer en mi mente como si se tratara de una tecla de encendido. Aunque hayan quedado atrás los accidentados días y hoy sea jueves, o puede que lunes. Cayó la niebla, como no era de esperarse.
Día de estudio y pintura, de hacer dos cosas al mismo tiempo y perder un poco la cabeza. Un día o un vaso. Es ahora cuando me siento vencida, por las lágrimas que recorren mis mejillas y mojan el dorso de mi mano.
La ausencia me desdibuja la cara. Y no puedo salir corriendo a buscarte.
Me duele la mente, y estoy segura de que esto se trata de alguna letra de McCartney.
El contenido de los recuerdos que nos encierran —mezcla de erotismo y ternura en ambas bocas nuestras— me daña lentamente.
Y no hay nada que pueda hacer. 
Lugar donde refugiarme. 
Tiempo mejor en el que anclarme. 
No queda un trazo más, un barajar de nuevo, un sentimiento amoroso ligado a una ilusión viva.
Lennon no escribió que el amor está muerto.
¿Tendré que escribirlo yo? 
Mi mano temblorosa y yo.
Decías que veías amarillo el iris de mis ojos.
Escupías un campo de rosas. Yo reía. 
Todo lo nuestro se escapó de mí. 
Pero sigue volviendo a mi memoria con fuerza, color y otro dolor distinto.
Trato de recordar cada detalle de tu cara, la forma de tus uñas, la tersura de tus brazos, la tez de tu piel, el color de tus ojos, el largo de tu pelo, tu nariz o tus dientes. 
Te fuiste.
Me pregunto si volviste a los lugares donde nos encontrábamos.
Si crucé tus pensamientos.
O si ahora querés a otra persona.
Creo que tengo náuseas.
Y siento que si sigo escribiendo, voy a vomitar.

martes, mayo 13, 2025

No me curaré de la obsesión ni de mi necesidad consecuente de simbiosis; es un hecho. Mientras retorne a este espacio, seguiré presa de la idea de P. Según A., se trata de aprender a convivir con estas características tan mías. 
Hace tres semanas volví a hacer un seguimiento de mis hábitos diarios, con el propósito de limitar mi búsqueda constante. Hay días en los que puedo existir sin saber nada de P. Este fin de semana me reconecté con actividades que me gustan y me relajan. Cuanto más cerca esté de mi eje, más lejos me mantendré de P. 
Los recuerdos me asaltan como si se tratara de un ataque de pánico, y debo saber controlarme.
A. me felicitó por mis logros recientes, con una sonrisa dibujada en el rostro. Resaltó mi tolerancia a la frustración y mi paciencia infinita en el trabajo. También es consciente de las dificultades que presenté en el pasado respecto a mi agorafobia. Avancé significativamente a pesar de mi temor persistente. 
No concibo ninguna salida futura al exterior teniendo a R. como compañía. Aún no logré independizarme de P. 
Estos días, recordé nuestros encuentros más de lo que hubiera querido. Allí estábamos, otra vez. Aunque no estábamos, realmente. Ni volveremos a estar.
Ayer volví a usar mis redes sociales, y esta vez fue T. quien habló de desaparecer. Mi psicoanalista cree que forma parte de mi socialización. 
El que desapareció hace semanas fue A., insatisfecho porque no le correspondí. Los juegos de cortejo son producto de gente estúpida, y me niego a caer en semejante ridiculización. No me prestaré a esas bobadas. Presiento que pasaré sola mucho más tiempo, recuperándome de la historia fallida con el hombre imposible. 
Espero que mi corazón no vuelva a atravesar un dolor tan profundo.
En fin, se acerca el cumpleaños de P.
Me hago tantas preguntas... irresolubles.

sábado, mayo 10, 2025

La salida de ayer fue un éxito, incluso a pesar de mi temor anticipatorio. Nuevamente, el hombre imaginario dispuesto a dañarme dista mucho de la realidad. En este caso, se trataba de J., un señor afable, que no tardó demasiado en entablar una conversación conmigo. Me preguntó si llevaba puesto un perfume de coco, por la intensidad del aroma. Respondí que sí, que al haberme acostumbrado a la fragancia, ya ni siquiera la percibía en el aire. También se refirió al clima soleado, y yo mencioné la lluvia nocturna del domingo. Al salir de la reunión, J. me estaba esperando en el mismo lugar donde me había dejado. 
El intercambio durante la vuelta a casa fue un poco más extenso: mi trabajo, la discapacidad, la profesión de su "mujer", su empleo anterior y su reciente jubilación... En fin, dijo que había sido un gusto haberme conocido.
Ya en casa, el mediodía me encontró segura y contenta: había logrado salir cuatro veces en la semana, dos por trabajo y dos a otros lugares. Pensaba en cuál sería mi próxima salida al exterior, quizá por mi cumpleaños, a mediados del mes que viene. Me imaginaba contándole lo sucedido a mi psicoanalista. Me recordaba a mí misma, hace poco más de un año, temerosa y angustiada. ¿Quién hubiera dicho que hoy tendría la fuerza suficiente como para transitar la calle y hacerle frente a mis pensamientos intrusivos?
¿Quién hubiera dicho que pasaría más de tres meses sin hablar con P., y seis sin ver su cara? Y que tendría más momentos felices que angustiosos. 
Mi alejamiento de la escritura está estrechamente relacionado a la idea de este hombre. Todavía no puedo concebir mi vida sin este espacio fantasioso de encuentro indirecto pero profundamente solitario. 
Me pregunto si estará del otro lado, como siento que está. Nunca lo sabré. 
Sí me enteré de que restringió uno de sus perfiles, pero no comprendo el sentido si no publicaba nada desde hace tres o cuatro años. ¿Qué quiere ocultar? ¿Publicaciones izquierdistas? ¿Su carrera musical? ¿S. besándolo en la mejilla? ¿Su hijo, siendo apenas un bebé? ¿A sí mismo? 
¿Y todo esto tendrá algo que ver conmigo? 
No sería la primera vez. 
Pero, ¿por qué permitiría que le escribiera de nuevo? ¿Por qué no tomar una medida más efectiva si no quería que lo contactara? 

jueves, mayo 08, 2025

Fingiré que me sorprende el retorno de la misoginia en P. Y pensar que hubo un tiempo en el que solía captar mi atención por su gracia genuina y su inteligencia... 
Recientemente recordaba una de sus últimas palabras: avanzar. Necesitaba que ambos lo hiciéramos, y creía que eso podría darse al alejarnos emocionalmente. Me basta su actividad en línea para asumir que continúa haciendo malabares y luchando consigo mismo como puede.
Por mi parte, me expongo al exterior sin permitir que la agorafobia me paralice. Esta semana estuve fuera tres horas por una situación extra-laboral. Culminé algo pendiente que ocupaba mi cabeza desde hacía al menos dos meses. Mañana tendré que asistir a una reunión laboral, otra tarea que me angustiaba, pero ya tengo bajo control el cómo.
Asocié un incremento de mi angustia a los días nublados y la lluvia, pero A. no lo consideró. Como si se tratara de alguien que tuvo un accidente y debe ahora volver a caminar, cree que estuve encerrada durante un tiempo considerable y que mis pensamientos intrusivos son completamente normales. De todas formas, no podríamos extirparlos de mi mente, pero sí trabajamos sobre herramientas que me ayuden a transitar mi paso por las calles.
En aquella salida extraordinaria, el hombre que planeaba dañarme se mostró interesado en el motivo que me empujaba fuera del hogar. Me contó que tenía un perro, que vivía en un noveno piso y que quería tener un gato, pero que le daba miedo. También que, hace un año y pocos meses había perdido a otro perro suyo. Era apacible. 
Al enterarme de que compartía nombre con P., me quedé petrificada por segundos, detenida en cada una de las letras que conforman aquella palabra excesivamente pronunciada por mí. Sonreí. La composición de su identidad me parecía no tener ningún sentido, como si este nombre estuviera de más, y lo estuviera a propósito, para ser visto por mis ojos.
Establezco límites respecto a D. para que no me supere su negativa ni sus berrinches, a pesar de mi entrega, mi paciencia y mi profesionalismo. Dicho de otro modo, aunque trabajo seriamente, entiendo que habrá momentos en los que no podré hacer nada más por él. Tal vez me curé un poco después de saberme vencible ante P. 

"Cuando uno no tiene lo que quiere, uno debe querer lo que uno tiene"
S. Freud

viernes, mayo 02, 2025

"Y no hay toldo que dé sombra
Aún no sé que va a venir
La voz de nadie me nombra 
después que me perdí"

Ayer desperté con dismenorrea. Las gotas rojísimas de sangre y la música romántica que apenas se oía en el silencio me llevaron a atravesar momentos muy sensibles. Primero, lloré con fuerza recordando a P. Vi a su hijo y a S. en un día rutinario; eso me hizo empeorar. P. no estaba ahí, ni siquiera era nombrado. Seguramente estaría trabajando incansablemente, como siempre.
Llegué a evadirme durante diez horas y cuarenta minutos, hasta pasada la una de la madrugada. Con el día casi terminado, conocí mi nueva obsesión musical: "No nos supimos querer", de Vanesa Martín y Joaquín Sabina. Después de poco más de cuatro meses, decidí volver a mis redes sociales para compartir este ameno hallazgo que logró reconectarme con la música. A los pocos minutos, volví a olvidarme de aquel mundo inservible, carente de sentido. Mi falta de interés, claramente, vino de la ausencia de P. 
Recordé cuánto me gustaba una canción de Vanesa Martín, titulada "Polvo de mariposas". Allí estaba yo, terminando el día mientras lloraba —por segunda vez— más fuerte que la primera. Pensaba en lo mucho que me afectaba la letra:

"Te sentí tan dentro que a veces
Presiento que estás a mi lado
Me gusta contarte lo que me ha pasado 
Hasta que descubro que he hablado sola"

Al despertar, recibí un mensaje de S. que decía: "Hola, mi amor. Tanto tiempo", remarcando mi desaparición. Esta conversación terminará con mi distanciamiento. Hace dos semanas fue A. quien se alejó de mí, porque no propicié su juego de seducción. No me interesa la superficialidad. 
Estoy limitándome para no estar tan pendiente de P. y sus allegados. Hace poco había visto interacciones suyas, evitando leer mis mensajes. Mis evitaciones respecto al flamenco y las películas emotivas son, en realidad, una evitación más profunda: mis sentimientos actuales por P., especialmente el cariño. Todavía sufro demasiado por el fracaso de mis necesidades afectivas.
Como era de esperarse, S. pretende encontrarse conmigo. Igual que A. En su momento, también era un deseo de T. y de M. Pero asumo que mi negativa no fue, ni es, tan dolorosa como la de P. 
Mi psicoanalista quiere hacerme creer que él es solo una idea en mi mente. Pero también era mi amor. Era la gracia que se desprendía de su boca, la fuerza en nuestros abrazos, la ternura en su mirada, la suavidad de sus labios. 
Era un hombre que no me quiso, tristemente. 
Es una idea. Es una ilusión terriblemente dolorosa. 
Es la nada la que me acaricia ahora.

lunes, abril 28, 2025

El oficio del tiempo

Esta fría mañana me recuerda, dolorosamente, a otra fría —pero ya lejana— mañana. Sostenía un envase con mi orina mientras aguardaba que me sacaran sangre en un laboratorio. La recepcionista no me encontró muy bien que digamos. Había gente mayor, y también una joven que sería apenas un poco más grande que yo. 
La extraccionista, curiosa, no obtuvo una respuesta verdadera. Estaba allí, en gran medida, por P. y su miedo a la paternidad.
Al llegar a casa, le conté lo sucedido con lujo de detalles. Probablemente no se interesó demasiado. P. tocaba su instrumento junto a R. Casi nunca quería hablar conmigo. 
Me pregunto si seguirá dándole vueltas a aquella frase filosófica, histórica: "Es el oficio del tiempo". 

sábado, abril 26, 2025

Hoy, mi tristeza es densa y pesada. Acostumbrada a la escritura académica, pienso que estoy perdiendo mi capacidad de expresión. Mis emociones se vuelven garabatos mentales: Dibujos infantiles que gritan. Nada después de tanta lectura obligatoria. Yayoi Kusama y sus alucinaciones, su espejo roto. Una pausa en mi sintomatología fóbica. ¿Socialización? Entretenimiento. 
Los días parecen más largos debido a mi sueño. Evitación. Incomodidad.
A. notó un avance en cuanto a mis necesidades sociales. La última vez que hablamos, se preguntaba por qué no había emigrado todavía y cuál era el motivo de mi insistente llanto. 
Demasiado tiempo sin encuentros afectuosos. Mi obsesión sigue en pie, sin poder siquiera imaginarme junto a otra persona que no sea P. Renuncié a toda posibilidad de sentirme querida y deseada. Tampoco puedo querer ni desear a nadie. 
Continúo preguntándome si podré ser feliz, mientras me aíslo en la cama. Nada de pintar, escribir, hacer yoga, soñar. Llevo dos meses sin escuchar música y no sé cuántos sin ver una película. Lejos de la literatura ociosa, mientras A. cree que es un hábito regular en mí y agranda a una lectora que ya no existe.
¿Qué estoy haciendo, entonces? Sumiéndome en la rutina con seriedad. Me mimetizo con aquel P. que solía conocer: siempre ocupado, evadiéndose de su encuentro interior. La escritura frenética se escapa de mis dedos mientras mi cuello se humedece.

domingo, abril 20, 2025

Hoy se cumplen tres meses desde la última vez que hablé con P. Desconozco si leyó mis mensajes recientes o si, por el contrario, optó por evitarme. De cualquier manera, A. tiene razón: lo nuestro ya terminó. 
Después de mi última sesión psicoanalítica, no solo decidí tirar las cartas que le había escrito, sino también fortalecerme. Estuve comportándome como una persona inmadura, infantil, necesitada de afecto, y no puedo seguir derrumbándome solo porque alguien no quiso formar una relación conmigo. 
No puedo forzarlo a leer mis palabras ni a recibir un regalo que, además de haber rechazado anteriormente, no se merece. 
Es hora de que empiece a ser una mujer adulta y me trate a mí misma como tal, evitando caer en obsesiones que solo me destruyen, como fue el caso de P. 
Seguiré trabajando en eso.

martes, abril 15, 2025

Fragmentos de mis cartas a P.:
Tenés un lugar privilegiado en mis escritos, pero fundamentalmente en mi corazón y en mi memoria.
Lo nuestro se enturbió, y todavía lo lamento mucho.
Siempre vi una luz en vos... algo que me enamoró, algo que amé y que sigo amando.
Aproveché cada momento para hacerte sentir amado.
Te pienso, y se me parte el corazón.
Lo que más me duele es todo lo que no pudo ser.
Pensar que ya nos dimos el último abrazo, y que no voy a verte nunca más.
Siempre me quedó la espina de lo imposible.
Quién diría que iba a enamorarme perdidamente de vos...
Y todavía te amo.
Y a pesar de todo.
Esta mañana soñé con vos. Otra vez.
Te fuiste.
No pudiste cuidar mi amor.
Algún día voy a poder vivir con eso.
Perdón por todo el daño que te causé. Espero, de todo corazón, que puedas ser feliz.
Me hacés falta. Y aunque hayas decidido alejarte, te recuerdo con mucho cariño. Supongo que, a medida que pase el tiempo, dolerá menos.
Gracias por haberme mirado con ternura.

La letra refleja mi tristeza con mayor fidelidad.
Finalmente, decidí no hacerle llegar estas palabras de una manera indeseada para él.
Mi plan se debilitó después de mi última sesión psicoanalítica con A., quien dijo que P. no me quiere. Tiene razón: le puso fin a nuestra relación, y yo debo aceptarlo. 
Un año y medio después, aún me pregunto si alguna vez dejará de atormentarme este dolor que siento tan profundamente. Continúo desintegrándome por culpa de la imposibilidad.

lunes, abril 14, 2025

Recibí dos mensajes de P. 
Se ponía a la altura de Borges y Cortázar. A mí me acercaba a Pizarnik, subrayando la distancia intelectual entre nosotros. 
Comprendí su alejamiento: nuestras diferencias emocionales eran insalvables. 
Tenía muchísimos mensajes académicos. No respondí ninguno. 
Me detuve a observar a alguien que preparaba una torta de cumpleaños, en la cocina de mi casa. 
Debo cerrar este capítulo antes de cumplir veinticinco años. 
Incluso, antes de que P. cumpla treinta y seis, el mes que viene.

domingo, abril 13, 2025

Todavía conservo un peón

Mis ramas se debilitan; pronto me quedaré sin hojas. 
El suelo está frío, y mis raíces, quebradizas.
Es evidente en mi trazo, en mis palabras, en mi gesto.

Las campanadas de la iglesia dicen que es ahora. 
Él está en el banco de la derrota.
No lo merece, pero ese no es el punto de la cuestión.

Es un punto final.
Una carta de despedida.

El viento me mece, y las heridas se reabren.
Un tronco roto.

Sus ojos me absorben, y me desintegro.

La espera. 
El nerviosismo. 
La conciencia.
Una idea obsesiva.

Preguntas ante un escenario incierto.
Días de desolación y entusiasmo.

Todavía conservo un peón.
Y por el momento, no lo moveré.

sábado, abril 05, 2025

A. me dijo que no necesito a P. para ser yo. Me esperará el lunes por la tarde, en nuestra próxima sesión psicoanalítica. Me aconsejó que planifique actividades que me hagan sentir bien para llevar a cabo durante este fin de semana. También, que me mantenga ocupada, que me alimente y descanse.
Me respondió anoche, seis horas después de haberle enviado un largo mensaje. Contadas veces recurrí a ella por fuera de nuestros encuentros semanales, y cuando lo hice, mis pedidos de ayuda fueron breves. Esta vez, angustiada, le conté todo lo que venía sintiendo desde el jueves, día en que pensé en contactar a la hermana de P.
Ayer, antes de ir al trabajo por segunda vez, sentí que necesitaba hablar con P. Empecé a girar obsesivamente en mi mente, pensando en los movimientos que tendría que hacer para llegar a él. Casualmente, un error persistente me lo impidió, al menos en parte. Le escribí un mensaje, por tercera vez en dos meses. También lo hice con R. Todo eso que P. no quería que hiciera.
D. fue empujado por otro infante en una clase de Educación Física. Su docente me comentó que, con frecuencia, se asusta y llora con fuerza. Ahí estábamos: D. llorando en el piso, y yo, sensible, conteniendo mis propias lágrimas mientras acariciaba su espalda y su mano.
Le contaba a A. que tengo objetos que me recuerdan a P. Mi lugar de trabajo, las edades de los niños que veo regularmente, me remiten a su hijo. Relaciono mis salidas al exterior con su presencia, como si lo hubiese visto ayer, pero termino angustiada, porque no está en mi vida ni va a venir a visitarme. A pesar de saber esto perfectamente, me desespero por contactarlo y sufro ante su ausencia.
Pensé que era una estupidez molestar a A. por esto, pero me hizo bien haberlo hecho. Sé que, a diferencia de P., ella va a estar ahí para ayudarme y contenerme todas las veces que lo necesite. En fin, alterno mis tiempos de estudio y entretenimiento, esperando con ansias la llegada del lunes.

miércoles, abril 02, 2025

Ya pasó una semana desde que le escribí a P., y también a R. Me pregunto cuándo leerá mi mensaje, o qué motivo lo llevará a abrir aquella red social inusual para ambos. Es extraño que no le haya dicho nada más que eso.
A. me preguntó qué me daba P. O, mejor dicho, qué no me daba. Yo, consciente de la respuesta, mencioné aquellos momentos que pasamos juntos, tan preciados por mí. A. quiso saber cómo me hacía sentir, y respondí que P. me contenía. ¿De qué? De mi angustia desbordante.
Posiblemente, P. estaría trabajando, haciendo las compras, llevando a su hijo al colegio, leyendo, duchándose, viendo su serie favorita... En definitiva, viviendo. Y yo recorría mi casa en soledad, llorosa. Tenía ataques que podían durar horas, y mi única vía de escape era él. Pero P. huía de mí, y yo seguía escribiendo mensajes que nunca eran contestados.
Mi deseo siempre fue el mismo: volver a aquellos momentos de afecto y ternura. Pero en su lugar, me encontraba con una frialdad que me helaba el corazón. Seguramente, P. temblaba cada vez que miraba su teléfono y veía un mensaje mío. Que nunca era uno, sino decenas por minuto. Y lo lamento, sinceramente.
Después de mi última incursión escrita—después de meses, en realidad—salí al mundo exterior. Caminé dos pasos y me quebré. Pensé en regresar a casa mientras me secaba las lágrimas. Jugué con las llaves todo el camino. Sentí una presión en el estómago. Escuché gritos infantiles y vi gente. Todo era muy, muy extraño, pero no llegué a la desrealización. 
En el trabajo, me sentí incapaz de acompañar a una criatura que estaba inmersa en otro mundo, igual que yo. Conversé con A. sobre mi sensibilidad auditiva. Escuchaba gritos y quería salir corriendo. Hice bien mi trabajo, nada que agregar.
Al volver a casa, masticando un chicle, me detuve en el centro de salud al que había ido con P. No podía verme ahí, parada junto a él, un mediodía frío. Fue un lunes, también. Un lunes muy lejano, increíblemente. Aceleré el paso. Tampoco pude encontrarnos en la esquina de mi casa, abrazados, mientras él me pedía perdón. Estaba sola. P. no estaba ahí, solo en mi mente.
Me pregunto si me recordará.
Lloro.
Me pregunto si pasaré cerca de su corazón.
¿Cuánto tiempo más seguiré reviviendo esta historia sin fin?
No quiero ni pensar en la próxima vez que tenga que salir de casa.
No quiero ni pensar en él.
No quiero necesitarlo. 
No quiero extrañarlo así.
La distancia me rompe el corazón.

lunes, marzo 31, 2025

Laura Ana Merello canta Llamarada Pasional mientras despierto tras un fin de semana olvidable. Por supuesto, P. aún no leyó mi mensaje. Es lunes, y nuestra última conversación fue hace diez semanas. Siento que pasó una eternidad, como las horas sin alimento.
Una debilidad intensa, mareos, episodios de angustia fóbica, menstruo vivo. Larguísimas horas sin probar bocado. El nerviosismo se reflejaba, inconscientemente, en el abrir y cerrar de un objeto que, torpemente, terminé rompiendo.
Mientras escribo estas líneas, mi mente ansiosa divaga en la noticia repentina de que pronto tendré que enfrentarme a la calle. Mi estómago se contrae y lloro con fuerza. ¿Empezaré ya con las excusas? Pienso en mi próxima sesión psicoanalítica. Imagino a P. esperándome. Recuerdo los test de embarazo.
Será mejor conversar con la almohada.

viernes, marzo 28, 2025

El miércoles me derrumbé. La última vez que me sentí tan mal traté de contactar a P. y a R., y al parecer, no aprendí de mi error. Esta vez, a P. le dije que mi amor es inefable, y a R. le pedí que pudiera entender mis sentimientos por P. Hoy borré el mensaje a R., pero no pude borrar lo que le escribí a P.
Volviendo al miércoles... Después de enviarle a P. una actualización de mi afecto, traté de concentrarme en el estudio. Me encontré con la siguiente idea: "La incomodidad y el incremento de angustia producen la idealización de un estado pasado al que se procura regresar y al que se evoca con profunda nostalgia".
Imaginaba que P. vendría a verme, aunque sabía que era imposible. Lo recordaba envuelto en un sweater, y yo, sintiendo los latidos de su corazón. Reviví emociones y sentimientos pasados, deseosa de conexión y calor humano. Probablemente P. estaría trabajando, viviendo su vida, mientras yo lloraba. Y no era la primera vez.
Nos recordaba riendo, hablando, abrazados. Me partía el corazón saber que P. no quería volver a compartir esos momentos conmigo, teniendo en cuenta lo significativos que eran para mí. Sentía una enorme necesidad de afecto, ternura, cuidado, acercamiento. La sensación de soledad y aislamiento era profunda.
Me sentía débil, con la parte alta de mi estómago vacía, nauseabunda. Necesitaba aire. La sensación de rechazo y abandono por parte de P. me llevó a experimentar síntomas físicos insoportables. Lloraba tanto que sentía una presión muy dolorosa en la cabeza. P. era la única persona que podía proporcionarme protección. Qué irónico. Mi frente caliente. Necesidad de abrigo. Mi vista cansada, como si tuviera fiebre.
La firma de un documento y el estudio quedarán para mañana. En su lugar, le escribí a R., sabiendo que no me contestaría. Era plenamente consciente de que tropezaría con la misma piedra. Pero mi necesidad afectiva fue más fuerte. Mi cuerpo buscaba un cuidado que no recibió, y eso me dejó vulnerable y debilitada. Prioricé mi bienestar y satisfacer mis necesidades básicas.
Ayer, mi necesidad de contención volvió, pero mis momentos de angustia fueron menos intensos. Traté de ser más racional y entender que P. no era saludable para mí: ni su forma de tratarme, ni sus alejamientos, ni la falta de valoración a mi tiempo y esfuerzo.
Día de autoanálisis. Sorpresivamente, A. quiso tener una conversación seria conmigo. Me preguntó sobre mi rutina, pidiéndome que me explayara. Me escuchó, me respondió. Recordé un día en que le conté algo importante a P., pero él jamás prestó atención a lo que tenía para decirle ni me dijo nada al respecto. 
Así terminó el día. Las horas de ayuno siguen prolongándose.

miércoles, marzo 26, 2025

Es de madrugada.
Pienso en P.
Mi corazón se rompe
y simplemente lloro.

"Si no olvido, moriré."

Sus manos,
su mirada,
sus besos.
Su atención
momentánea.

Es catastrófico
saberse indeseado,
inexistente
para otro.

Puedo observarlo, 
detenidamente,
escucharlo.
Su huida me golpea
con máxima crueldad.

¿Por qué no me quiso?

¿Por qué no cuidó mi amor?

¿Y por qué lloro
mientras él duerme?

¿Por qué mi mente se ancla al pasado, 
y sus palabras me lastiman todavía?

lunes, marzo 24, 2025

Han pasado ya cinco meses desde mi último encuentro con P. El sábado fue un día especialmente sensible para mí. Sufría solo de recordarlo (lloro al escribir esto). Han sido días de una angustia constante. Me refugio en el estudio y encuentro un enorme placer en aprender.
Ayer soñé que estaba en sesión psicoanalítica. Pero no era yo quien hablaba, sino P. y alguien más de su círculo íntimo, probablemente su hermana. No paraban de hablar, y yo no lograba meter bocado en la conversación. La llamada se cortó antes de que yo pudiera pronunciar siquiera una palabra.
Un sueño regresivo a mi adolescencia, otro estrechamente vinculado a la emigración, otro fóbico. Uno más: un adolescente sujetando del cuello a su novia. Yo lo increpaba, pidiéndole que no hiciera aquello porque ella no lo merecía. Él se justificaba, diciendo que era una broma consensuada.
Un llanto efímero por la noche, apenas unas pocas lágrimas que retiré con mis manos antes de ir a dormir. En mi mente, la imagen de mí misma besando a P. en la cara.
Quince horas sin comer ni beber una sola gota de agua. Empiezo a sentir que me cuesta respirar.
Es lunes, otra vez.

miércoles, marzo 19, 2025

P., joven, en una marcha política de izquierda. "Sos tan hermoso", le respondía después de haber conversado con él recientemente.
El broche de oro de A. en nuestra sesión psicoanalítica de ayer fue: "Los sentimientos son como una sopa de abuela. De esas abuelas antiguas... De pronto había algún ingrediente que no te gustaba y lo tragabas igual." Parece que esta vez me conecté, subconscientemente, con los ideales y valores de P., así como con mis sentimientos románticos y de admiración hacia él.
Mañana se cumplirán dos meses desde la última vez que hablamos. Ahora son las tres de la mañana. Desperté con una ligera puntada de dolor en el corazón, doblándome a causa del hambre. A. diría que no debería preocuparme tanto por esto.
En la madrugada de ayer, tuve un sueño implícitamente relacionado con P. Su banda había hecho un comunicado. Estaban E. y R.; este último era el que más se quejaba del comportamiento del público en un recital pasado. Estaban detrás de un vidrio parcheado. Yo, distante, ni siquiera estaba donde podría haber estado.
Quizá R. reflejaba mis propios sentimientos de frustración o insatisfacción con P., o mejor dicho, con la forma en que me trató. De nuevo yo, observando mis emociones desde fuera.
Antes de dormir, experimenté una gran cantidad de estrés y ansiedad. Mis sentimientos de frustración, inseguridad, tristeza y, por qué no, abandono, pudieron haber influido en el contenido de mi sueño. A. diría que todos llevamos dentro un "enano fascista". En mi caso, gritaba que sería incapaz de atravesar momentos desafiantes.
Emociones que toca digerir, como una cucharada de una mezcla espantosa de sopa de abuela.
Días abúlicos, perdidos como Hansel y Gretel, mi cuento de hadas favorito.

domingo, marzo 16, 2025

Desde mi sueño con P., he tenido momentos de angustia y tristeza cada día. Intenté volver a enfocarme en las cosas que me hacen sentir bien en medio de este "proceso de sanación", pero más de una vez terminé evadiendo mis emociones. 
En el sueño, trataba de compartirle a P. algo importante, pero no sentí una conexión profunda al conversar con él. Era un cambio significativo, ligado a la incertidumbre. P. nunca estuvo dispuesto a reciprocar mi apertura emocional.
La contradicción emocional me llevó a llorar en varias ocasiones. Decidí descansar y distraerme, inapetente. Quizá el sueño fue solo una excusa para no cumplir con mis propósitos. Llegué a pensar que tengo una relación más directa con mis pensamientos, pero me cuesta explorar mis emociones.
No cerré el capítulo "P." en mi vida, ni mucho menos. Y, por momentos, siento que nunca lo lograré. Perdí mi identidad y ahora me siento vacía. Mi temor ante la posibilidad de no volver a verlo va más allá de lo onírico.
No salí a tomar aire en todo el fin de semana. No leí, ni pinté, ni hice yoga. Tampoco logré comprender el sueño en profundidad, pero creo que fue el desencadenante de mi falta de interés por el control. Así como la carne, el sueño me resultó desagradable y difícil de digerir. El desorden... mis emociones confusas.
La nostalgia me hizo sentir melancólica, preguntándome por qué P. nunca se interesó por mí de la manera en que yo quería. Aunque intenté cuidarme, me sentí extraña recordándolo.
Tuve un sueño en el que tosía gotas de sangre mientras me duchaba. Intentaba mostrárselas a alguien, pero se habían convertido en puntos casi imperceptibles. Si la sangre representara mis emociones, diría que son demasiado complejas para ser expresadas con claridad. 
¿Por qué elegí evadirme? ¿Para evitar sentirme triste por P.? ¿Tomé el control sobre mis recuerdos y sentimientos pasados? ¿Por qué no puedo mantenerme enfocada en el presente? ¿Por qué aquel sueño me hizo cambiar de un día para el otro?

viernes, marzo 14, 2025

Volví a conversar con P. después de siete semanas. Le conté que emigraré, y él, que empezó a tocar en una nueva banda. Estaba contenta; sentía que éste era un mejor cierre. 
Al mirar hacia el pasillo, me topé con el piso desordenado: una escultura pesada y un armario, ambos derrumbados. De pronto, comencé a sentir que estaba masticando carne, enormes pedazos de carne cruda. Frente al espejo, con ambas manos, abría mi boca e intentaba arrancármelos, pero cada vez tenía más carne, quizá mi propia carne creciente. Me estaba masticando a mí misma, casi ahogándome en mi desesperación de hablar con P. En mi autoagresión, en pleno acto de desintegración, escupía gotas de sangre.

Nota agregada

Son las 3 a.m. Un hombre repite ante la policía que no hizo nada. Está drogado y, según sus dichos, le sangra la cara. ¿A causa de los golpes? Silencio tras los ruidos de motor. Mis ojos, lejos de las rendijas de la ventana.
Desperté hace una hora. Empecé a sentir que el peligro no estaba solo en mi mente, que esta vez era real. Debía huir lo más lejos posible. El hombre pasará la noche en la comisaría. ¿Y yo? ¿Qué haré? Oigo ronroneos en el silencio nuevo.
¡Qué lejos me siento de Pizarnik! Hace tiempo me hubiera sumido en la negrura de mis trazos azulados. Estaría duelando un amor imposible de ser vivido, una película que no concluye.

miércoles, marzo 12, 2025

Anotaciones tras una hora y media de exposición al exterior

El clima se siente diferente afuera, más incómodo. Podría estar en la cama. Siento frío en las manos, en la cara y un poco en el cuello. El sol está escondido. Veo pájaros. Pienso que podría salir a la calle. Un gato blanco camina sobre el techo. Siento una paz extraña, a pesar del viento. Me recuerdo remontando un barrilete.
Son las 9:55 a.m., faltan quince minutos para cumplir mi objetivo de pasar media hora fuera. Ayer pasé una hora, y el lunes, una hora y veinte minutos. Mañana debería abrigarme más. Se me voló el papel de las manos. Estoy mejor bajo el sol. Quizá pueda quedarme un rato más. No parece haber ningún hombre cerca. Sin dudas, podría quedarme más tiempo. 
Ayer, A. me preguntaba por qué hablaba de "exponerme" gradualmente al exterior. Miro el horizonte y escribo. El cielo está dividido en tres partes: gris, el sol detrás de nubes blancas, y un tercer cielo azul celestino. El sol volvió con fuerza. Un ruido tolerable. 
A. dijo que estamos bordeando mis emociones. Cree que es comprensible que lo haya estado evitando por su carácter doloroso. Esperará. Me tranquiliza pensar que alguien me espera. Como P., en la esquina de mi casa. Me pregunto cómo estará vestido, dónde, lo imagino y tengo que sacarme las lágrimas de los ojos para poder seguir escribiendo. ¿O mi angustia está ligada a la exposición? 
Según A., P. es solo una idea de mi mente, alguien distante, más bien ajeno. Le conté lo sucedido recientemente, los mensajes a R. y P. Asume que se trata de mis conductas obsesivo-compulsivas. Cree que, a pesar de mi "pseudo-delirio", conservé la noción de la realidad en todo momento. Cuando me preguntaba "¿Qué estoy haciendo?", me retiraba, indigna, por cierto. 
Son las 10:20 a.m. Cumplí mi objetivo por tercer día consecutivo. Para esto, tuve que hacer otros esfuerzos. Respiro profundo por la boca. Me recuerdo que tengo que continuar con mi rutina, además de tomar aire y escribir. Debería alejar la vista de los papeles más seguido, y el cuerpo de la cama. 
¿Qué conexión tendrá esto con la agorafobia? No debería salir tan temprano; las 10:30 es un horario razonable. Se despejó el cielo. Tranquilidad absoluta. Me pregunto por qué dejé de hacer esto. Comprendo que la idea del hombre era irreal, entonces no temo. Creo que me encanta esta época del año. 
Me pregunto si mañana saldré a la calle, después de mucho, mucho tiempo. Tengo que esforzarme para hablar con A. sobre mis emociones en cuanto a la fobia. Responder "no sé" después de una semana es inviable. 
Se cumplirá una hora de exposición. Podría pasar todo el día fuera, solo escribiendo. Garabatos en tinta roja y papeles que se independizan unos de otros. Estas mañanas son ideales. ¿Cómo mantendré mis momentos introspectivos cuando vuelva a la rutina? 
"Sin vos no puedo ser más que un montón de nada", mi mente me atornilla a lo ajeno. Se está mejor en la claridad de la sombra. 
Pasé una hora y media fuera y, si bien no tengo ninguna excusa para retirarme, logré mi objetivo con creces. El día debe continuar. 
Es todo.

domingo, marzo 09, 2025

La autoestima de P. es frágil, pero mi tendencia a volver a alguien que me dañó emocionalmente es autodestructiva.
Soñé que tenía un hijo, y P. era el padre. Mi hijo era hermoso, y yo, más dulce de lo que suelo ser. P. estaba insoportable tras sesenta días de atraso y un test que, falsamente, había dado negativo. Pero su resentimiento no me importaba; hacía oídos sordos. Estaba fascinada con mi bebé en brazos. Un bebé precioso, tranquilo, callado, saludable. Apenas se movía porque estaba medio dormido. Me fundí en la experiencia de un momento suave, tierno, puro, donde solo importábamos mi bebé y yo.
También fui adolescente en mi sueño y discutí con una compañera de colegio mientras estábamos bajo el mar. Probablemente simbolizaba conflictos internos, identitarios, pasados. La conexión con el bebé de mi sueño no era sobre él, sino sobre mí misma, vista desde otra perspectiva: más profunda y amorosa. Finalmente acepto que nunca pude tener una verdadera intimidad emocional con P., y ahora intento encontrar un espacio de autoconocimiento y amor propio. Mi necesidad de sentirme viva y conectada ya no gira en torno a él.
En el proceso de dejar atrás la toxicidad de P., me descubro cuidándome a mí misma, como al bebé de mi sueño. Mis críticas constantes y las diferencias que tuve con P. se han transformado en autoanálisis y momentos de felicidad e independencia. Mi foco vuelve a ser mi bienestar mental y emocional, mi propio camino hacia la sanación. 
Estoy viva después de una semana para el olvido.