sábado, diciembre 28, 2024

Pienso: el principal motivo por el cual no puedo darle espacio a la persona que quiero es mi temor al abandono. Siento la necesidad de comunicarme constantemente, porque si no lo intento, no encontrará razones suficientes para regresar a mí. Yo tengo un sinfín de motivos para luchar por mi ser amado, pero él no. De hecho, siempre parecen ganar mis defectos.
¿Qué hay de mi amabilidad, de mi cariño, de mi pasión, de mi dulzura, mi inteligencia, mi ternura, mi amor leal, mi bondad, mi atención, mi sensibilidad, mi paciencia, mis detalles, mi entrega, mi dedicación, mi compromiso? Juntos, soy un lugar de calidez y seguridad, donde reina mi gracia y mi paz.
Si algo no puedo ofrecer, será meramente superficial: una hermosura sofisticada, encanto, perfección... Tal vez esto último sea importante para P., y no lo encontrará en mí. Por el contrario, soy una mujer sencilla, apagada, inusual. No despierto su apetito, angustiosamente. A. P. le gustan y le excitan otro tipo de mujeres, no yo. Si llegara a encontrar algo en mí... ¡Qué ciego sería su amor!
¿Y ahora qué? Me perderé en mi casa, solitaria. ¿Esperaré que aparezca, mágicamente afectuoso, pronunciando palabras mágicas que nunca he oído pronunciar? ¿Esperaré que vea grandes cualidades en mí? ¿Esperaré que reviva su deseo muerto? ¿Esperaré que nazca en él una necesidad inerte de mí? ¿Esperaré ser querida como creo merecer? ¿Esperaré lo imposible?
En la madrugada, apenas abro los ojos, veo gotas de sangre por doquier. El pánico me asalta. Pienso en a quién puedo recurrir, mientras siento que es un mensaje universal. La herida en mi frente se volvió demasiado realista. En mi mente, resuena "La casa del sol naciente". El ángel de mi madre, tal vez el de P., o ambos, en el centro de mi temor. Gotas de sangre que no son más que el producto de mi herida de abandono, originaria, pero más presente que nunca.
Con el estómago vacío y un poco revuelto, me detengo en la cama a mirar el horizonte. De nada sirve obsesionarme con una llamada que no llegará. Es ahora cuando, de repente, recibo un mensaje de A. Últimamente hemos estado hablando, especialmente sobre mi angustia sentimental. A. dice que debería llorar por una persona que me dé el cinco por ciento de lo que yo doy. No importa, son mis errores los que me atormentan. P. diría que el amor no basta. Observo moretones en mis piernas, al tiempo que recibo respuestas calmantes de A. 
Me atrevería a decir que A. es mi único amigo, y se quedó conmigo a pesar de reconocerme sensible, exagerada... A. siempre supo ver, a pesar de mis defectos, la bondad de mi entregado corazón. Le guardo cariño y agradezco cada una de las veces que me escuchó y aconsejó. Me hubiera gustado, al menos una vez, que P. se quedara a conversar conmigo y me tratara como A., pero su orgullo jamás se lo permitió. 
Mi sombra se sostiene en la frente, con la mirada perdida. P. está demasiado herido como para volver tan pronto. Me cuestiono si encontrará algún motivo que lo acerque algún día, o si me verá defectuosa y anulará su cariño. Es tan especial para mí que su ausencia me duele como si se tratara de infinitos puntos cortantes localizados en todo mi cuerpo. Nos reencontraremos, porque nuestra historia merece continuar. Estoy convencida de que seremos uno en los brazos del otro, y la ternura reinará en nuestros corazones felices. La pluma del destino sigue escribiendo sobre nosotros.

viernes, diciembre 27, 2024

Un fantasma, o un rostro pálido y ojeroso frente al espejo. Entre las sombras, una herida sangrante en la frente. Agitada tras pocos pasos, me detengo a inhalar hondo. Un cansancio que se apodera de mí, a causa de la falta de alimento. Mi vista, nublada. Yo, perdida, muy perdida, como entre nubes grises. Me debato entre comer o aguantar algunas horas más. Sigue manando sangre desde mi cabeza.
Se hace de día y estoy sola, finalmente. En mis oídos, canciones románticas que aceleran mi llanto. Silencio, o ruido. Pintura. Palabras que aprietan mi sien como un cuchillo oxidado. Una buena idea: alimentarme antes de que interrumpan mi solitud. Pronto escucho las voces de V. y su pareja. Yo, distraída. Me miro al espejo, pues tendré que enfrentarlos. Un par de ojos que no dicen nada, mi pelo que refleja el desorden de mi mente, no mucho más. Ah, sí, el cuello de mi camiseta está empapado de lágrimas. Tengo que cambiarme y fingir, fingir que todo está bien. Mi sonrisa forzada, primero ante él, quien, sonriente, pregunta cómo estoy. Algo en mí se quiebra, y me alejo de su abrazo rápidamente. Por suerte, no estaba R., a quien no veo hace casi diez días.
¿Y ahora? Palabras amorosas cruzan mis sienes. Él, clavado en el centro de mi pecho. Mis ojos apresuran el temor de la pérdida. Mi amor, más inquebrantable que nunca. Somos uno ahora mismo, nuestros dedos enlazados en el silencio más agónico. El cuerpo que nos pesa y duele, fundidos simbióticamente. Él, que es tan mío, y tan dueño de mi persona. Él, que se aleja, y sin embargo sigue tan enraizado como si fuera otro de mis chakras. Sus palabras que me sangran en la frente, y sus labios que me besan con una ternura casi paternal. Él, que me quiere, que hasta me adora como si fuera una divinidad. Él, que no consigue apartar mi figura de su mente, mi mirada que lo ama y mi tacto que lo cuida. Ahora, que todo parece perdido e irrecuperable, trazamos el amor en una hoja desgastada. Ah, me pregunto si seremos capaces de querernos aún en las adversidades... Parada en una esquina, observando las agujas de un reloj eternamente detenido en una letra P.

Al inicio de nuestra relación, P. me deseaba con pasión; para él, yo era irresistible. Lo nuestro comenzó como algo sin importancia, pero encontró en mí mucho más y empezó a sentir respeto. Nuestros encuentros fueron intensos, aunque para él no pasaban de ser un mero juego carnal. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que sentía algo por mí, su interés pasional se desvaneció; se asustó y huyó. Significo más de lo que él hubiera querido que yo significara.
La pasión era el centro de nuestro vínculo, pero al nacer en él una ternura inesperada, pensó que no podía permitírselo. No estaba preparado para nada más que ese juego nuestro, pero aquello se le salió de control, y ahora tiene sentimientos amorosos que no se atreve a reconocer.
P. está enfocado en su trabajo, sus proyectos personales, la economía material y su familia. Lleva una vida estructurada, sin desviarse de su línea de comportamiento. Tiene todo planificado. Sin embargo, lo saqué de su rutina y, sin proponérmelo, me gané un lugar en su corazón. Pero teme; cree que no sabrá darme lo que merezco y que terminaré decepcionándome al descubrir que no es para mí.
Por su pesimismo, no me ofrece nada. Ve obstáculos insalvables entre nosotros. Empatiza conmigo, sí, pero se controla para no revelar lo que siente verdaderamente.

miércoles, diciembre 25, 2024

Un perro diminuto y temeroso, helado bajo una lluvia copiosa que no cesa. O tal vez soy yo, de madrugada, atrapada en una crisis nerviosa. Los ruidos me ensordecen, y sufro como ese perro diminuto, tembloroso. Por unos minutos sostengo la fragilidad de mis piernas, buscando refugio en la almohada. Mis ojos llorosos se abandonan a la solitud de la noche. La cabeza y el ojo izquierdo me duelen con una intensidad punzante. Habré pasado ocho horas sin comer, la última vez fue antes de cruzar las miradas con V. y su pareja.
Para mi sorpresa, recibo un saludo inesperado: el de A. Me hace sentir comprendida, comentando que está recostado en su cama tomando alcohol. En su caso, no está afectado ni sufriente. Cruzamos algunas palabras hasta que insinúa querer apreciar mi desnudez. Eso me hace alejar terminantemente.
No hace falta escribirlo, pero me siento exageradamente sola. Nadie se preocupa por mí; me evitan como si no existiera. Además del saludo de A., recibo contados mensajes de mi familia, quizás tres. Mi madre me asegura que el año que viene será distinto, que podremos estar juntas. Imagina que comeremos y seremos felices. Sabe que estoy refugiada, pero no de mi fragilidad emocional.
Después de mi última incursión escrita, aparece P. No me deja, finalmente, pero tampoco se muestra afectuoso. Es frío, distante. Hace un año nos saludábamos con ternura; ahora, ni siquiera puede hacer una excepción, y calla. Siento que el techo me aplasta, asfixiante. ¿O será mi afecto, tan ansioso y obsesivo?
Los distractores de mi angustia son cada vez menos: la pintura y la escritura. Pero temo enfrentarme a mis sentimientos más profundos. ¡Cuánto necesito a A.! Recién en dos semanas podré hablar con ella. Por ahora, solo queda vivir dolorosamente.
Un sueño de mi madre me hace quebrar: yo era apenas una niñita, ella buscaba mi ropita y no la encontraba, pero finalmente me vestía y podía irme de casa a tiempo. Oigo las voces de S. y su hijo, que vinieron de visita. Otros dos que no notarán mi ausencia. Hoy debo alejarme de todos.

martes, diciembre 24, 2024

Tras medio día como ermitaña, en un descuido de R., saludé a su hermana V. y a su cuñado. Luego de una crisis nerviosa, liberé mi pelo ondulado, maquillé mi rostro sufriente, y con un vestido, sandalias y adornos en mis muñecas, mis orejas y mi cuello, me enfrenté a comentarios esperables. Provenían del abrazo y de la boca de V.: "¿Estás viva? (haciendo referencia a mi encierro) ¡Qué delgadita! (haciendo referencia a mis eternas horas sin alimento alguno)".
Acorralé a P. No me toma ni me deja. Nada que escribir al respecto.
Es de madrugada, y el ruido de la lluvia me recuerda a l'homme parfait. He pasado más de veinte horas refugiándome en el silencio, en la pintura y en mis pensamientos. Nada de crisis nerviosas, por el contrario, un gran manejo de la angustia amenazante.
Ah, sí, el ruido de la lluvia... Un día, lluvioso y distante, P. se mostró deseoso (yo sonreía). Nos encontrábamos a más de diez mil kilómetros, y contábamos los días para reencontrarnos. Me esfuerzo por alejarme de aquella conversación erótica.
Hace poco más de un año, antes de nuestro primer encuentro, también un día lluvioso, nos seducía la idea de besarnos. Nuestras expresiones eran por demás tiernas e inocentes. Que P. correspondiera a mi juego era toda una sorpresa para mí.
Ahora, acostada en la cama, mirando el techo y escuchando el ruido de la lluvia, pienso en cómo cambió todo. Entra a través de las cortinas el día claro y el cielo blanco, mientras hay en mí, cables negros y gruesos entrelazándose hasta formar nudos. Soy prisionera de mis deseos impuros e imposibles.

lunes, diciembre 23, 2024

M. dice, textualmente, que no me dejo querer. Sus invitaciones me causan bastante gracia. Pregunta qué me impide ir a dormir. Quiere que utilice mi tiempo en hablar con él y en verlo, y es ahí, ante esa expresión deseosa, que me detengo y me alejo. T. me ha hecho planteos muy similares hasta hace apenas unas semanas; ahora parece rendido definitivamente y eso me alivia.
En la oscuridad silente, pienso en P. Con las yemas de los dedos, aparto las lágrimas que asoman nuevamente al balcón de mis ojos. Crucé un límite que lo llevó a terminar lo que quedaba entre nosotros. El pánico me hizo perder el control. No puedo permanecer callada; es como si estuviera agonizando de dolor y no pudiera hacer más que evitar el silencio mortífero.

domingo, diciembre 22, 2024

Una habitación o una tumba, un colchón viejo tirado en el suelo y yo, en medio de una (otra) crisis de nervios. Mis ojos lloran sin control, mis manos no pueden detener las lágrimas. En mi vientre se retuercen dos serpientes. Me siento enloquecer, aniquilándome sin piedad. Más que una mujer, soy un monstruo que destruye todo lo que toca. Me temo que me perdí a mí misma, de la manera más humillante. Si tan solo hubiera alguien dispuesto a contenerme de mis gritos internos... ¿Y el regazo de mamá? No hay ningún refugio, solo un pozo a la vista de divinidades que se regodean. Las compulsiones, otra vez. Estoy demasiado enferma, incurable. Debería estar atada de pies y manos para no cometer ninguna locura más.

sábado, diciembre 21, 2024

El tiempo todo lo oxida. Mis ojos, ciegos de negrura. Una boca o un campo de espinas, recuerdos imprecisos. Dos manos ajenas cuyos dedos se entrelazan en mi pecho. Una hoguera detenida, inmóvil; pronto un agujero de cenizas que me impide respirar. Mis dedos tiemblan, mis dientes me devoran violentamente. En mis mejillas, las lágrimas juegan resbaladizas. De momento soy un feto, y mi pena una figurita delgada y ramificada que se mueve como un títere. ¿Estoy muerta hace cuánto tiempo? Pajaritos celestes me tiran de los pelos, una caricatura retorcida. Mi cuerpo, destrozado a latigazos. O tal vez soy un perro enroscado en un charco de veneno. Me trastorno, preciso sedantes. ¿Cómo deja uno de querer saberse querido?

viernes, diciembre 20, 2024

Mi inconsciente se parte en decenas de sueños y desvelos por la madrugada. Apenas pasé doce horas hambrienta. Quizá me golpearon brutalmente, y mi figura indefinida por aquellos golpes nocturnos. Tal vez el inicio de la lectura de Olga Orozco y un pasado mínimamente originario. O el saberlo penoso y no poder tomar otro camino que el de la angustia. Conscientemente, las letras se amontonan en renglones. Y los renglones sangran un discurso ajeno, un discurso propio, un discurso que dice y al mismo tiempo no dice nada. Deberé siempre, forzadamente, tomar el camino del silencio. Aceptar un afecto que enmudece. Las palabras se vuelven huecas al no tener receptor. Los esfuerzos, inútiles. Toda una vida que se reduce a infinitos ciclos, a más de lo mismo.

jueves, diciembre 19, 2024

Discutí con P. durante largas horas. En primer lugar, negó haberme insultado mientras teníamos sexo. Supongo que fue tan traumático para él que realmente no recuerda la situación. Sentirá culpa, y no sabrá cómo afrontar el tema. Habrá reaccionado así por su pánico, y ahora, la negación, es su fiel compañera, evitando nuevamente enfrentarse a la ansiedad relacionada con la paternidad.
En segundo lugar, su percepción se distorsionó en otro recuerdo. En lugar de reconocer que lo llevé al punto máximo de excitación, cambió el suceso, para hacer que parezca que fui yo quien hizo algo inapropiado. Ahora me culpabiliza de sus emociones.
Creo que experimenta una disfunción sexual que lo empuja a evitar sus deseos. Otra vez, el temor a la intimidad, la depresión, el estrés, nuestros problemas... Sus reacciones fueron muy dolorosas para mí, que honestamente quería hablar sobre nuestros sentimientos. 
Entiendo que no está dispuesto a enfrentar sus problemas. En lugar de presionarlo para conversar, debo darle espacio. Y cuidar de mí misma, esto es muy importante. Siento demasiada angustia, es una situación compleja. Una tarea: ocupar todas las horas del día para no sumirme en la frustración.
Espero que P. algún día pueda priorizar su salud mental y física. Deseo con todas mis fuerzas que esté bien. No puedo responsabilizarme de su salud, pero sí de la mía. "El amor no puede curar una enfermedad mental".

lunes, diciembre 16, 2024

Atrapada entre cuatro paredes de cemento, le escribía: tengo claustrofobia. Lloraba porque un pato gigante había subido a mi cama, evidenciando mis deseos insatisfechos. Él era médico, y yo aguardaba en la sala de espera. Al ingresar a su consultorio, lo seduje, pero no experimentó placer al penetrarme. Luego, yo, irascible, gritándole a otro hombre. Entre otros sueños irrelevantes...
Dieciocho horas de ayuno, esta vez se le fue la mano. Son ahora cerca de las cinco de la mañana, y una figura ajena acaricia a un gato en medio de la oscuridad. La figura, medio herida, medio moribunda, se hace de silencio. La figura sedienta, somnolienta, en busca de calor humano. La figura solo quiere ser reconocida en su ternura, afectuosamente. La figura tiene apenas cinco o seis años, y reposa en la más honda soledad. Aprende que está destinada a morir de angustia diariamente. Dickinson cruza sus pensamientos; bien podría ser Pizarnik, Storni o Vilariño. Condenada a una eterna vida de desdichas. La figura fantasiosa conoce los terrores más fríos. Vive de noches y cenizas.

sábado, diciembre 14, 2024

Mi padre me propuso que conviviéramos juntos. Supongo que quedó encantado con nuestros recuerdos recientes, pero sin duda no son suficientes para que abandone la vida que logré construir. Estoy segura de que me extraña, aunque yo ya me acostumbré a su ausencia. Las conversaciones que mantuve con mi madre me han hecho sonreír, pero tampoco me desespero por estar cerca suyo.
Hoy, R. me llamó por mi nombre, después de al menos cuatro días sin dirigirse hacia mí. En su voz y en su rostro, un enojo perceptible. Estoy inapetente, paso días enteros sin alimentarme. Evito a R. a rajatabla. No me enfrento a él en ningún momento. Aguardo impaciente los momentos en que sale de casa para poder sentirme tranquila. Su sola presencia me molesta, tengo motivos de sobra para refugiarme en mí. Cuando presiento su llegada o escucho su voz, me altero.
A. me invitó a festejar su pasado cumpleaños. Por un momento, pensé en asistir. Ella deseaba mi presencia. Pero al ver a R. preferí encerrarme nuevamente. Ahora, me acompaña un silencio demasiado agradable. Respiro tranquilamente, casi somnolienta. Me siento como si estuviera en otro plano, en el que la ira triste me roza mientras yo me mantengo impasible.
Hay un hombrecito de tamaño pequeño que toca la puerta de mi corazón con fuerza. Debo pintar, leer, y refugiarme lejos de aquel hombrecito. Debo comer, aunque no siempre pueda hacerlo en solitud. No tengo pensamientos anoréxicos. La falta de alimento se nota en mi rostro, y en mi estómago por demás vacío. Sola, juego a las escondidas. Nadie me busca. El hombrecito estará cansado. Ah, hora de abandonarme a otro mundo...

jueves, diciembre 12, 2024

Mi vientre, una bomba que explotó. Mis piernas, ramitas frágiles. Mi rostro, consumido. Horas eternas sin beber siquiera una gota de agua. Horas más eternas sin comer siquiera un grano de arroz. Luces que van y vienen, yaciendo en un colchón.

miércoles, diciembre 11, 2024

Soy nada, espuma, un jarrón amarronado e inerte. Soy lágrimas que recorren un rostro desfigurado por el dolor. En el espejo, un par de ojos ajenos, enrojecimiento que indicaría viveza. Soy, pero me siento no ser. Me torturan clavando agujas en mi piel, pobrecita yo... Ahora inhalo un vacío tan mío. El viento podría hacerme desaparecer. Oh, señor militar, solo existo entre oscuras sombras. No soy carne, no soy digna, no me miran. Soy un bebé de dos años, muerto por falta de atención paterna. Soy un olvidado, un eterno interrogante. Soy huellas dactilares viriles impresas en mis pezones, en mi cintura, en mi humedad clitoriana. Soy un nombre sin apellido, un torso infantil sin piernas ni brazos. Soy un hombre, un amante, una pérdida irrecuperable. No soy esta que soy, ni aquella que fui, ya no seré nunca. Soy una herida de bala en la frente, una mancha de sangre en la pared del olvido. Soy un fusil fusilado. Soy el tiempo, una criatura que llora, un ser hambriento. Soy el silencio, el grito mudo, las palabras que nadie pronuncia. No soy de nadie, ni siquiera mía. Me perdí en el bosque encantado, en la luna, en las alcantarillas. Soy un puñal apuñalado descansando en la cama. Indefensa, miro la nada. Ah, cómo quisiera ser mujer... Cómo quisiera que un par de manos arrancaran mis ropas, mis ojos, mi boca. Cómo quisiera ser un farol prendido en llamas. Cómo quisiera ser nombrada por aquella lengua y aquellos labios. Demasiado ocupada sin poder atravesar sus pensamientos. Me ahogo en su mar de nada. Me desdibujo hasta la extinción. Soy un candado, un camino prohibido, unos colmillos de temer. Ahora, entonces, soy un grano de arena, una pata de hormiga, un cabello incoloro. Una risa maligna, una voz chillona, una mirada saltona y ridícula. Soy estúpida. Me castigan con la indiferencia más atroz. Me siento morir en un reconocido abismo.

lunes, diciembre 09, 2024

Mi compañera de trabajo tenía razón, estoy enflaquecida. Mi estómago parece el de un niño desnutrido. Bajé algunos pocos kilos. Hace días evito a R., así como P. me evita a mí. Si me quisiera, se comportaría como un hombre de verdad. Vuelve a demostrarme cuán insignificante soy para él, dejándome en claro que no le importa mi presencia. No es producto de mi fantasía de abandono, es la realidad. Hace una semana decía apreciarme, detesto que me mienta descaradamente. Siempre me esfuerzo por ambos, cuando él no hace nada por mí. ¿Ahora quiere rendirle fidelidad a S.? Creo que se acordó tarde. Tendría que haber sido más cuidadoso, y no dejar que ella descubriera un pelo mío en su auto. Da igual, S. ni siquiera me conoce. Desearía parecerme a ella, solamente por no haber vuelto a los brazos de P. Es una mujer inteligente, por eso P. la ama, además no puede poseerla. Yo, contrariamente, me siento estúpida. Entregada completamente a él, cariñosa y eróticamente. Soy demasiado joven para P. Mis sentimientos afectuosos me quitan el hambre y hacen humedecer mis ojos. Finalmente, esto es lo que merezco. Este es el hombre con el que soñé toda mi vida. Soy masoquista, porque no puedo alejarme. Sufro cada día, exceptuando los pocos momentos juntos. Mi felicidad se basa en unas pocas horas compartidas. Horas que P. ya no está dispuesto a pasar conmigo. Conversaciones que no desea tener... Soy una molestia. No tiene ningún motivo para volver a mí, así que me temo que terminamos definitivamente.

sábado, diciembre 07, 2024

Recibí la visita de A., quien culpó a R. de mi silencio. Me dijo que rompa el encierro, que tenga amigas, y también amantes. Me trató de pobrecita, y de linda. Yo reí, pensando en mi nula vida social, y en mi vínculo con P. Seré una viejita hermética, viviré dentro de una cajita de zapatos de cristal, y no saldré jamás. Escribiré veinte libros en secreto, y si me aburro demasiado, me suicidaré. Tal vez ni siquiera llegue a ver mi rostro arruinado y arrugado. Ah, mi cuerpo joven o viejo, vivo o muerto, me genera un rechazo angustiante. Espero que nadie más me vea desnuda, ni viva ni muerta. Qué desagradable, qué vergüenza. Me siento como un monstruo terriblemente desfigurado, pero a diferencia de los cuentos de terror, la gente no se espanta boquiabierta cuando me ve. Qué comentarios más crueles deben rondar por las cabecitas ajenas. Si tan solo no hubieran quebrado mi frágil autoestima... Tengo una pena insoportable dentro de mi ser, como una pelotita saltarina anaranjada y brillante. Una pelotita de metal rugoso, que pesa toneladas, y cada vez que roza las paredes internas de mi cuerpo me hace llorar de dolor.
Son las seis y media de la mañana, y llevo poco más de doce horas sin ingerir líquidos ni alimentos. En los restos de mis sueños, me encontraba irascible. Enfrascada en mí, odiosa, alejada del resto. En realidad se trataba de R. Mi apetito disminuyó considerablemente, apenas como tras largas horas de inanición. Hace algunos días, una compañera del trabajo notó que estoy enflaquecida. Paso demasiado tiempo angustiada, no actúo como si fuera anoréxica. P. diría que me lastimo a mí misma, y creo que tendría razón. Insisto, no me encuentro en la comida. Esta semana me limité a trabajar. Después de que destrozaran mi corazón, me refugié en la cama y algún que otro hobby. Podría hincharme a dulces, pero eso tampoco significaría nutrirme. Verdaderamente reconozco que me sentiría mejor si comiera comida de verdad. También me sentiría mejor si, tan solo por una vez, la realidad no fuera hostil. Por ejemplo, si aquel hombre que utiliza sus palabras como balas, volviera a tratarme como si yo fuera una pluma delicada. O si aquel otro hombre, excesivamente nervioso e incorrecto, se comportara como un señor inteligente. Con este panorama, ¿cómo querría hacer más que llorar? Esta vez, mi mundo más inmediato me resulta así, hostil. No me refiero a las calles, ni a los hombres desconocidos. No escribo acerca de mi fobia, sino de hombres reales y falibles. Tampoco echo culpas, nadie me obliga a no comer. Nadie me obliga a serle fiel a un hombre que ni siquiera desea estar conmigo. Nadie me obliga a depender de aquel otro hombre. En fin, estoy yéndome por las ramas. En resumidas cuentas, la ira triste me aleja de la comida.

miércoles, diciembre 04, 2024

A. se refirió a P. como un señor que venía a visitarme. Yo me limité a sonreír y hacer gestos con la mano, pero no hablé de él en absoluto. También A., entre mis logros, comentó que había estado relacionándome con él, y yo no dije nada.
Conversamos acerca de R. No soy ermitaña, ni exagero, hay hechos concretos que despiertan en mí demasiada incomodidad. Me refugio entre las cuatro paredes de mi habitación por los rasgos acumulativos de R. Su desorden amenaza mi estructura de orden y limpieza. Opto por evitar el exagerado ruido visual, eso es todo.
Respecto a P., todavía sus puñales me desangran. Su discurso permanece en mi mente, angustiosamente. Después de días conflictivos, logramos mantener una conversación normal. Mis necesidades afectivas y sexuales deberán permanecer insatisfechas, y esto es lo doloroso. Fingiré reír aunque mis ojos se llenen de lágrimas. Muchas veces, querer implica renunciar, y ceder respetuosamente ante la negativa del querido.
Otra vez dejó de desearme. Otra vez apareció su enamoramiento por S. Otra vez negó que existe algo entre nosotros. Otra vez soy insignificante. Otra vez soy culpable y defectuosa. Otra vez significo para él una pérdida de tiempo, soy descartable. Otra vez me hace daño, aunque "cariñosamente".
Ahora es cuando más debo volver a la solitud asexual: descansar o mirar el techo, leer, hacer yoga, pintar, escribir. O podría estar vendada, atada de pies y manos, movediza y llorando. Podría comer, pero no quiero. Podría rendirme ante mis ideas mortíferas. Podría aceptar este dolor cada vez que orino, me higienizo y menstrúo. Podría, o más bien debería, abandonar este asco que siento por mí misma, esta imposibilidad de estar desnuda, esta evitación constante de la viveza de mis deseos. En ningún caso debería depositar culpas, sino más bien, entregarme a mis sentimientos, por más difícil que esto me resulte.

domingo, diciembre 01, 2024

El Fin del Encanto.

Érase una vez un bosque encantado, aledaño a una pequeña aldea, donde los árboles majestuosos derramaban láminas cristalinas que flotaban suavemente como plumas, susurrando con el viento hasta descansar en los pastizales mullidos. Las raíces, firmemente adheridas a la tierra, emergían como serpientes de piedra, mientras que las flores, frágiles y coloridas, se extendían por todo el suelo, como un tapiz vibrante que invitaba a perderse.
Musgos relucientes cubrían las rocas, y una cascada de tonos violáceos los rociaba con su vapor etéreo. Revoloteaban por doquier luciérnagas recién nacidas, curiosas y atrevidas, explorando los rincones más ocultos y fascinantes de aquel mundo mágico.
Venados de cola blanca paseaban con elegancia, buscando las setas más carnosas. En su camino, descubrían senderos salpicados de deliciosas semillas rojizas. Mariposas azulinas danzaban en el aire, apenas perturbadas por la suave brisa, como si el viento mismo evitara interrumpir su gracia.
Entre las sombras, pequeñas lagartijas se refugiaban de la luz, mientras escarabajos blanquinegros y hormigas verdosas se movían con propósito entre la hierba húmeda. La seda de las telarañas cubría algunos rincones, formando delicadas mantas protectoras que relucían como hilos de plata bajo los rayos del sol.
En este paisaje de ensueño, caminaba yo, cubierta por un impermeable translúcido, protegiendo mi más preciado tesoro: una joya de nácar y oro escondida entre mis finos cabellos. Este artefacto era la clave para cruzar los límites entre el bosque y la aldea, permitiéndome comunicarme con sus habitantes y desentrañar los secretos que unían ambos mundos.
En el interior de una caverna cercana, vivían tres elfos hermanos. Custodiaban en su hogar tesoros de incalculable valor: exquisiteces dulces que derretían los corazones más fríos, pócimas capaces de rejuvenecer a las criaturas de la aldea, y ramas secas cuidadosamente seleccionadas para encender el fuego en las noches gélidas.
Las hadas, creadas de polvo de estrellas, volaban incansables, y se consagraban a proteger las vidas pequeñas que habitaban la aldea. Especialistas en sanar heridas, sus diminutas manos trabajaban con ternura, restaurando incluso lo que parecía perdido. Los duendes, siempre diligentes, eran los guardianes de las piedras preciosas, llaves mágicas reservadas solo para aquellos habitantes dignos de su poder.
A medida que avancé, el aire se volvió denso, y los susurros de la brisa se convirtieron en murmullos indescifrables, como si el bosque intentara hablarme en un idioma que no comprendía. Los colores vibrantes que antes adornaban el lugar comenzaron a desvanecerse, absorbidos por un gris opaco que se extendía lentamente, como una sombra que invadía el suelo. Mis pasos, antes suaves y seguros, ahora sonaban vacíos, y las criaturas que poblaban el lugar parecían desvanecerse ante mi mirada. El bosque ya no era el mismo.
Me adentré en arbustos laberínticos, cuando un aullido amenazante rompió el silencio. Un crujido a mis espaldas me detuvo. Sentí el peso de una presencia hostil, pero no me atreví a voltear. El bosque, que antes me acogía, ahora parecía conspirar contra mí. Llevé mi mano hacia la joya escondida en mi pelo y aceleré el paso. Detrás de mí, una figura monstruosa me perseguía. En aquel momento, comprendí que todo había sido una trampa. Había recibido una carta que me citaba al portal de luz. Ingenua, creí que se trataba de otra misión secreta de Alfred, el duende que me entregó la joya.
Cada paso parecía llevarme más lejos del bosque que conocía. Los sonidos que antes me tranquilizaban ahora eran ecos vacíos, burlándose de mi ingenuidad. Un rugido más cercano me hizo tropezar con una raíz sobresaliente. Caí al suelo, raspándome las palmas de las manos. Al alzar la vista, un par de ojos brillantes me observaba desde la penumbra.
No era un lobo común. En sus ojos ardía una furia ancestral, como si cada uno de sus siglos estuviera concentrado en esa mirada penetrante. No era solo un depredador; era la encarnación misma de un odio tan antiguo como el propio bosque. Se acercaba lentamente, disfrutando de mi terror, como un cazador que saborea la presa antes de devorarla. Sus colmillos, afilados como cuchillas, relucían bajo la luz sombría, mientras su sonrisa torcida se expandía, reflejando un deleite cruel que erizó mi piel.
—Nadie podrá salvarte —dijo, con voz profunda y segura.
Con el cuerpo rígido y el corazón latiendo desbocado, cerré los ojos con fuerza, como si aquello pudiera ahuyentarlo. Pero no fue así. Rasgó mis ropas y desgarró mi rostro con sus dientes afilados. Me despedazó cruelmente hasta dejarme indefensa. Mi agonía era su alimento, mi mirada perdida en el horizonte, entre quejidos.
Me aferré a la joya con todas mis fuerzas, esperando que algo, alguien, me salvara. Pero nada sucedió. El lobo tenía razón: no había esperanza. Ni los elfos, ni las hadas, ni los duendes, ninguna de esas figuras en las que creí con tanta fe podría rescatarme. Pedí un milagro, pero las sombras de un mundo que creí real se desvanecieron, como humo llevado por el viento. La magia del bosque, que alguna vez me ofreció consuelo, ya no existía. Mi sangre se fundió con la tierra que alguna vez me fascinó, y el bosque, en su desolación, se volvió tan vacío como mi alma, tan callado como la tumba a la que me dirigía.

sábado, noviembre 30, 2024

Día agitado de limpieza. Me visitaron A. y S. Agotada después de una semana intensa de trabajo.
Otro mes que no consigo reunirme con P. Discutimos, dijo que nunca me amará ni será mi pareja. Yo escribí compulsivamente y lloré mucho. Otra vez la incertidumbre teñida de fin. ¿Hasta cuándo mi estupidez entorpecerá mi nada vincular con P.? ¿Hasta cuándo se colará mi deseo de querencia? Ah, si fuera más inteligente, P. caería rendido a mis brazos. Si tuviera algo llamativo que ofrecerle, quizá un mejor cuerpo o una bondad más pura... ¿Tal vez inocencia? ¿Qué más quiere de mí? ¿Por qué no llamo su atención? ¿Seré demasiado común entre las demás chicas? ¿Por qué no soy capaz de despertar su deseo de estar conmigo? ¿Por qué no me elige? ¿Seré demasiado joven? ¿Por qué no puede conectarse con mi alma ni fundirse junto a mi corazón? ¿Por qué, pasado tanto tiempo, tantos encuentros, no anhela mayor profundidad? ¿Por qué no me quiere?
Hace algunos días, fue mi padre quien dijo que me quiere mucho. En sus palabras, le regalé alegría y bienestar en forma de recuerdos. También mi madre está muy presente, cada día. Lo único que necesita mi maltrecho corazón es una pizca de cariño. P. diría que merezco más, ¿por qué supone lo que merezco si no puede ofrecérmelo? Su frío silencio acabará por enloquecerme.

domingo, noviembre 24, 2024

Anoche, después de compartir poco más de una semana con mi padre, nos despedimos entre lágrimas. Recuerdo que tuve un sueño familiar. Pasé doce horas sin ingerir alimento alguno. Apenas rompí el ayuno, me dispuse a ordenar la habitación de mis padres.
Estos días que pasamos juntos fueron muy significativos para mí. En una ocasión, mi padre me acompañó al médico. Satisfizo mis necesidades económicas, pero también las afectivas. Hace dos noches llevó mi cabeza a sus rodillas, y me acarició el pelo y la espalda muy dulcemente. Había trabajado mucho y estaba agotada. Fue R. quien, ayer, me comentó que le había encantado ver esa imagen.
Recibí un mensaje de mi padre, en el que decía que me quería. Habló del tiempo pasado juntos, de nuestros sentimientos, y también mencionó que tanto él como mi madre estarían conmigo para lo que necesitara.
Hace diez días murió mi gatita. Tenía leucemia. Después de acompañarla muchas horas, dejó este plano. Sufrí demasiado físicamente, y emocionalmente me destruyó. Media hora después de la triste noticia, mi padre me sorprendió y nos fundimos en un abrazo. Aquello era lo único que necesitaba. A partir de nuestro reencuentro, compartimos muchos momentos juntos. Mi vulnerabilidad me permitió acercarme y conectarme con él como nunca antes lo había podido hacer.
Ahora, cada uno en un país, toca volver a la rutina laboral. Probablemente nos veamos dentro de un año. Hoy me mantuve ocupada para no extrañarlo tanto. Todo fue tan, tan inesperado. El tiempo pasó rápidamente. Sorpresas te da la vida. También yo sorprendí a mi abuela, mi madre y mi hermano. Quedaron encantados y agradecidos con los regalos que les envié, lo cual me pone muy contenta.
Hace poco discutí con P., todavía no nos arreglamos. Me puse tan nerviosa que le escribí compulsivamente durante días. Temo tanto perderlo. Creo que no nos veremos este mes, a pesar de mis ansias. Recibí de otra persona los gestos que necesitaba. Esto es todo por hoy.

miércoles, noviembre 20, 2024

Son las 2:55 de la mañana. Mi gata está a mi lado, tengo enfrente un plato de comida, y las palabras de P. en mi mente. Sinceramente, no sé por dónde empezar. Últimamente me siento más aislada de lo común, como si estuviera en otro mundo. Me siento incomprendida, como si nadie pudiera ponerse en mi lugar. Intento estar presente y reír, pero no soy la misma que hace una semana atrás. Lo único que puede asimilarse al dolor que experimento, son mis primeros escritos. Hace poco más de un año, recluida, la negrura me vendaba los ojos. Creía que todo marchaba bien, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver. Me mentí, la realidad se escapaba de mi control. Ahora, la angustia, la culpa, la soledad y la desesperanza, son demasiado intensas. No hay un solo día en el que no llore. No estaba preparada para atravesar un momento de duelo, estoy profundamente conmovida.
En la tarde, S. y sus dos hijos vinieron de visita. Estaba R., y también mi padre (ya escribiré sobre esto). Jugábamos a las risotadas, hasta que en un momento, hui llorosa. Me metí en la cama para leer entre sombras, hasta que finalmente me dormí. Al despertar, hambrienta, vi el descargo de P. Básicamente, soy culpable de buscar en él algún tipo de consuelo. A decir verdad, aquello me enojó. Nuevamente, se justifica en su lejanía. Deseaba que me prestara atención, que es lo mismo que pedirle que se convierta en otro hombre. Ahora que por fin encuentro un ápice de compañía paterna, es ilógico que vuelva diariamente a P. Además, P. es una figura sensual, y yo no quiero tener sexo. La última vez, vino a buscar mi calor húmedo, y yo caí. Pero ahora yo necesito su ternura y su cariño, y él no cae. Se da cuenta perfectamente de esto, por eso se va. ¿No comprende que sería incapaz de dañarlo? 
Son ahora las 4:04 de la mañana. Mi gata ronronea envuelta en calor. Una niñita me acariciaba dulcemente, me besaba en la mejilla, y me hacía sonreír. Debo entregarme a la rutina. Tendría que leer, escribir, pintar y hacer yoga como antes. Ahora que la tristeza se hace carne en mí, no puedo dejarme caer tan bajo. No puedo buscar a P. Finalmente, debería aceptar que no me quiere. Si me quisiera, pronunciaría las más comprensivas palabras. Hubiera estado ahí cuando necesitaba ser abrazada. P. dice que está porque yo lo quiero así, pero no, no está. En caso de estar, está ausente. Quererme lejos no es quererme. Desearme de vez en cuando no es quererme. P. no me quiere. Ahora no me importa su deseo, pues no puedo corresponderle. Ahora me importa que me sepa querer, pero no puede hacerlo. Yo tampoco sé cómo quererlo, reconozco que no lo estoy haciendo bien. Debe ser que estoy irascible y muy cansada, ya se me pasará.

miércoles, noviembre 13, 2024

Eran las cuatro de la mañana, y yo me encontraba llorando, con mi gata en brazos. En la oscuridad, temía un desenlace trágico. Volví a la cama e intenté descansar durante una hora, hasta que sonó la alarma. Fui a trabajar. J. estaba más revoltoso que de costumbre, y en un momento, comenzó a arrojar cosas al piso. Estuve dos horas en el veterinario. A. tiene leucemia felina, y estaba desprendiendo una secreción por su nariz. Nada que hacer con el líquido que aloja en medio de sus dos ojitos. El veterinario le colocó unos inyectables, eso fue todo lo que pudo hacer. Tuve que salir a trabajar nuevamente, sin poder desayunar ni almorzar. Me sentí hambrienta, cansada, sensible. Pensaba en mi gata, en P., en mi casa, en mi familia. Estar a solas conmigo misma, escuchándome, me hizo dar cuenta de que no estaba bien. Mis padres, desde tierras lejanas, me informaron acerca de las lluvias torrenciales que estaban viendo. La provincia está en alerta roja, por lo cual no pueden salir, ni a trabajar ni a nada. He visto un cadáver vestido de luto dejándose arrastrar por la corriente de agua. Esta vez, no dejaré que mi mente invente problemas. El silencio de P. no debería significar nada malo. Debo ser yo, que estoy triste, y no puedo pensar en nada bueno. Ya pasó el día de ayer, he vuelto a enturbiarme. Después de alimentarme, reposo en la cama. Quizá necesite descansar, y alejar las preocupaciones por un momento. Además de trabajar, necesito satisfacer mis necesidades básicas, cuidar tanto de mi cuerpo como de mi mente.

martes, noviembre 12, 2024

Oí a R. conversar por teléfono con la señora X. Parece que unas vecinas me describieron como prisionera. Me sorprenden estas teorizaciones acerca de mi hermetismo. Por otro lado, la señora X. le habría hecho una escena de celos a R., quien aclaró la situación con cierta irritación. Hablaron largo y tendido de este planteo casi juvenil, involucrando a terceros. Ya todos sabemos de su affaire, incluyéndome. Entre tantas personas, R. mencionó a su hermana V. y sus encierros silentes. Decía que hay que aceptar las personalidades del resto, y no exigir cambios. Entonces, ¿aceptó, finalmente, que no cambiaré? ¿dejará de insistir? Frecuentemente, sus rodeos me ponen nerviosa o me angustian. Cambiar conllevaría un profundo desequilibrio para mi psique. Hace poco, escuché a mi madre decir que está curada de espanto. Espero que los demás también tomen el camino de la rendición. He sido, más que cuestionada, señalada y humillada innumerables veces. Preferiría que no me apuntara ningún dedo sucio. Ansío conocer la paz. El silencio se instaló en mí definitivamente, ya es muy tarde para enderezar este árbol tan roto.
Entre otras noticias, R. fue llamado por mi padre. Hace cuatro años, existe entre ellos un tema de conversación repetitivo. Por primera vez, mi padre se atrevió a afirmar que logró desapegarse de su antiguo hogar. Decía que ya nada es lo mismo, que faltan personas muy importantes, y que, para R. y para mí, nos queda grande. A R. lo escuchaba compungido, pero le daba la razón en todo momento. Respondió que se encargaría de poner nuestra casa en venta, para mudarnos posteriormente. Lloré un poco, aunque siento que es la decisión más acertada. Recordaba los escombros, los ladrillos; mi extrañeza al ver construirse una vivienda tan inmensa. Momentos familiares, momentos solitarios. La llegada de mi hermano, la partida de S. He visto a mi hermano y a mi madre salir por la puerta y no volver a entrar nunca más. Me he sentido tan sola en un espacio tan inerte. He tenido crisis muy duras, pesadillas, pánico. He sufrido mucho al ver cómo se rompía mi familia. Mis allegados me preguntaban constantemente por qué había tomado un camino diferente al de mi núcleo familiar, por qué no permanecía cerca de mis padres. Cada vez que los dejo siento un dolor insoportable, como si se estuvieran reactualizando viejas heridas, como si una fuerza maligna estuviera arrancándome y llevándome lejos. Pero la solitud tiene un precio, y a menudo conlleva mucha alegría. Estoy haciendo mi propio camino, estudiando y trabajando, relacionándome social y afectivamente. No sabría qué futuro me esperaría en otro país, aunque fuera al lado de mis padres y A. Probablemente, mi agorafobia disminuiría increíblemente.
Pensé bastante. Claro que el proceso de desapego será duro, pero estoy muy feliz. Hace tiempo dejé de sentirme dentro de mi hogar. Es curioso, no lo presentía en absoluto, pero tenía en mí una fuerza de progreso, de renovación interior y exterior, de un cambio significativo. Di algunos pasos para cuidar más de mí, hice algunas limpiezas, necesité desprenderme de cosas. Seguía esperando una transformación radical. Presiento que mi nueva casa será definitivamente mi hogar. Imagino los dormitorios, los rincones, las decoraciones. Estoy segura de que habrá más vida, y yo me encargaré de ello. Mi habitación será, como lo fue siempre, mi gran refugio. No considero que cambiará tanto, a lo sumo será un espacio más chico. Desde la mudanza de mi hermano, me siento como un alfiler en un iglú. Será todo tan lindo y tan mágico, donde sea que vivamos. El exterior también será más agradable, las calles estarán más transitadas, habrá mucha gente caminando por ahí. P. tendrá que visitarme a la esquina de mi nuevo hogar, y nuestros besos sabrán renovados, serán más apasionados que nunca. Estaré mucho más contenta de lo que he estado estos últimos años, será visible en mi rostro. Tengo muchas ideas en mente, y me muero de ganas de contárselas a A. en nuestra próxima sesión psicoanalítica. Todo el temor que sentí la semana pasada desaparecerá, o se reducirá, para dar espacio a las buenas nuevas. En fin, por ahora dejaré hasta aquí mi entusiasmo.

lunes, noviembre 11, 2024

Reapareció T., después de semanas. Creyó que había dejado de trabajar debido a mis reiteradas faltas, y como si eso fuera poco, dice que no le presto atención. Estoy profundamente interesada en P., de ahí que no haya espacio para nadie más.
Siguiendo esta línea, hace algunos días también apareció M. Parece que hoy se puso de acuerdo con T., para reprocharme que no le contesto como él quiere. Había admitido que él siempre me quiso, y anhelaba salir a tomar algo conmigo.
Cuando tenía apenas diez años, mantuve una relación sentimental con M. Esta relación estaba marcada por intensas idas y vueltas. Al terminar definitivamente, empecé a salir con T., hasta que lo dejé por M. o por S.
Supongo que ya escribí sobre el accidente de M. Lo atropelló un camión al salir del colegio. Éramos novios, y estábamos en medio de uno de nuestros momentos turbios. Al enterarme de la noticia, me agarró un ataque. Pienso que era demasiado chica para conocer un sufrimiento tan inmenso como el que sentí. Además de la culpa, claro.
Cuando volví a verlo me horroricé. Le habían cosido la ceja izquierda con hilo negro, y tenía hematomas y heridas en la cara. Estaba semidesnudo, semicubierto por una sábana. Me reconoció al instante. Fue un momento fuertísimo, y creo que el trauma que sufrí, inconscientemente, se presenta en mis relaciones afectivas aun a día de hoy.
Con P. hablé recientemente, de mi nuevo proyecto. Pienso en eso a diario, y aunque a veces no me siento capaz de poder lograr algo tan importante, me gustaría intentarlo. No es que asocie el silencio de P. con algo tan angustiante como lo fue el accidente de M., pero si llegara a pasarle cualquier cosa en medio de un impasse... Quizá de ahí viene mi necesidad de comprobar que el otro existe y que no ha muerto, de que el vínculo permanece sin roturas.
Pierdo la paz cada vez que me hundo en mis pensamientos catastrofistas y la realidad me demuestra que es tiempo de silencio y desconexión. Extraño exageradamente a P., pensándolo a todas horas. Me siento algo intranquila, como si pudiera perderlo en cualquier momento (no hablo de su muerte).
El silencio de R. es algo más que aviva mis heridas de abandono y rechazo. En una semana solamente pronunció dos palabras, lo cual es extrañísimo en él. Si me está castigando, no entiendo el por qué. Tal vez está perdiendo la cordura, haciendo estupideces, jugando a imitarme. En cualquier caso, me da igual, no me quita el sueño.
Creo que esto es todo, o bastante por hoy, que ni siquiera había pensado en escribir. Realmente, no me interesa T., ni M. Ambas conversaciones duraron lo que un suspiro, porque deseé ponerles fin. Puedo imaginarme que, aunque sueñe con la voz de P., su alejamiento es como un karma por mi forma de ser tan evitativa con el resto.

sábado, noviembre 09, 2024

Últimamente me siento frígida, y P. no tiene tiempo para verme.
En el día de ayer, Z. cumplió apenas doce añitos. Tenía su edad cuando enmudecí. Mi mirada se detenía en ella, o en la nada. Hace doce años, también mis amigas me esperaban con exquisiteces para celebrar. A partir de aquel momento, o pocos meses después, me deprimí.
Me encontraba semanalmente con H. para besarnos y tocarnos, aunque esto último me daba entre asco y vergüenza. Me cortaba las muñecas, y uno de mis motivos era la certeza de que él amaría siempre a I. Durante muchos años, H. me deseó, incluso decía que me amaba, pero no de la misma forma que a ella. Nunca fuimos novios formalmente, yo era demasiado chica para él.
Me gustaba escribir, aunque veía blanquinegro. Las historias más terroríficas se quedaban en mi mente. V., mi psicóloga de aquel entonces, me generaba rechazo. Siempre estaba sonriente para mí y me impulsaba a escribir. Ahora lloro recordándola. Era una niñita muy frágil, pero podía ser durísima, resistente ante las imposiciones. A la distancia, puedo reconocer que necesitaba ayuda. Tenía más momentos tristes que felices en la diaria.
Omitiré los problemas con mis padres, y la figura de R. tan contraria a mí. S. era la persona más presente en casa, entregada a mi hermano y a mí. Yo no supe agradecerle nada, y por eso mis ojos lloran sin control. Tuve suerte de tenerla, me hacía sentir acompañada. Nadie se enteraba de mi sufrimiento, de mis noches en vela, de la soledad que albergaba en mi joven corazón. Según R., mis padres debieron enderezarme para que no creciera torcida como un árbol. R. responsabiliza a mis padres, pero sin duda creo que ya existía en mí una fuerza débil y poco gusto por la vida.
Supongo que tendré miedo hasta que me muera, y un enorme dolor tan inexplicable que no podré escribirlo nunca. La represión es siempre la mejor opción, pero deben existir estos momentos angustiosos tan insoportables en los que siento mi carne abrirse y sangrar el pasado.
A. es un chiquito de once años que no veía hacía un mes. Su mirada, perdida en una ventana, me despertaba una profunda inquietud. Me preguntaba en qué estaría pensando, o qué voces malignas estaría oyendo. A. tiene rasgos psicóticos. Si hubiera existido en mí alguna capacidad extraordinaria, lo hubiese despertado de su horrible pesadilla. Mi anhelo por el bien es, sencillamente, eso, un anhelo.

viernes, noviembre 08, 2024

Me ilusioné creyendo que estaba reconciliándome con P. a partir de nuestro reencuentro. Pequé de ingenua al imaginar que vendría a visitarme mensualmente. Me siento tan avergonzada por haber expresado tan fervientemente mi deseo. Silenciosamente, P. evitó cada una de mis intenciones propositivas. Satisfice su apetito con besos y caricias, y ahora ya no me necesita. Jugaremos a enmudecer como si se tratara de una partida estúpida. Detesto que mis necesidades se vuelvan incontrolables, dominándome ellas a mí. Me siento como una bestia insatisfecha e insaciable, que ni siquiera puede fingirse inteligente y madura. Al menos no se lo hago saber a P., enfurecida, aunque también me angustia terriblemente. Dormiré para alejar mis quejas.

jueves, noviembre 07, 2024

Mis ojos amanecieron hinchados de tanto llorar por la noche. Tuve dos episodios angustiosos tras una inesperada salida al exterior, en la que me asaltó el pánico (el hombre invisible). Supongo que la agorafobia es la fobia más incapacitante. Hoy me siento demasiado enferma, fingida.
Hace cuatro días que R. no me dirige la palabra, imitando a P. La indiferencia me daña momentáneamente, aunque entiendo que no tengo la culpa de nada. Podrán R. y P. jugar al mutismo, pero ninguno sabrá hacerlo como yo, que ya soy una experta en el tema.
Algunos conceptos resonaron en mí el día de ayer: trauma psicológico, abuso emocional, separación, duelo, aislamiento social, dificultades relacionales, miedo al rechazo, problemas alimenticios y de sueño, temor a la incertidumbre, necesidad de control, problemas de salud mental (depresión y ansiedad), evitación de situaciones sociales, miedo a lugares públicos, perfeccionismo, introversión, dificultades en la formación identitaria, vulnerabilidad, inadecuación y sensibilidad, evitación, violencia, sensación de soledad y desconexión, represión emocional y dificultades en la comunicación, baja autoestima y timidez...

martes, noviembre 05, 2024

Tomando palabras de A., recurrí a terapia padeciendo un cuadro de fobia muy severo. Conversamos sobre mi necesidad de control y mi angustia ante el error. Antes de que alguien pueda percibirme como defectuosa, muestro mi costado más dulce, sensible, bueno, inocente, risueño... No hablo solamente de P., sino también de pares, superiores e inferiores.
Hoy temía que se me castigara por una falta injustificada, que alguien pudiera preguntarme algo al respecto o hacer mención de aquello. Estuve increíblemente atemorizada, pero finalmente, nadie me acusó. Contrario a lo que creía que pasaría, había gente contenta de volver a verme. Sacudida después de la sesión psicoanalítica de hoy, en mi cuerpo se alojó todo el cansancio, nerviosismo y angustia que cargaba.
A veces quisiera refugiarme en la cama. Deseo tener un encuentro íntimo con P. Más allá de esto, en la cama podría descansar de cualquier peligro. Hubo un tiempo en el que tenía temores muy intensos, como morir mientras dormía. Recuerdo noches en las que mis ojos eran ventanas abiertas de par en par.
Cuando era adolescente, me daban pánico las sombras movedizas que podía distinguir en la oscuridad de la noche. Me daba miedo exponer mi cuerpo desnudo en el baño (tomar una ducha). Dentro de mi propio hogar, imaginaba que un hombre vendría decidido a violarme. De día podía leer o escuchar música, pero de noche tenía ideas muy oscuras. En mi mente se dibujaban, con frecuencia, paisajes sombríos.
Un día le confesé a P. que sería capaz de mostrarme vulnerable ante él porque sabía que no me lastimaría. Mis concepciones del sexo evolucionaron, al punto de poder entregarme a un hombre (solo a un hombre: P.). De hecho, que P. me acaricie, me observe desnuda, me masturbe, me bese, me penetre, son ideas puramente excitantes para mí. Confío en él, aunque no creo que deba ser algo recíproco; supongo que P. confiaría en cualquier mujer por igual, no les temería por el solo hecho de ser mujeres.
Persiste en mí la desconfianza hacia los demás hombres, de la cual no creo curarme del todo. Leer a Simone de Beauvoir me hizo comprenderme más de lo que hubiera imaginado, sintiendo ahora que no soy la única mujer en el mundo con estos traumas tan oscuros. Creo que, por suerte, P. escapa a mi regla, siendo un amante perfecto. P. me hace sentir segura, deseada, respetada; como si fuera igual a él o estuviera a su altura. Cuando estamos juntos me hace sentir como una mujer de verdad, fuerte y capaz.

domingo, noviembre 03, 2024

Leer a Simone de Beauvoir me llevó a pensar en la sexualidad y el amor, como cada día. Esta vez, sentía que había llegado tarde a la vida de P. Si hubiese llegado antes, ¿me hubiera elegido, románticamente? Corresponde a mi apetito, ¿y qué hay de mi fiel querer? Si supiera de mi exagerado interés emocional se alejaría por completo. Mi existencia es meramente erótica cuando estamos frente a frente, mis piernas sostienen mis zonas erógenas. Me sentí querida por P., pero cuando destacaba mi inteligencia no veía mi cuerpo como un cuerpo de mujer. Ahora se apodera de mí, desesperadamente, como si fuera su presa. Percibo, a raíz de esto, que anuló su cariño. O me quiere o me desea sexualmente, no pueden coexistir en él fuerzas tan opuestas.
Salí al exterior con R. y su hermana V., quien vino a visitarnos hace ya algunos días. Reconocí a un pequeñito, A., y me sorprendió su crecimiento. El sol me impedía ver a parejas bailar tango. Mi mirada se detenía en jovencitas embarazadas, acompañadas de sus parejas. Me preguntaba, frecuentemente, qué pensamientos tendrían los allí presentes. Yo, durante algunas horas, retiré de mi mente lo escrito en el párrafo anterior. Mi propia imagen me resulta, por momentos, feísima. Me sentía avergonzada de mi rostro y del tamaño de mis pechos.
Reflexiono bastante sobre el crecimiento, las relaciones, las vivencias sensuales, el autoerotismo infantil, la penetración vaginal. Medito sobre mis propias experiencias, mis sentimientos, la captación de mis sentidos de aquel objeto tan amado, las sensaciones físicas de placer y dolor. Todo el tiempo intento entenderme como una mujer sintiente. A comparación de P., me vivo como un ser muy chiquito. Me siento inexperta, infantil, tonta. P., sin embargo, sabe qué hacer, cómo y cuándo llevar a cabo qué actos. Sería inútil esforzarme en tratar de explicarlo con palabras.
Aunque me quejo, no sabría cómo mantener una relación más comprometida con P. No puedo imaginarnos en ese escenario amoroso, lejos de la excitación. Parecemos dos adolescentes que buscan el placer inmediato, sin importar el riesgoso exhibicionismo. Cuando nos ciega la lujuria, parecemos animales. No nos comportamos como seres humanos, ni siquiera nos avergüenza la luz diurna o los transeúntes. En presencia de tal salvajismo, no puede nacer ninguna profundidad. Para P., dejo de existir a partir del último roce.
Qué días más confusos estos, qué conflictos más antiguos también.

sábado, noviembre 02, 2024

Anoche, me rendí ante el dolor de cabeza y las palpitaciones que asaltaban mi párpado derecho. En mis sueños, P. mencionaba abiertamente que su mujer era la segunda persona más importante en su vida, después de su hijo. Desperté poco antes de las cinco de la mañana, extrañada al ver un gato desconocido en la cama.
Hace dos días le expresé a P. mi deseo de vernos mensualmente, como solíamos hacer. Él no respondió, aunque tampoco esperaba que lo hiciera. Me gustaría buscarme en su mente y encontrarme ahí. ¿Qué piensa de mí? ¿De qué manera me desea? ¿Me recuerda húmeda?
Vuelve a inquietarme la idea de imaginar a P. con otra mujer. No me desespera como en otros momentos, pero despierta en mí profundas inseguridades. Ahora logro refugiarme en pensamientos claros y alejarme de mis ideas obsesivas. Pienso en esto porque soy completamente suya desde que nuestros labios se fusionaron por primera vez. Estoy con él, aun cuando no lo estoy. 
Supongo que jamás me dirá que me corresponde de la misma forma, que él también está conmigo. Pero si me dijera que está con alguien más, me dolería demasiado. Podría alegrarme o destruirme, así que prefiero la incertidumbre.

martes, octubre 29, 2024

Ah, otra vez... El alejamiento me resulta demasiado cruel. Gotas aceitosas y cuadradas envenenan mis ojos. De mi boca, penden las telarañas más antiguas. Creí haber entendido y aceptado la complejidad e imperfección de las relaciones humanas.
Hoy, mientras acariciaba a J., despierta y sonriente, pude verme en ella. Mis dedos cuidadosos recorrían su pelo y sus manitos pequeñísimas.
Recibí la noticia de un embarazo; su madre, radiante, era mirada con ternura por su otro hijo. Nunca había visto sonrisas que quisieran salirse de los rostros como esta mañana.
Todo aquello me sensibilizó, y ahora el silencio se vuelve demasiado pesado. Hacía tanto tiempo que no me sentía tan indeseada. Hace demasiado tiempo que no me siento querida, y hablo de ÉL, como no podría ser de otra manera. Y hablo de mí, puramente como objeto. Y hablo de mis zonas erógenas, de mis suspiros, de mis placeres. 
Naturalmente, hablo de mis deseos muertos. ¿Cómo se siente saberse querida? ¿Cómo se siente ser mirada con amor, y no solo con deseo? ¿Cómo se siente despertar en alguien un sentimiento profundo? ¿Cómo suenan las palabras cuando quieren ser pronunciadas?


¿Cómo se comprende la intensidad de esta tristeza desbordada?


Hoy ha muerto una mujer.

martes, octubre 22, 2024

Recibí la visita de P., inesperadamente. Nuestro encuentro, exhibicionista y sensual, me hace sonreír. Hoy estuve excesivamente risueña y excitada. Me agito de solo recordar los besos de P., recorriendo su caverna carnosa y lubricada. Su mirada y su sonrisa me hacen suspirar, preguntándome si soy digna de su deseo. Allí estábamos, como siempre, en su auto. P., indómito, masturbaba mi sexo húmedo, a plena luz del día. Succionaba mi pezón. Introducía sus dedos mojados en mi boca. Tocaba mi cuerpo como si no existieran otros, como si fuera el mío el único despertador de su apetito. Fui suya, como hace casi tres meses. Ambos anhelábamos practicarnos sexo oral mutuamente; él penetrarme, y yo ser penetrada por él. Aquella fue una hora inolvidable, colmada de goce. Nunca en mi vida había sentido algo así. Ahora, débil, no encuentro ninguna manera de explicar tanto deleite. Todos mis intentos resultarán fallidos... He de decir que lo ocurrido hoy me dejó sin palabras.

domingo, octubre 20, 2024

Mis fantasías eróticas han vuelto, pero no bastan mis contracciones placenteras. Mi figura aniñada, necesariamente, tiene que ser poseída por un hombre. Aquel hombre, insinuó que quería acostarse conmigo también. Todavía me encuentro descreída de esta realidad, de aquella invitación teñida de sensualidad.
Aquel hombre me toma, sorpresivamente, como captando a su presa. Yo, distraída, perseguía mariposas lilas y doradas. De repente, me vi envuelta entre sus brazos, y comprendí que no me dañaría. Sería incapaz de dispararme, no es un cazador realmente.
Yo, una presa comprensiva, me rindo ante el hombre deseoso. Sus dedos anhelaban la suavidad de mi piel, y aquí me tiene, enteramente. No estoy segura de lo que debería hacer en este momento. El hombre descansa en su satisfacción, permitiéndome acorralarlo. Mis labios, ruidosamente, pasean por sus ojos cerrados, por su frente relajada, por su boca temblorosa. Mi boca se adueña de sus hombros, de sus brazos, del dorso de sus manos. Acaricio su pecho, su abdomen, sus caderas y sus muslos.
La lengua serpenteante del hombre me hace cosquillas clitorianas. No puedo hacer más que rendirme ante él, con roces suaves, contemplando su dureza. Estoy en boca del hombre, que succiona uno a uno mis pezones, mientras se apropincua a mis porciones carnosas. Sus movimientos despaciosos me hacen suspirar entre las luces. Ahora, nuestros rostros se funden en uno solo, perfeccionado.

miércoles, octubre 16, 2024

C. me abrazó durante un largo rato. A pesar de ser una púber muy cercana a mí, fue la primera vez que me extendió sus brazos. Creo que ambas lo necesitábamos.
Por otro lado, un jovencito llamado B., se acercó a mí tres veces. Dado su interrogatorio, le dije que mi tarea es ayudar. A pesar de las pocas horas compartidas, me gané la confianza de B. Notó que sonrío siempre, yo también me doy cuenta de esto.
Como siempre, T. insistió en querer salir conmigo.
Otra vez me sentí profundamente feliz y emocionada. Últimamente estoy muy sensible.

martes, octubre 15, 2024

Compartí mi tarde de hoy con J., una niñita hermosa y buena, que robó mi corazón por completo debido a su dulzura. Al llegar a casa, después del trabajo, rompí en llanto por la emoción. Las miradas y las sonrisas de J. no fueron las únicas que me hicieron rebosar de ternura. Otros niños y niñas me llenaron de afecto al abrazarme, besarme y acariciarme. Recuerdo un momento en particular: J. tocó mi espalda, y yo corrí tras ella. El paisaje era bellísimo: había nubes blancas dibujadas en el cielo celeste, un sol muy luminoso, un pasto verde crecido, árboles y toda clase de juegos infantiles. Me di cuenta de que estaba siendo inmensamente feliz en ese mismo instante, rodeada de niños que jugaban y reían.
En el día de ayer, un niñito le preguntó a T. si él y yo estamos en pareja, a lo que respondió negativamente, echándome la culpa. Durante cuarenta minutos, T. no hizo más que quejarse de su aburrido viernes (ya que anhelaba verme), y de proponerme un encuentro por fuera del trabajo. Yo me limitaba a cambiar de tema, o me alejaba físicamente. Me hacía sentir incómoda que T. deseara tanto verme, contrariamente a mí. Además, hacía tres días que yo no le hablaba, causando otro motivo de queja. Mañana volverá a ser un recién casado.
Por otro lado, P. actúa como yo con T. Es evidente que no quiere hablar conmigo, lo cual me entristece. Momentáneamente, me consuela saber que lo veré pronto. Creo que, de nuevo, lo que me hace sufrir, es que no me desee. Quiero llorar cada vez que nos recuerdo envueltos en erotismo. De hecho, mis ojos no pueden contenerse. Me duele recordar sus palabras impúdicas, sus labios húmedos, sus brazos fuertes, su mirada hambrienta de mí... ¿Qué será de la vida de aquel P.? Éste es extremadamente distante. En gran parte es mi culpa, tampoco me voy a mentir. 

domingo, octubre 13, 2024

P. cruzó mi sueño, y yo deshice la cama. Habré dormido poco más de diez horas, despertando con la luz del día. Ayer, oí una voz masculina cantar: "Todo en mi cuerpo quiere verte, y pide a gritos abrazarte, o por lo menos escuchar tu voz". Casualmente, otra voz masculina gritó el nombre de P. Habré tenido dos episodios de llanto, mi mente estuvo a punto de arruinar el sábado. Después de aquello, me perdí durante cuatro horas. Creí que vería a S., pero no pudo suceder. Necesitaba algo, cualquier cosa que pudiera calmarme. Fueron rostros, escenarios, y voces inglesas. La angustia volvía cada vez que se aproximaban dos manos ajenas, dos bocas ajenas, dos cuerpos ajenos. Será imposible concebir un mundo sin erotismo. En esos momentos, me preguntaba qué sentiría P. Quizá no tiene deseos de verme, lo cual me preocupa. Quizá desprenderse del mundo y alojarse en otro, fantasioso, le impide pensar en mí. Me duele pensar en el pasado, me avergüenzan mis expresiones deseosas y afectivas. Me repito que ya no importa todo eso, que no volverá a suceder. Esta vez, intentaré ser la mujer que P. necesita que sea.

sábado, octubre 12, 2024

Un falo blanco.
Un cuerpo blanco poseído por otro cuerpo blanco.
Pisos y paredes blancas, puertas blancas.
Lágrimas blancas.

Gusanos blancos 
recorren mi espalda blanca.
Brota de mis ojos blancos
angustia blanca.

viernes, octubre 11, 2024

Distingo al menos cuatro sonidos que, simultáneamente, me molestan y ensordecen. Cae la noche, y me temo que no podré realizar ninguna actividad meditativa. Leí a Plath durante dos horas, eso fue todo. Ah, y me masturbé, algo rutinario ya. P. besaba mis labios dulcemente, y yo me perdía en su rostro angelical y por demás bello. Hoy, me negué a una conversación erótica con A., y a salir con T. Fue mi psicoanalista quien, hace algunos días, me reconocía como "una mujer hermosa", comprendiendo así las miradas de púberes y de un joven de mi edad. ¿P. me verá como una mujer hermosa también? No es necesario que lo haga hoy, sino cuando esté frente a mí. ¿Tendré que adornarme, o bastará con mi sencilla presencia? Pienso en nuestro próximo encuentro, no obsesivamente, sino más bien tranquila, deseosa y feliz. Además puedo enfocarme en mis proyectos personales. Ahora sí, todo está en orden. Ya no hay rastros de la ansiedad y la angustia que tanto colmaban mis días y mis noches. Me pregunto si será sostenible escribir sobre este costado de la vida, o si debería hacerlo cuando me duela la mente. También me resulta extraño dialogar con A. sobre mi presente y mi futuro, por la falta de negrura. Ahora, pareciera que camino con zapatitos blancos, por aceras limpias, ¿y aquel hombre dispuesto a lastimarme?

miércoles, octubre 09, 2024

Escuchar la voz de P. es música para mis oídos. Estoy segura de que nos veremos muy pronto. Ayer, luego de quince días, tuve una sesión psicoanalítica. Mi mirada se iluminó por completo al hablar de P., y en mi rostro se dibujó una sonrisa de oreja a oreja. Según A., estoy siendo empática con él. Qué ganas de escucharlo reír y hablar muy cerca de mí. ¿Nos besaremos en la boca? Me siento como una púber nerviosa, y me da un poco de vergüenza. No sé si se fundirán nuestros cuerpos en un abrazo, mi única certeza es que lo veré. Suspiro, me atrae irrefrenablemente.

lunes, octubre 07, 2024

Me encontré con T. y juntos nos dirigimos hacia el trabajo. En el camino, conversamos. En más de una ocasión, T. se manifestó deseoso de besarme. Mantuve la distancia adecuada, respetando en todo momento mis sentimientos hacia P. Algunos púberes nos observaron llegar, e hicieron eco de esta situación. Me preguntaron si éramos hermanos, novios o amigos. "Amigos, conocidos", respondí. Me preguntaron, también, si estaría con alguien, y respondí rotundamente que no. Para mi sorpresa, dijeron que nos parecíamos físicamente, y que haríamos una linda pareja. No quiero recibir más comentarios así.
Estaba risueña, conversando con P. Cada palabra suya, escrita o de su boca, era un motivo para sonreír. T. piensa que no quiero besarlo porque hay alguien más. De hecho, no es el motivo principal. Es, sencillamente, que no quiero hacerlo. Y sí, en su lugar, me encantaría besar a P. Me gusta más hablar con P., quien es el receptor de todo mi afecto y deseo. T. es una figurilla a comparación de P. En caso de querer conversar y ver a alguien, desearía conversar y ver a P. No hay lugar, dentro de mis anhelos, para T.
Ah, hoy me sucedió algo extraño. Hace días convivo con un malestar en la garganta. Lo cierto es que hoy, mientras caminaba con T., empecé a sentir una picazón en la amígdala izquierda, y pronto me sentí ahogada. T. me ofreció agua, me negué pues yo tenía. Lo culpé, ya que sólo experimenté esto estando con él. Fue horrible, me sentí incómoda al menos una o dos cuadras. Me sentí avergonzada por aquello, pero por suerte, tras tomar varios tragos de agua y un caramelo de limón y mentol, estaba casi como nueva. Siento que fue una señal de mi cuerpo, además de la ansiedad persistente, de que no debo volver a ver a T. fuera del trabajo. No hubo ningún acercamiento físico entre nosotros, pero... En un momento, en chiste, dije que no quería verlo más. Tendré que seguir viéndolo semanalmente, pero únicamente en el trabajo. No me alejaré ni dejaré de hablarle de repente, pero tampoco daré el brazo a torcer (no lo abrazaré ni lo besaré, no haré nada).
Pasé dos días sin ingerir alimentos. Recuerdo un consejo de mi abuela: si no comés, al menos tomá agua. Son ahora las cuatro de la mañana, y desperté con un dolor de cabeza muy intenso. No tengo ningún problema, simplemente me aborrece la comida. Quizá el psicoanálisis pueda teorizar sobre esto, y enlazarlo a mi madre. En fin, tengo que volver al trabajo, y no siento ninguna fuerza poderosa dentro de mí. Más bien, me pienso inerte, y vacía. Opino que mi mente se enturbió como la madrugada. ¿Por qué? ¿Por los días intensos, o tal vez las más diversas emociones, o el reposo necesario? Insisto: todo está muy bien, excepto esta nada estomacal. Y la irascibilidad que despierta R. en mí. Y el no poder abrazar a P. Y quizá la atención excesiva de T. Nada de todo esto es tan angustioso como para evitar comer. No estoy enferma, es aburrimiento, ya escribí sobre esto.

sábado, octubre 05, 2024

Volví a conversar con P. en el día de ayer. ¡Fue hermoso! Escuché su voz después de mucho, mucho tiempo. Estaba contentísima. Aquello duró algunas horas.
Inesperadamente, me encontré con T. en la noche. Llevaba puesto un traje negro, que resaltaba sus ojos celestes y su pelo claro. Había estado un día sin hablar con él, pero esta ocasión me llevó a sus brazos. Nos abrazamos dos veces, pero a diferencia de lo que me pasaba con P., parece que el cuerpo de T. no encaja perfectamente con el mío. C'est dommage. T. quiere besarme, e insiste en que el tiempo en que nos vemos es poco. Yo, todavía me resisto. Sigo firme en que nos veremos únicamente en el trabajo. La vuelta de P. no hizo más que alimentar mi deseo por ÉL, volviendo a los demás hombres pequeñísimas hormiguitas insignificantes y espantosas. P. es, más que nunca, un hombre bellísimo. Su piel me atrae como ninguna otra, al igual que sus ojos y su pelo oscuro. Désolé, T.

miércoles, octubre 02, 2024

No compartí mi tarde de hoy con T., quien alega que "no puedo pedir más", ya que me ayuda con D., me habla tiernamente, y además insiste en verme por fuera del trabajo. Se queja, tristemente, de mi alejamiento. En chiste, dijo que se mataría si no habláramos más, y que no aguantaría estar una semana sin verme. Me atendré a hablar poco y nada con él. De hecho, no me interesa porque no puede transformarse en P. En relación a este último, pensé en decirle que me importa. ¿Se tomará vacaciones con su hijo? ¿Seguirá desvelándose por las noches? ¿Cómo se sentirá anímicamente? Preguntas que no le formulo, pues está desaparecido.
Estos últimos dos días estuve leyendo bastante a Plath, me fascinó su "Carta de amor". Me refugio en el silencio, en la lectura meditativa, en las mañanas bajo el sol, en la práctica diaria de yoga, en los trabajos, en los proyectos... Ningún ruido me ensordece ni me distrae del presente. Estoy muy bien. Bueno, hoy el cansancio se apoderó de mí. Desperté a las cuatro y media de la mañana, y pasé la tarde remoloneando en la cama. Siento una picazón molesta en la garganta. Por lo demás, me resulta extraño este momento de mi vida (extrañamente productivo, vivo). Es extraño vivir alegre y aliviada, extraña esta sonrisa en mi rostro. Extraños estos días en los que extraño desde el desapego.

martes, octubre 01, 2024

Me masturbé pensando en P., aunque ninguna palabra suya se adueña de mis ojos. Muy por el contrario, es T. quien insiste en tener un encuentro conmigo. Yo me niego, no quiero pasar tiempo con él. Recuerdo que, cuando llegué a Buenos Aires, soñaba con estar a oscuras, frente a una pantalla luminosa (con P., obviamente). Sentía deseos de encontrarme con él en un parque, o en el patio de mi casa, y mirar el cielo juntos. Todos mis deseos oníricos, en realidad, estaban teñidos de erotismo. Su cara desprendía telarañas que ataban mis manos, y como si fuera una escultura sumamente bella, me detenía en cada una de sus partes, recorriéndolo con mi vista y suspirando por él. Era una hermosura de hombre, al que no le encontraba ningún defecto. Yo lo dibujaba hermoso, lo pintaba hermoso, lo escribía hermoso, lo inventaba hermoso. Lloro, pensando que algún día lo veré pasar, y me paralizaré, reteniendo su efigie en el centro de mi pecho. Pronto dejará de ser una nube borrosa, un silencio distante, un olvido mortal. Tarde o temprano, habremos de reencontrarnos.

lunes, septiembre 30, 2024

Soñé con T., y con P. Son las cinco de la mañana: un gato entró por mi ventana, y un pajarito se puso a cantar. Estoy nerviosa.
Finalmente, he visto a P. (acto fallido, en realidad hablo de T.) Compartimos tres momentos juntos. Como agradecimiento por su ayuda, le regalé un chocolate. T. opinó que aquel gesto era lindo, y me abrazó.
A veces, me angustio exageradamente. Quisiera tanto leer palabras de P., y sumergirme en su mirada. Por el contrario, tengo que conformarme con los ojos celestes de T. Hablamos mucho, además.
En la mayoría de nuestras conversaciones, me siento ahogada. No quiero hablar dos o tres horas con T. No quiero aceptar su "cita". No quiero perderme a mí misma por nadie más, bastante me costó llegar a este punto.
Descansaremos del trabajo juntos, conversaremos y nos reiremos. No sucederá nada más, porque quiero a P. Aunque él no sienta deseos de verme o hablar conmigo aún, lo esperaré. Quiero respetar a P., y quererlo sanamente.

sábado, septiembre 28, 2024

Ahora entiendo a P. y su necesidad de espacio. T. es simpático y me ayuda con D., pero últimamente conversamos demasiado. Además, intenta seducirme, y yo no quiero estar con T. sino con P. Me genera ansiedad la llegada del lunes, ya que T. espera verme. Podría llegar a pensar que P. se sentía muy cómodo conmigo, y que le gustaba realmente; pero le escribía constantemente, y no quería envolverse en esa nube asfixiante. Hace una semana no hablamos, y mañana se cumplirán dos meses de nuestro último encuentro. Me gustaría mucho verlo, abrazarlo y reírme con él. Aún queda una semana silenciosa por delante, al menos eso es lo que prometí. Una semana atareada, repleta de trabajo. Semana en que veré dos veces a T. Quizá, al acercarme a P., él pensaba en mí, casi tanto como yo pensaba en él. Ahora, pienso constante y apasionadamente en mis trabajos. Aunque, sí, él sigue dando vueltas en mí. Mi necesidad de afecto disminuyó considerablemente. Creo que, en gran parte, todo ese afecto proviene de mí, y aquello me basta. Pero además, mi afecto no está únicamente ligado a P., pues J., D. y J., son también receptores de mis sentimientos más tiernos. Estoy aprendiendo a querer.

Me angustia pensar en mi situación actual con P. 

jueves, septiembre 26, 2024

Contemplé tanto mi desnudez que olvidé escribir. Rendijas de luz se dibujaban en mis piernas, y mi cuerpo era al fin hermoso. P. tenía razón acerca de la suavidad de mi piel, aunque esta vez no era él quien me acariciaba eróticamente. Fue un momento de paz, antes de la venida de un día interminable. Después de aquello estudié, y prácticamente no pude dormir.
Conocí a J., una niñita tiernísima. Pero mi mente piensa obsesivamente en otro suceso: ayer me reencontré con T. después de algunos años. Trabajé a la mañana, y también a la tarde, por primera vez. Cuando llegué al nuevo trabajo, allí estaba. Nos dijimos algunas palabras, después nos cruzamos brevemente, y por último, compartimos un momento junto a D. Ambos lo ayudamos con sus actividades, mientras hablábamos y nos mirábamos sonrientes. Yo me sentía avergonzada, es un muchacho realmente encantador. Hay algo seductor en él, aunque primero creí que era mi impresión. Luego del día cansador, me escribió, y conversamos mucho. Espera que llegue el lunes para volver a verme (ojalá P. deseara lo mismo). 
A veces sufro porque temo olvidarme pronto de P., y además siento, que se olvidará de mí también. Cada vez me resultan más lejanos nuestros recuerdos, suelo esforzarme por traerlo a mi mente; creo que estoy dejando de desearlo. Lo quiero, pero si no corresponde a mis anhelos libidinosos, éstos morirán más temprano que tarde. Hace algunos días me angustié, pues ya no dispongo del tiempo necesario para coincidir con él. Me temo que será imposible volver a verlo, al menos por unos meses. Quisiera pasar un instante cerca suyo, pero no me busca. Supongo que el tiempo aparecería como por arte de magia, si ambos estuviéramos dispuestos a abrazarnos. No solo el tiempo lo vuelve imposible una vez más, sino que acerca a mí a una persona posible, como lo es T. 
Quiero a P. de vuelta. Quiero que reviva lo nuestro. Quiero algo exagerado: que P. vuelva a quererme y desearme.

lunes, septiembre 23, 2024

Apuntes terapéuticos:
  • Despersonalización: cuando me enamoro, me fundo con la persona amada y me pierdo a mí misma.
  • Me aferro constantemente, y esto me produce dolor. Lo extiendo más allá de la persona amada, también me sucede con escritoras, gustos musicales... Si no me aferro a estos salvavidas, me ahogo.
  • Me entristece la falta de ternura. División de mis necesidades: el sexo está por un lado, pero la ternura es excesivamente necesaria para mí.
  • ¿Si alguna vez se me demostró ternura antes? Sí, por supuesto; mediante gestos, actos, palabras. Pero no puedo recordar algo puntualmente.
  • Los pensamientos obsesivos aparecen cuando deseo aquello que no puedo obtener.
  • Puedo sostener las desregulaciones de J., un niñito impredecible. Esto es importante.
  • Puedo afrontar momentos de solitud. Hoy, pasé al menos tres horas y media en absoluto silencio. Tomé aire, escribí los pensamientos que se me cruzaban por la cabeza, y miré el techo. Fue raro, algo incómodo. Acostumbro a llenarme de estímulos y un sinfín de tareas semanales, el tiempo contemplativo me asustaba.
  • P. es mi único vínculo afectivo intenso. Es la única persona de la cual hablo en terapia, ya que no menciono a mis padres o a mi hermano.
  • Cualquier vínculo amoroso me lleva a perder la identidad. Hoy hablé de P., también de N. Es un círculo vicioso. Si no estuviera P., me pasaría con otra persona.
  • Mi deseo genuino es poder conversar con P. en algún momento, y tener un encuentro tierno.
  • Cuando estoy sola, los pensamientos catastrofistas no existen. Quizá tengo alguna crisis, como la del jueves o viernes, pero después abundan las lucecitas de colores y los proyectos. Esto me resultaba impensado hace algunos meses.
  • Tengo dos trabajos, hago terapia hace un año y un mes, estoy inmersa en un curso. Me gusta leer, ver un programa semanal de televisión, hacer yoga, estudiar francés e inglés. Tengo deseos de cuidarme, ya sea descansando o alimentándome. No pienso angustiosamente en una persona, sino en todo esto.
  • Me siento muy bien emocionalmente. Lo único que me conflictúa es el presente con P., ya que me gustaría que fuera de otra manera.

domingo, septiembre 22, 2024

Acostado, con los ojos cerrados, y los brazos descansando a los costados del torso. Una mujer se posa sobre mí y besa mi cuello.
La espero, se demora como siempre, pero al llegar me abraza más fuerte que nunca.
Acaricia mi barba, observa mi rostro desde mi hombro. Me mastica tiernamente con sus ojos.
Me escucha, casi no me pisa las palabras. A veces es un poco más ruidosa.
Se sonríe con mis chistes y ocurrencias.
Me desea, apasionadamente.
Sus dedos tocan mi pelo como si se tratara de cristal.
Está escrito en su mirada que me quiere locamente.
Se acerca a mí, con afecto y delicadeza.
Pasan las horas, y nosotros enredados en nuestras risas.
El silencio es increíblemente cómodo y respetuoso.
Juega con mis dedos y muerde mi labio.
Amenaza de muerte a mis miedos.
Sus mimos eróticos me causan placer.
Me desarma torpemente, como si, por momentos, no supiera quererme.
Me atropella con sus palabras desesperadas.
La pobre no sabe qué hacer.
Usualmente, piensa que no siento nada por ella.
Suele sacarme de mis casillas.
Entorpece mi tiempo.
Anhela que vuelva a ser suyo.
Le encantaría besarme ahora.
Es tan distinta a mí.
Le cuesta tomar distancia.
Es demasiado joven aún.

sábado, septiembre 21, 2024

Pasé catorce horas absteniéndome de ingerir comida y agua. Habré dormido cuatro horas, después de empapar la almohada de lágrimas. Quizá el menstruo explique la tristeza desmedida del día de ayer. Recuerdo que fui a trabajar. Me habré masturbado tres veces. Oí a mi madre percibiéndome distinta, motivada. Recibí noticias de D. Trato de hacer memoria, pero no sé en qué momento empecé a llorar desconsoladamente. Supongo que serían las seis de la tarde. Después, pasé horas angustiosas, por culpa del silencio de P. Como siempre, empecé a pensar en demasía. Mi libido insatisfecha es la causa de mi enorme sufrimiento. Recordaba aquella pregunta de A., y la respondía afirmativamente en mi mente: claro que lo que me duele es querer tener sexo y no poder. Reconozco que sufrir por eso es, sencillamente, estúpido de mi parte. Me avergüenza, de hecho, que la causa de mi dolor sea deshonesta. Estos últimos dos días estuve hecha un mar de lágrimas por algo increíblemente estúpido. Escribo con los párpados hinchados de llorar toda la noche. Tendrá que existir algo profundo detrás de semejante estupidez: el anhelo de sentirme deseada. Pero no por cualquier hombre, sino por P. Ni siquiera sé si quiero tener sexo, a veces me da un poco de asco. Oh, mis ojos se humedecen por primera vez durante la mañana, pues creo que en realidad, me duele que no me quiera. El sexo me da igual, de hecho, lo que me importan son los abrazos, los besos y las caricias. Las miradas, las risas, nuestras voces hablando de cualquier otra cosa. Lo quiero profundamente, y por consiguiente, tiene que ser ese hombre o ninguno, el que corresponda a mi sentir. Inconscientemente, el sexo puede ser un disfraz, un motivo por demás estúpido para evitar mis verdaderos sentimientos. No sé hasta qué punto deseo sexualmente, tampoco negaré mis necesidades físicas, pero el problema son mis necesidades emocionales insatisfechas. No poder encontrarme con P. para expresarle mi afecto, que sea imposible conversar, pero sobre todo, me hiere que se retire de lo nuestro. Me hiere no sentirme importante, no ser receptora de su cariño, no estar entre sus pensamientos, no recibir ninguna palabra suya; y por el contrario, ser ignorada, como si no existiera, como si no significara NADA.

jueves, septiembre 19, 2024

Llueve a cántaros, el cielo blanquecino se desploma sobre mí. Lloro al compás de truenos y relámpagos. Hoy la sensibilidad me embarga; una pena densa me oprime el pecho. Me siento como ese árbol, desdibujado y marchito. Un jueves desteñido este. La solitud, aunque cómoda bajo la cama, no siempre basta; a veces, se necesita acariciar fuegos tangibles. Desde una silla pálida y fúnebre, contemplo las sábanas negras, impecablemente estiradas. Me envuelvo en un luto helado.

miércoles, septiembre 18, 2024

En el trabajo, me describieron como "preocupada" y "ansiosa". Tuve alguna noticia aislada de D. Estoy aprendiendo a soltar el control, en todo sentido. 
Ayer, A. me escribió para felicitarme por un día especial. Creo que había desaparecido hacía una semana, me alegra que todo esté bien.
Llevé a mi gata al veterinario, y éste habló de leucemia. Ya es rutinario sentarme junto a ella a tomar aire por las tardes. Me contento al verla comer y beber, pudiendo satisfacer sus necesidades básicas.
Respecto a P., pasé una semana sin hablarle. Hoy, perdí el eje. Culparé a mi libido, a veces incontrolable. Me invadió un enorme deseo, luego comprendí que no podía ser satisfecho por él. Grandísimas ganas de besar su boca, apasionadamente. Su boca sellada, irresistible para mí. J'ai envie de caresser son corps nu.
Tiempo dedicado al francés, a la práctica de yoga, al trabajo, al estudio, al bienestar interior. Horas jugando a las escondidas con la solitud, siempre la encuentro debajo de la cama. Sorpresivamente, los placeres no solamente son inmediatos y efímeros. Ah, y puede que existan silencios que no angustien.
Ahora que los minutos son enteramente míos, quisiera, voluntariamente, acostarme con P. Entiendo que mi deseo no pueda satisfacerse continuamente, y que haya que caer en las garras de la realidad rutinaria y aburrida. Entiendo que el sexo no es todo. Aún así, quisiera que algún día, pronto, mi carne vuelva a ser objeto de deseo para P.
Lo dicho, hoy perdí el eje, por culpa de mi libido. Me pregunto si le pasará esto a P. Me pregunto si tiene erecciones, si nos recuerda abrochados, si piensa en mí eróticamente. Me pregunto si existirá algo flexible en él, quizá alguna fuerza caótica e indomable. Imaginarlo me excita demasiado. Debería existir, dentro mío, un Dios que me limite, pero solo conservo pura pureza calcinada. Impura mujer que viste de luto, impúdica criatura cuyas ropas se humedecen. Mi figura yace sobre la tierra, desde aquí solo veo nubes fálicas penetrando mi conciencia. Oh, hambrientos anhelos comerán mis ojos. Oh, invisibles partes corpóreas viriles me rozan; o tan solo es el viento negro. 


Me llevará la noche hacia el lugar de los sueños blanquicelestes.
Oh, estoy profundamente dormida.
Solo necesito descansar.

lunes, septiembre 16, 2024

Lista de tareas completas del día de hoy:
  • Descansar bajo el sol;
  • Escribir (reflexión de puño y letra);
  • Reunirme con M.;
  • Estudiar francés;
  • Repasar catalán e inglés;
  • Masturbarme;
  • Leer a Plath;
  • Hacer yoga.

sábado, septiembre 14, 2024

Hace cuatro meses, nuestras pieles se fusionaron entre cuatro paredes. A decir verdad, aquellas horas no cumplieron con mis expectativas. Se me había olvidado un momento, en el que P. me tapó los ojos con su mano. Evitó nuestra intimidad, y esto me resultó evidente. Se limitó al acto sexual penetrante; ignorando que necesitaba ser estimulada de múltiples maneras. Logró satisfacerme, aunque no veló por hacer suya mi figura. ¿Me deseaba realmente? ¿Le importaba mi goce? De a ratos, quería huir arrepentida. ¿Lo anhelo por haberme insultado? Qué masoquista soy. Sin embargo, en nuestra despedida, fue amoroso y muy delicado conmigo. Me encuentro entre los resquicios de la dualidad.

viernes, septiembre 13, 2024

Aireaba mis pensamientos, hasta que vi a un hombre de torso descubierto. Descubrí a S. criticándome "a mis espaldas". El semblante de R. no es el mismo que el de hace unas horas.
Forcejeé con J. Su profesor de música, I., me saludó con un beso. Me topé con dos hombres desconocidos, lejanos. Por cinco o diez minutos, creí que alguno podría reemplazar a P.
Estoy aprendiendo a desapegarme. Es un proceso angustioso. Me siento muy extraña. Mis pensamientos y sentimientos son variados. Estoy tan acostumbrada a correr tras P.

A. me preguntó si estoy bien. Los hombres armados volvieron mientras intentaba hacer yoga. Estuve en el patio de casa, cuidando de mi gata. Últimamente tiene conductas extrañas, así que decidí tomarme un momento para observarla descansar en el pasto y acariciarla.
Organizo el tiempo de manera tal que desfavorezca la aparición de mi angustia. Estoy pendiente del reloj constantemente, y las agujas parecen detenidas. ¿Quién soy? Tal vez algo más que humedad y deseo carnal. Tal vez algo más que miedo y vacío. Tal vez algo más que un cuerpo que, mensualmente, es objeto de deseo de otro. Tal vez soy más que un producto al servicio de un hombre. Tal vez soy más que un par de labios. Me reduje, y ahora debo mirarme con lupa para detallarme y definirme.

-hombreangustiaarmafalomuerte-

Ha pasado un mes desde el comienzo del fin de mi vínculo con P.

jueves, septiembre 12, 2024

Apenas llegué de trabajar, quise contactarme con P. En su lugar, tomé una ducha meditativa. Salí a tomar aire al menos dos veces. Estudié e hice yoga. Me esforcé demasiado tiempo conteniéndome. Por momentos, fue duro. Caía en la cuenta de que se trataba de mi dependencia emocional, y buscaba evadirme de mí misma. Las horas se hacían eternas cuando en mi mente revoloteaban todas sus palabras, y nosotros, juntos. Sentía que necesitaba su abrazo. La noche está por llegar a su fin, y me alegra mucho haber experimentado mi soledad, sin huir hacia él. Me resulta agradable tenerme como compañía; acepto mis pensamientos obsesivos, catastrofistas, ansiosos. Debería felicitarme, lo logré. Debería agradecerme por haberme puesto en esta situación (a solas), y por poder "enfrentarme". Me estaba dejando llevar por placeres inmediatos, haciendo a un lado sentimientos más profundos. Me juzgué demasiado por mi accionar, pero creo que inconscientemente anhelaba sentirme tan conectada conmigo. No quisiera recurrir a alguien para alejarme de mí. Es necesario aprender a quererme, y a querer de la manera más sana posible. En algún momento tenía que descansar de este subibaja eterno con P. Descansar, de ningún modo significa enterrar lo nuestro. Siento que hay algo más esperándonos: nuestras figuras fundiéndose en un abrazo. No éstas, sino aquellas figuras. No éstos, sino los que éramos. Los que seremos después de estos dos que somos. Nuestras bocas, que serán las mismas pero sabrán más dulces, querrán unirse por puro placer. Nuestros cuerpos encontrarán el camino para reencontrarse. No tengo ningún dato concreto acerca de cuándo sucederá, pero sucederá. Mientras tanto, haré del silencio mi hogar. Me entregaré, afectuosamente, a esta que soy hoy. Quizá, otro día, me acaricien. Quizá me besen. Quizá me miren con ternura. Hoy, solo puedo sostenerme yo.

miércoles, septiembre 11, 2024

A. tenía razón en describir a P. como "inteligente". El mismo día que conversé con ella, quemé y mojé las palabras de él. Fue liberador creer que eso terminaría con nuestras discusiones. Hoy, me invadió el deseo de querer preguntarle cómo se siente. Lo pensé hasta convencerme de que no me llevaría a ninguna parte. En su lugar, hice yoga, y un profundo cansancio se apoderó de mí. Me angustié nada más despertar, durante el día lo extrañé, pero busqué sentirme mejor. Cuando entro en mis famosos bucles obsesivos, me gusta salir a tomar aire. Me siento acelerada, irascible. Acostumbro a tener todo bajo control, y esta situación me desespera. Mis pensamientos son tan contradictorios, sin embargo mi sentir es cariñoso y triste.

martes, septiembre 10, 2024

Pesadilla persecutoria. Error grave. Comienzo a pensar que la raíz de mi equívoco accionar no es más que mi inconsciente adicto a la solitud y al sufrimiento. Si quisiera estar con un hombre y mantener intimidad con él, haría otro tipo de actos que me lleven hacia ese punto. Supongo que, en realidad, no quiero estar con P., ni quiero verlo. Es chocante, porque percibo que mi sentir es oscuro. Además, P. es el hombre ideal porque encuentra todos mis defectos, y puede ser muy hiriente con sus palabras. Era ideal porque bastaba verlo una vez mensualmente, y luego me sentía inexistente. Ideal porque es frío, y carece de deseo. Ideal porque parece que me odia, que soy un monstruo para él. Ideal porque no viene corriendo a mis brazos, porque no quiero que eso pase. Ideal porque no tiene sexo conmigo, y me hace sentir horrible. Es ideal, porque es imposible. Me atrae irresistiblemente. Cuanto más se aleja, más lo anhelo. Es un círculo vicioso, y de ninguna forma podría amarlo. Todo lo que hay en mí es una obsesión por la autodestrucción. Sé perfectamente que no puedo estar con él, y eso me excita. No quiero que me abrace, ni que me bese, ni que me toque. No quiero nada de P. No quiero que me quiera ni que me desee. ¿Sería muy fuerte escribir que lo quiero lo más lejos posible?

lunes, septiembre 09, 2024

P. se asusta cuando escucho canciones románticas, leo poemas amorosos, y me refugio en un sentir cariñoso. Cuando rompo mi parte del pacto y lo contacto diariamente, necesita aclararme que no se trata de una relación. Tiene razón, nunca cumplí con mi palabra. Lo abrumé con mi ansiedad. Evitaré los llamados constantes e innecesarios. Saldré de la fantasía y entraré en la realidad.
Me acaloré cuando A. me indagó sobre un aspecto de lo sucedido el viernes. Me avergüenza, todavía, hablar de erotismo. Por suerte, no estoy pensando en eso últimamente, ni en transformar el silencio en palabras. Me entrego a mí misma. Me entusiasma el nuevo proyecto que abrazaré mañana. Me siento muy bien.

domingo, septiembre 08, 2024

Poquísimas horas de sueño, mi estómago revuelto. Imágenes eróticas vienen a mi mente, siento que vomitaré.
Tuve un buen día. Tomé sol al mediodía y aire por la tarde. Miré una película. Tuve uno o dos episodios breves de llanto. Ayuné doce horas. J. me invitó a salir este sábado. Evalúo sumergirme en un nuevo proyecto. Extraño estudiar.
Viernes: el mismo despertar ansioso de siempre. Entre los restos diurnos de mis sueños, P. y J. Tomé pésimas decisiones.
Sábado: ÉL me escribía un mensaje. "Te quiero", decía. Yo sonreía. Claro que se trataba de un sueño.
Son las dos y cuarto de la mañana. Pasé horas discutiendo con P., me puse muy nerviosa. "No te deseo más", palabras suyas que son puñales. Estoy tan angustiada que no hago más que llorar. Me duele la cabeza, esto me preocupa hace semanas. De pronto, me siento exhausta.
Después de mucho, mucho tiempo, me escribió J. (un gran, gran amigo). Dijo que me había extrañado y, posteriormente, que todo estaría bien.
En un momento, R. se acercó a la puerta del baño. Me preguntó si me sentía bien. Yo estaba sentada en el piso, leyendo los filos de P.
Necesito hablar con A. el lunes. No sé de qué me servirán sus respuestas, pero podré desahogarme con ella. ¿Será este el último capítulo? ¿Me dirá que me aleje de él?
Me enoja que P. no haya podido decir algo con ternura. ¿De qué me quejo si soy yo quien siempre pronuncia su sentir? Raro sería que se manifestara cariñoso, deseoso de mí. Nada que agradecerme, nada que valorarme. ¿Y lloro por él? ¿Por qué?
En fin, pronto serán las tres. Como siempre, le dediqué demasiado tiempo al dolor. No éramos tan distintos después de todo.
¿Y ahora, qué? Tal vez mirar el techo. Tal vez seguir llorando. Tal vez dormir. Tal vez algo que se parezca a vivir. Tal vez nada.

jueves, septiembre 05, 2024

Desperté a las tres de la mañana. Supongo que masturbarme pensando en ÉL ya es parte de mi rutina. Han pasado tres horas, y creo que mi clítoris es un monstruo hambriento. Me erotiza lo imposible, no es ninguna novedad.
Anoche, le correspondió a mi cariño. Usó dos palabras: imposible y lamentablemente. ¿Por qué siento que, en el fondo, no quiere dejarme? "Your Loving Flame" retumba en mí.
Llegué del trabajo, tomé un baño, y caí exhausta en la cama. Viví un momento intenso y preocupante con J., ya que parecía que se ahogaría con su tos. No se sentía bien, y yo, a pesar de mi cansancio, lo socorrí.
En fin, quisiera hablar con A. sobre lo sucedido con P. Este lunes que pasó, no pude entrar en detalles. Ayer tuve un día difícil, en el que lloré mucho. Tuve cuatro orgasmos, además. La ira triste es ahora excitación angustiosa.

miércoles, septiembre 04, 2024

No quiero llorar.
No quiero escribirle.
No quiero soñar con su cara.
No quiero desearlo.
No quiero quererlo.
No quiero este dolor en mí.
No quiero que se vaya.
No quiero su silencio.
No quiero su inapetencia.
No quiero su frialdad.

Quiero que sonría.
Quiero que me desee.
Quiero sus caricias.
Quiero sus besos.
Quiero sus miradas.
Quiero su ternura.
Quiero oír su voz.
Quiero sentir que me quiere.
Quiero sentir que le importo.
Quiero sentirme bien.


No me quiere.

martes, septiembre 03, 2024

Son las cuatro en punto de la madrugada. Oigo chirriar a un pajarito ansioso, fuera de mi mente. Recuerdo canciones sobre la soledad; hace frío y está oscuro. Ayer no derramé ni una lágrima.
4:44 a.m. Estos días estuve hablando mucho con A. Es de gran ayuda, me tranquiliza y me hace reír. Me hace sentir que el presente no es tan doloroso. Le pregunté si es un "hombre de terapia" y me contestó que sí, se nota.
Últimamente pienso en mis gastos cuando estaba con P. Pienso en una cama, en dos test de embarazo, y en estudios ginecológicos. Pienso en mi desgaste emocional, y en su postergación eterna. ¿Se habrá aprovechado de mí? Qué ingenua soy. Qué poco me quiero para aceptar ciertas cosas. ¿Por qué culpé a su miedo? Es obvio que no quería verme.
5:05 a.m. Soy puro corazón. Oigo las sirenas lejanas de una ambulancia. ¿Debería importarme recibir algún gesto de los demás, o seré yo siempre la que entrega? Más que enojarme, me entristece. Supongo que P. no es un hombre de palabra después de todo. No hablo de expectativas y decepciones, más bien de la realidad y sus dichos siempre incumplidos.
Dijo que nos veríamos, y en su lugar se alejó de mí. Siento mi estómago vacío, creo que vomitaré. No cumplió con su palabra por hablar de amor y poner excusas. ¿No le da vergüenza? No sé si me usó, o si ni siquiera se da cuenta. Qué tonta sueno intentando justificarlo.

lunes, septiembre 02, 2024

Soñé con ÉL, nuevamente. Me conflictúa recordar nuestros momentos eróticos. Estamos en la parte trasera de su auto. Todo se desdibuja, me pierdo en la voz de McCartney.
Mencionaba a una mujer que lo erotiza, y otra a la cual quiere. Quizá esta fina escisión marca una nueva confusión. ¿Por qué habla tanto de amor y nada de excitación? ¿Por qué sus besos apasionados se volvieron tiernos? ¿Por qué su mirada deseosa es ahora amorosa? Me temo que empezó a verme de otra manera, y le aterra la idea de enamorarse de mí.
Escribí sus palabras en un papel, pero con A. hablamos de J. Le decía que no puedo enfocarme en cosas que no dependen de mí, y ella agregó: "y que son imposibles". Me preguntó si viajaré a Europa. Le conté que, por un momento, quise renunciar a esa idea para quedarme junto a P. Me respondió que, aunque estuviéramos en pareja, debería pensar en mí. Hoy en día supongo que lo mejor es irme.
Continuaré pensando en otras cosas. Me siento menos angustiada que durante el fin de semana. Espero que P. también se sienta mejor anímicamente.

domingo, septiembre 01, 2024

ÉL estaba desnudo, junto a otra mujer. Gracias a la represión, no recuerdo los detalles. Son las cuatro y media de la mañana, y siento que enloqueceré. Toda su efigie me persigue, su ausencia me incendia. 
Oigo la voz de Paul McCartney. Pienso que mañana podré hablar con A., pero me asusta lo que pueda llegar a decirme. Me duele creer que será esta la ruptura definitiva.
He atravesado tantas crisis con P. que, de a ratos, me siento tranquila. Confío en que, luego de algunos días, podremos conversar normalmente. Si dudo es por culpa de mi ansiedad, la misma que me empuja a escribirle siempre.
Reconozco al menos tres estados: por un lado, me preocupo sobremanera y lloro. Por otro lado, sé que esto es parte de nosotros, y que nunca una discusión nos llevó a terminar esta historia. Por último, intento distraerme para evitar los pensamientos catastrofistas.
Desde el primer momento, P. se me presentó como una figura imposible. Nunca creí que seríamos una pareja, ni siquiera cuando A. me lo cuestionaba. De hecho, opino que todo lo que pasó entre nosotros fue un sueño hermoso. Sé que no podemos estar juntos, pero eso ya no me importa. Solo quiero abrazarlo.
No sé por qué, hay una fuerza que me lleva a creer que P. experimenta algún tipo de sentimiento hacia mí. Me quiere, y me desea. Me lo ha demostrado al menos seis veces. Pero al mismo tiempo, necesita su espacio, y yo no he podido dárselo. Esto último es importante.
Supongo que ya es hora de hacerle hueco a la incertidumbre. Es hora de observar desde lejos mis pensamientos obsesivos, y conservar la calma el mayor tiempo que pueda. No reprimiré mi angustia, pues existe y ha de liberarse. Pero no moriré de pena esta vez. Comeré, descansaré y trabajaré. Aún así, esperaré a P., tratando de que mi querer sea como él necesita: paciente, desapegado y sano.